De la anécdota a la categoría: el celtiberia show de Belorado trasciende a la excentricidad de la priora sor Isabel de la Trinidad y el "obispillo" de Rojas. Evidencia el grave problema que se nos viene encima con la falta de vocaciones religiosas de vida contemplativa. Tomemos la provincia de Burgos, escenario de la asonada: a finales del 2022, más del 42 por ciento de las monjas tenía más de 80 años. Un total de 393 monjas, de las cuales el 70 por ciento pertenecen a "Iesu Comunio", de manera que el resto se reparte en algo más de 20 conventos. Se mantienen gracias a las pensiones y al Banco de Alimentos. En el horizonte, reconversión total.
Una de las manifestaciones del problema es de carácter inmobiliario: edificios muy valiosos pero de muy costoso mantenimiento. Escasez de medios para sostener un patrimonio irrepetible. Y un país al que le cuesta mirar a medio plazo más allá de sus narices. Urge un plan nacional para el día después de que desaparezca la generación antañona que ingresó a raudales intra muros en la posguerra. La Iglesia tiene que dejar se ser vista por amplios sectores políticos como enemiga y ser integrada en la solución de un problema que le concierne a ella pero que nos afecta a todos.
De cuando en cuando aflora en superficie la mugre de una España carpetovetónica que los chamanes de Belorado representan fehacientemente. Básicamente gentuza que se burla del sentimiento religioso de millones de personas. Ya me gustaría a mi viéndoles atreverse a hacer lo mismo con alguna otra religión. Y me gustaría ver a las "sores" levantiscas sometidas a una disciplina civil elemental acorde con su condición que diera buen castigo a su insubordinación con fines de especulación inmobiliaria.
Pero más allá de esta farsa a la que solo le faltan llagas y estigmas, están las apreturas de un elenco, el de la vida Consagrada, que bien merece una liquidación ordenada para dar paso a la siguiente pantalla. De lo contrario no será este el último episodio protagonizado por mangantes y buscones.