"Es importante saber el escudo que llevas, lo que representa"

Alberto Sánchez
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ENTREVISTA Detallista, minucioso, perfeccionista... Así es Miguel de la Fuente, fisioterapeuta y entrenador del Real Ávila, un equipo del que ya forma parte de su historia tras su ascenso a Segunda RFEF. "Soy una persona inquieta"

Miguel de la Fuente - Foto: Isabel García

Fisioterapeuta, entrenador de fútbol, «perfeccionista y detallista», pero especialmente «exigente» con aquello que hace. Yes mucho. «Cuando llegan las once de la noche me gustaría que fueran las ocho».El día se le queda corto a Miguel de la Fuente Morán, un nombre que siempre estará ligado a la historia del Real Ávila tras el ascenso logrado por el equipo a Segunda RFEF en el año del Centenario. El fútbol lo lleva en la cabeza y en el DNI. Es lo que tiene haber nacido en el año del Mundial de España y Naranjito. Lo hizo en La Seu d'Urgell. Su padre trabajaba entonces en Aduanas, en Andorra. «Si me preguntas dónde he nacido, digo donde he nacido.Si me preguntas de dónde soy, te digo que de Valladolid». Porque en Pucela es donde siempre ha vivido, donde vive, donde lleva a cabo su labor profesional como fisioterapeuta, donde empezó a empaparse de fútbol como socio desde pequeño del Real Valladolid o donde disfrutó a las órdenes de Mendilibar –como parte de los servicios médicos– en lo que fue un auténtico máster de fútbol –sin olvidar la influencia de Jesús Rueda, ahora segunda de Borja Jiménez– tras el que acabó por decidir que los banquillos era lo suyo.

Si le preguntas qué fue primero, el huevo o la gallina, la fisioterapia o el fútbol... «Yo quería ser fisio de un equipo de fútbol». Lo uno llevó a lo otro. «Aunque sacaba buenas notas, no me gustaba mucho estudiar. Me gustaba mucho el deporte».Cuando llegó ese momento de elegir carrera al que todo estudiante se enfrenta, encontró la fisioterapia, «una carrera sanitaria que dura poco, que puede estar vinculada al mundo del fútbol, que en aquel momento era novedosa, que tenía muchas salidas... Igual es la forma de estar vinculado al deporte y al fútbol» se dijo. Dicho y hecho. Aunque era la facultad de Valladolid, estudió en Soria, donde además llegaría a jugar al fútbol en Tercera en el Garray, lo que posteriormente se convertiría en el Numancia B. Un paso por el césped que le ha ayudado en su carrera como técnico. «La visión de jugador es muy necesaria para tener empatía, si bien todo lo que soy como entrenador fue por la experiencia que tuve como fisio en el Valladolid».

Es entrenador tardío. «No empecé a entrenar hasta los 27-28 años». Se estrenó con los cadetes del Santovenia de Pisuerga. Pero a ese momento llega por una concatenación de casualidades, detalles, momentos. Quizás el destino.Pero fuera lo que fuere, hay que buscarlo y trabajarlo. No pudo cursar CAFYD en Barcelona –la haría con posterioridad en Valladolid–  pero no por ello perdió el tiempo. Tras realizar un máster en Madrid decidió ofrecerse en prácticas al CARde San Cugat. Le aceptaron. Allí estuvo ayudando al equipo Olímpico de Gemma Mengual, Paola Tirados... «Disfruté muchísimo». Estando allí una de las fisios titulares se hizo un esguince. «Estaban contentos conmigo y me ofrecieron una sustitución de 15 días». Y esos quince días le permitieron entrar en contacto con el médico de la Federación de Atletismo de Castilla y León, que a su vez era el médico del Real Valladolid. Y si un esguince le abrió una puerta, un amago de infarto de uno de los fisios del Real Valladolid le abrió otra. Necesitaban incorporar a una persona para los últimos cuatro meses de temporada. «Yo entonces tenía  plaza en el Hospital Clínico».Era el momento de elegir. «Era la llamada que esperaba». Arriesgó, tomó decisiones. «Soy una persona inquieta que necesita encontrar estímulos para tratar de ser mejor». De no haberlo sido, «ahora mismo estaría trabajando en el Clínico».  

Comenzó en el Valladolid con Marcos Alonso y Alfredo Merino. Llegaría después José Luis Mendilibar, con el que ascendería a Primera División, donde disfrutó y aprendió durante los años siguientes. Aquello «fue un máster enorme» de fútbol. Uno de los fisios se quedaba en camilla, otro subía a campo.No hace falta preguntar dónde quería estar Miguel. «Me encantaba subir al campo, ver los entrenamientos, las tareas... Yo era muy preguntón. Tenía mis charlas con Mendilibar, me gustaba saber por qué se hacían las cosas.Además, el Valladolid tiene una estructura muy profesional.Tenía la oportunidad de ver muchas cosas –como los entrenamientos de Rubén de la Barrera,Borja Jiménez o Rubén Albés– pero lo que me hizo ser entrenador fueron los años con Mendilibar.Era una persona muy abierta, te explicaba las cosas, le gustaba hablar de fútbol. Es donde me picó el gusanillo». Ahí empezó el Miguel entrenador.  

