Hablar de Roberto Nieva es hablar de música. De saxofón. Y de jazz. De mucho jazz. Porque su vida, desde que nación en Ávila en 1986, ha estado siempre vinculada a una partitura. Lo mamó en casa -su padre, Paulino, toca el saxofón en la Banda de Música de Ávila- y desde muy pequeño supo que sus pasos, tanto vitales como profesionales, iban a dirigirse inevitablemente hacia ese camino.
Ahora, años después, cuando Roberto gira su espalda y mira ese camino ya andando se da cuenta de que no podía haber habido otro. Sabe que acertó en su elección y disfruta de una profesión para la que se ha preparado con los mejores y que, ejerce en varias vertientes.
Porque además de su faceta como compositor e intérprete, Roberto es profesor. Pero no queramos adelantar acontecimientos, y viajemos a esa Ávila de finales de los 880 y principios de los 90, la de la infancia de Roberto, y en la que él se recuerda siempre entre el colegio Pablo VI, la peluquería de su madre, Felisa, y el Conservatorio.
«Mis primeros recuerdos relacionados con el mundo de la música puede que estén en las clases de coro y canto a las que me llevaba mi padre con una señora que se llamaba Elia, en la zona de la estación», comienza Roberto a hilvanar recuerdos. «Tendría entre tres y seis años y allí íbamos un montón de niños», prosigue.
Con sólo ocho años y con las ideas muy claras, hizo las pruebas de acceso al Conservatorio. Y aprovecha este punto de la conversación para tratar de echar abajo algunos «estigmas» que arrastran estos centros. «Allí no hay una ley marcial, yo podía seguir haciendo la vida de un niño de ocho años, jugando al fútbol y demás», responde a aquellos que piensan que a los niños, por pequeños que sean, se les exige demasiado en los conservatorios. «De hecho, sería contraproducente, porque de ser así sólo se conseguiría que aborrecieran la música», dice con conocimiento de causa, «y ése no es el camino para un niño que está probando».
Él, por supuesto, lejos de aborrecer aquellas lecciones reafirmó en las aulas del Conservatorio de Aula su pasión por la música. Y comenzó a tomarse muy en serio sus estudios, consciente de que su futuro estaba entre corcheas y claves de sol. Por eso no dudó en matricularse en el Bachillerato Musical del Jorge de Santayana, donde prosiguió sus estudios.
Y entre clase y clase, Roberto tenía tiempo para ir a conciertos. Los que más le marcaron, tiene claro, fueron los que se incluían en los ciclos de jazz que organizaba entonces la Caja de Ávila. «Cuando ahora veo los programas de mano de esos conciertos, que los conservo, alucino con el nivel de los músicos que venían a Ávila, era gente de primera categoría, súper reconocidos a nivel mundial», se emociona al recordar unos recitales que le llevaron de la mano hacia el jazz.
¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?
De Ávila me gusta su autenticidad, el patrimonio, los vestigios de su historia y redescubrir los hechos que por sus calles acontecieron en tiempos pasados.
¿Y lo que menos?
Los estigmas de la ciudad.
Un lugar de la ciudad para perderse.
Siempre me tomo un momento para ir hasta el mirador de los Cuatro Postes. Desde allí y a cualquier hora del día es un lugar perfecto para tener una perspectiva elevada sobre la ciudad, reflexionar y tomar una foto de mi lugar favorito.
Un recuerdo de su infancia.
El recorrido que hacía de niño desde mi casa al antiguo Conservatorio. Desde la calle Burgohondo, por la plaza del Rollo, pasando por la plaza de la Iglesia de Santiago hasta la calle Casimiro Hernández, donde se encontraba el Conservatorio. Recuerdo las empinadas cuestas que con el saxofón cargado aun lo eran más.
Un personaje abulense que le haya marcado.
Julia de Castro.
El mayor cambio que necesita Ávila es…
Potenciar un tejido social, cultural, industrial basado en las nuevas generaciones con una visión más transgresora.
Y tiene que mantener…
Su identidad.
¿Qué le parece la ciudad hoy en día?
Creo que Ávila ha tenido un lavado de cara importante en cuanto a su infraestructura y potenciación del turismo. La ciudad ha prosperado. Pero hoy en día no es suficiente para crecer y evolucionar.
¿Cómo ve la ciudad en el futuro?
La pandemia que estamos viviendo, sin duda, es un agravante en cuanto al desarrollo de nuestra ciudad, por lo tanto no creo que haya mucho cambio.
¿Qué puede aportar a la ciudad?
Mi compromiso por la música siempre ha sido absoluto. En este sentido acercar el jazz y los valores de la música a las personas sería algo muy bonito.
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