Bajo un complicado nombre ('Proyecto educativo para la enseñanza del lenguaje escrito a la población infantil migrante que accede al sistema educativoespañol en condiciones de analfabetismo con graves dificultades en su aprendizaje') se esconde una preciosa iniciativa que la Facultad de Educación y Turismo de la USAL en Ávila (a través del suServicio de Asuntos Sociales) lleva a cabo con Cruz Roja Ávila y la Fundación Cepaim de Salamanca.
A través de este proyecto, alumnos (alumnas, en este caso) de cuarto curso de las asignaturas de Didáctica de la Imagen y de la mención Audición y Lenguaje dan un paso más y se convierten en los mejores profesores para aquellos niños llegados de fuera que necesitan un apoyo para poder llevar adelante su educación.
Pero si algo nos quieren dejar claro los dos profesores que ayudan a las chicas a desarrollar el material didáctico, Alfredo Omaña y Montfragüe García Mateos, es que no se trata de un voluntariado como tal. Y tampoco son unas prácticas al uso.
Entonces, ¿qué diferencia el trabajo de las alumnas de la USAL de esas otras realidades?, preguntamos a Alfredo. «Aquí hablamos de aprendizaje y servicio», resume en una preciosa sentencia una realidad que arrancó el año pasado y que a lo largo de este curso lleva a una decena de alumnas de Educación y Turismo a experimentar en primera persona cómo es la profesión que eligieron hace cuatro años.
«Ellas ponen todo su conocimiento al servicio de la sociedad», prosigue hablando el profesor del Campus de Ávila, que en su tarea ve a sus alumnas como «casi profesionales» y maestras «totalmente autónomas».
«En realidad», prosigue hablando, «es un viaje al futuro. Ellas están haciendo ya el trabajo de un docente a todos los niveles», continúa hablando el profesor, que argumenta su idea asegurando que las alumnas no les reportan ni a él ni a Montfragüe cada uno de sus problemas.«Todos los resuelven ellas», dice.
«Nosotros», toma la palabra ahora la profesora que coordina el material didáctico y el proyecto, «sólo nos ponemos a su servicio y nos adaptamos a sus necesidades». Se refiere en este caso a las ONG con las que trabaja la USAL, y alaba la labor llevada a cabo tanto desde Cruz Roja Ávila como desde Cepaim.
Y cuando se trata de hablar de sus alumnas, Montfragüe también tiene sólo buenas palabras. «Me emociona su nivel de implicación. Es que es un lujo: son ellas las que vienen a interesarse por el programa», asegura la profesora universitaria que, por otra parte, quiere agradecer el apoyo incondicional desde la Dirección de Magisterio de Isabel López Fernández así como de los demás compañeros del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, muy volcados también en el proyecto, como Javier de Santiago Herrero y Luis Miguel Sánchez Gil.
«Como profesores, nosotros les hablamos de la realidad de un aula. Pero cuando salen y lo ven ellas mismas, ven sus fallos... Hasta en eso es bonito el proyecto», retoma la narración Montfragüe, que no duda en animar a todos los alumnos de la facultad a interesarse por un programa joven, ya que apenas lleva dos años de rodaje.
«Es que hay muchos alumnos que tienen inquietudes pero no saben adonde dirigirse», plantea Montfragüe, que tiene muy claro que el conocimiento hay que sacarlo fuera de las aulas. Y de eso, presume, se sabe mucho en la Facultad de Educación y Turismo de Ávila.
«La universidad está afuera, en realidad», completa su idea Omaña, antes de ceder la palabra a las alumnas.
El testimonio de las chicas. Virginia, Chaida, Blanca, Ouiam, Sarai, Assia, María y Sanae son ocho de las chicas que este curso se han lanzado a la aventura de ejercer su profesión antes de abandonar definitivamente las aulas de la facultad.
Son ellas las que nos cuentan las motivaciones que les han llevado a ello, lo que les aporta y cómo lo disfrutan, entre otras muchas cosas.
A Assia, por ejemplo, le animó a enrolarse en el proyecto «el poder llevar los contenidos teóricos de las aulas a la práctica» para, así, nos dice, poder ver cómo será su futura labor.
Ella, como Chaida, Ouiam y Sanae es marroquí. Y eso, asegura esta última, les ayuda en cierta medida en su labor, ya que trabajan con niños llegados de fuera de España. «Ellos nos ven como extranjeras aquí, y eso les motiva», nos dice, y nos cuenta cómo pudo empatizar en el minuto uno con un pequeño que le preguntó si ella hablaba árabe.
«La verdad es que nos gustaría poder ayudar a todos, tanto a los que dominan el idioma como a los que no saben nada. Pero la verdad es que no tenemos tiempo», reconoce Sanae, entregada en cuerpo y alma a la causa, como sus compañeras.
Como Blanca, que nos explica que una de nuestras principales dificultades de su tarea en que muchos de los niños no tienen un nivel mínimo de adquisición del español hablado por lo que iniciar la enseñanza del lenguaje escrito llevaría más tiempo del que se dispone en el marco del programa APS. Tanto ella como sus compañeras son maestra vocacionales como pocas, y desarrollan todo tipo de herramientas para vencer ése y los demás problemas que les van surgiendo en sus aulas de Ávila ySalamanca. Aulas en las que, por cierto, no imparten contenido nuevo sino que refuerzas las necesidades individuales que puede tener cada uno de los niños.
«La carrera se enfoca a los colegios, pero este proyecto nos permite conocer otras realidades», prosigue hablando ahora María. Realidades que, efectivamente, se salen del día a día de la mayoría de docentes, pero que les permitirán, en un futuro, moverse como pez en el agua en los colegios o centros en los que impartan en un futuro no muy lejano docencia.
¿Y querrían seguir trabajando en el proyecto el año que viene?, les preguntamos antes de despedirnos. «¡Si!», responden prácticamente las ocho al unísono, aunque saben que, de momento, eso no es posible.Deberán ser los futuros alumnos de cuarto los que les tomen el relevo.