«Soy detallista y muy perfeccionista». ¿Apasionado? «Si eres muy perfeccionista a la hora de preparar un partido entonces... Tratas de ver todos los partidos que puedes del rival, de llevar cada tarea al límite, de grabar lo que tienes que grabar, de hablar, de tener al cuerpo técnico totalmente exprimido. Entonces... Más que apasionado diría que soy perfeccionista. Me encantaría vivir sólo del fútbol, seguir dando pasos. Lo que no quiero es que se convierta en una obsesión. Ahí caeríamos en un error.Cuando algo se  convierte en obsesión dejas de pensar bien las cosas». No quiere perder la perspectiva ni olvidar a las personas que le rodean. «Son fundamentales. Te dan  estabilidad. El equilibrio a nivel emocional es muy importante.No puedes olvidar a la gente que tienes al lado».

Detallista en lo que hace, actualizarse en el fútbol es primordial. De lo contrario te quedas fuera. «Tal cual». Este deporte «ha cambiado mucho».Las figuras que forman un cuerpo técnico, la tipología de los jugadores, análisis, nuevas tecnologías... «Ahora mismo un entrenador que no maneje ciertas cosas, no está preparado. Si no te actualizas es el propio fútbol el que te aparta». Tiene claro que todo aquello que va surgiendo nuevo «hay que conocerlo. Si no manejas ciertas cuestiones el jugador lo puede interpretar de forma negativa.Tienes que conocerlo, otras cosa es después cómo lo manejes». Pone como ejemplo la «fiebre por los datos» que hay ahora mismo en el fútbol. «Puedes conocerlos y manejarlos para aplicarlos a tus ideas si es necesario». En el equilibrio está la virtud.  

Y más que en el convencimiento o en la imposición de ideas, lo que tiene claro para un vestuario es la implicación para la búsqueda de soluciones. «Aunque tengas tu idea, si haces participe del problema y de la búsqueda de soluciones a los que la tienen que ejecutar, seguramente la conclusión a la que llegues aquellas personas que la tengan que ejecutar lo harán mucho más convencidos. Y no hay nada mejor para hacer una cosa bien que estar convencido de que lo que estás haciendo está bien. Si te lo imponen lo harás como un autómata. Quizás lo hagas bien pero si eres una parte implicada en la solución estarás más convencido.Implicar a la gente en las soluciones que requiere cualquier tarea de grupo convence más».

En su vida personal y profesional la fisioterapia –tiene una consulta en Valladolid– ocupa un papel relevante. «Llevo trabajando en la fisioterapia 17-18 años». Se ha labrado un respeto. «Que profesionales de la fisioterapia deportiva acudan a mi, me consulten para poderles echar una mano me hace sentirme realizado, reconocido y exigido.La fisioterapia me encanta, pero es cierto que me gustaría muchísimo poder tener una época de mi vida en la que dedicarme al cien por cien al fútbol». Bien es cierto que ahora mismo a la fisioterapia le dedica «dos o tres horas al día», pero le gustaría arriesgar, «tener una época en la que si tengo que salir fuera y no estar a dos bandas poder probar, ver hasta dónde poder llegar». Sería un tiempo, porque no quiere abandonar su labor como fisio. «Es algo muy valioso». Si el fútbol va mal «vuelvo a mi clínica, a mis ingresos, a mi día a día donde soy feliz. Tengo compañeros que se pasan media temporada sin entrenar con esa sensación de agobio» de llegar a final de mes. Y es que el fútbol moderno tiene el gatillo muy fácil para poner en el disparadero al entrenador. «Sabemos cómo está montado este invento.Cuando celebras es la parte bonita y cuando no, pues es la parte cruel. Por un lado te sientes muy importante porque manejas todos los hilos del equipo, pero por otro lado dependes de un juego y al final en un juego influyen muchas cosas. El fútbol es de los pocos deportes en el que un equipo jugando muy bien puede perder y un equipo jugando muy mal puede ganar».

Llegue o no llegue ese momento de ser entrenador a tiempo completo, no se detiene. «Estoy en un momento de mi vida en el que tengo la sensación de estar viviendo muchas vidas a la vez».Cuando no es su labor como entrenador o fisioterapeuta es un partido de tenis, una maratón... Olos sobrinos. «Una de las cosas que más ilusión me ha hecho es poder acompañar a mi sobrina a su primer concierto en Valladolid».Qué más da si al día siguiente había que madrugar para coger un tren a las 7 de la mañana, «era lo más importante que tenía que hacer. Porque hacerlo me iba a generar tal sensación de bienestar conmigo mismo que me iba a hacer trabajar después mejor». Exprime el día y la vida. «Tengo la sensación de que me faltan horas, pero no por ello quiero dejar de hacer cosas. Ya veremos después, pero hay que aprovechar el tiempo porque nunca se sabe». Le pide más tiempo –con razón– Soraya, su novia. «A veces se enfada porque no tengo tiempo». Tiene la respuesta. «Es que no sabes lo difícil que es ser Miguel de la Fuente» la responde con cierta ironía.  

Lo que sí sabe Miguel es que implicarse, empaparse allí donde va es importante. «Me gusta que los jugadores sepan la camiseta que llevan, lo que representa. Que tengan sentimiento de pertenencia. Yo lo necesito». Se ha empapado de Ávila. Por eso le puedes ver comprando en la frutería bajo tu casa, caminando por tu calle, paseando por Sonsoles o corriendo por la muralla, donde cada día se cruza con esas señoras mayores que le dicen con cariño «ahí va el entrenador del Ávila». Le gusta. Porque esos detalles son los que hacen de la vida algo agradable. Porque esto es Ávila. «Disfruto un montón».