"Las oportunidades no están en la puerta de casa esperándote"

Alberto Sánchez
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Oficial de mesa en sus inicios en el baloncesto, primer entrenador en el Óbila Club de Basket en el presente. Antonio Déniz, canario de nacimiento y desde hace 15 años un abulense más, afronta el deporte como afronta la vida, "con ambición"

Antonio José Déniz - Foto: David González

Canario de nacimiento, abulense de 'adopción' y con sangre 'verderona' en el cuerpo.Así es Antonio José Déniz González (38 años), entrenador del Hotel 4Postes Ávila Auténtica El Bulevar y administrativo en el aeropuerto de Madrid Barajas - Adolfo Suárez, más concretamente agente de aduanas en DHLExpréss. «Todo lo que sale de España tiene que tener su documento». En su caso, todo lo que sale a través de DHLExpress, la empresa para la que trabaja. El que salió de Canarias fue él en un viaje junto a unos amigos en 2006 que le trajo hasta Ávila y en el 'Máspalomas', no la playa sino la cafetería abulense, conoció a la que hoy es su mujer, que trabajaba en este establecimiento. «Llevo aquí desde hace casi 15 años, desde que conocí a mi mujer.Vine para un fin de semana y me quedé para siempre. Mucho avión, yendo y viniendo...» Llegó con una sudadera en pleno invierno. «Tuve que ir a la primera tienda que vi abierta para comprar una cazadora. Lo más frío que había pasado podían ser diez grados». De raspar el cristal del coche mejor ni hablamos.Ahora ya lo sabe. Ya es uno más en todos los sentidos en una ciudad que, aunque no tiene playa, lo que más echa de menos de Canarias, tiene otras muchas cosas.

Su día a día es compaginar su labor como agente en aduanas con su  familia, la personal –su mujer y sus dos hijos– y la deportiva, el Óbila. «Pasas mucho tiempo con todos ellos. Conoces sus inquietudes, sus problemas... Adquieres un vínculo con ellos.Pero no se trata de ser su amigo. No quiero serlo. Soy el entrenador, pero pueden confiar en mi» comenta AntonioDéniz ante la relación con el vestuario, algo a lo que da mucha importancia. Es lo que no se ve pero que resulta tanto o más complicado que lo que está a ojos de todos, lo deportivo, lo que ocurre en la cancha, en este caso alrededor del baloncesto, un deporte «que siempre me enganchó desde el colegio». Creció disfrutando con las narraciones de Andrés Montes o Daimiel y las actuaciones de Pau Gasol en la NBA. Además «al lado de casa teníamos la Escuela de Árbitros de Las Palmas, que es muy buena a nivel internacional. Tenía árbitros de primer nivel, como Miguel Betancor. Tenían muy buenos cursos de árbitros y oficiales de mesa. Llegué a ser oficial de mesa en partidos de la ULEBCup –ahora EuroCup– cuando jugaba el GranCanaria».Entonces era como una esponja.Veía partidos, entrenamientos, conversaba con entrenadores... Momentos de mucho aprendizaje. Haber estado en ese 'otro' lado del baloncesto ayuda. «Te sirve para saber cómo piensan los árbitros, cómo controlar algunos momentos».Asegura que será raro «que me piten una técnica. No soy de protestar. No creo que las protestas puedan cambiar el rumbo de un partido.Todo lo contrario, te pueden perjudicar.  Además los errores son parte del juego.Igual que nos equivocamos los entrenadores y los jugadores, ellos también» asume.

De Canarias a Castilla La Mancha por trabajo, todo ello sin dejar de lado su formación en el baloncesto. «Comencé en Tarazona de La Mancha, en una escuela deportiva. Estaba muy cerca de Quintanar del Rey»,   una localidad y un club en el que fue entrando poco a poco. Del júnior «a ayudante en EBA. A partir de ahí fui compaginando tanto Tarazona como Quintanar, donde acabé de entrenador en el equipo de Liga EBA». Comenzó como  ayudante y terminó de primero salvando al equipo. «Un buen año. Me ofrecieron seguir pero me tenía que venir entonces a Madrid».Una temporada viviendo entre Ávila, Galapagar y el banquillo de Colmenar Viejo. «Con un grupo joven hicimos una buena temporada». Llegó el parón de la Covid, el nacimiento de su hijo y se tomó un tiempo. Se asentó definitivamente en Ávila y llegó la llamada del argentino Carlos Osvaldo Gómez, que en 2021 aterrizaba en Ávila como nuevo entrenador para el primer equipo del Óbila Club de Basket. «Necesitaba un ayudante». David Carretero, quien entonces parecía indicado para ese puesto, tomó las riendas del Primera Nacional. De nuevo se enganchaba a la rueda del baloncesto con el Óbila y lo hacía «con una labor seria, con trabajo de 'scouting', trabajo técnico individual y táctico. Aquel año comenzamos mal pero hicimos un gran trabajo.Llegamos a tener una racha de diez victorias seguidas.Casi nos enganchamos y nos metemos en la fase de playoffs». Con la marcha de Carlos Osvaldo a Ourense el nombre de AntonioDéniz sonó como opción para el primer equipo. Pero apareció el nombre de Evaristo Pérez. Y a un entrenador con esa trayectoria no se le podía decir que no.

«Se me propuso ser de nuevo ayudante, pero yo no lo veía.No quería volver a serlo. Me gusta dirigir, tomar yo las decisiones en los partidos».Después de tantos banquillos «yo creía que debía ser el primer entrenador».Se veía preparado.  Se echó a un lado, «sin llegar a irme del todo». Continuó viendo partidos de la Liga EBA, clínics de formación... Y con la marcha de Evaristo se le volvió a abrir la puerta del Óbila. «Les presenté mi proyecto, les pareció interesante.Puede ser más arriesgado pero también más novedoso, valiente en la forma de jugar, yendo a más puntos, más ofensivo».  Ya había hablado con clubes de Madrid. «El Óbila me dijo que esperara».Y esperó. «Y entre una oferta y otra» apostó por el Óbila, «por la ilusión de estar arriba».  

No ha sido jugador de baloncesto, una moda que ahora se ha impuesto como un marchamo de calidad para dar la oportunidad de primeros banquillos a quienes jugaron en pista por delante de quienes no lo hicieron. «Si acabas triunfando no importa cómo acabas llegando pero es cierto que hice el curso al mismo tiempo que Prigioni o Lakovic y antes de acabar el curso ellos ya tenían equipos esperándoles». En el caso contrario, Jordi Fernández. «No llegó a ser un gran jugador pero ahora es entrenador en NBA. Fue entrando poco a poco.Son dos modelos diferentes. Si triunfas da igual cómo llegues».  Y si para llegar hay que viajar, se viaja. «Soy de los que creo que hay que moverse.No hay que acomodarse en los sitios, sino buscar oportunidades y las oportunidades nunca van a estar en la puerta de casa esperándote. Hay que ir a por ellas». Esa oportunidad puede ser un sentimiento. «En mi caso el amor, por así decirlo, me llevó a moverme más de lo que quizás hubiera querido».Esa oportunidad puede ser el baloncesto. «Si surgen oportunidades y hay que moverse».

Todo ese ir y venir, todas esas experiencias en los banquillos, le han llevado a saber que la gestión de un vestuario «es la parte más difícil» porque «estamos hablando de personas.Cada uno tiene su vida,  sus problemas.No son sólo jugadores. Cuando fichas buscas un rendimiento inmediato pero ante todo son personas. Les estamos ofreciendo un salario digno pero no les estamos arreglando la vida» advierte ante el nivel de exigencia al que se les puede someter. «Hay que tener cuidado en ese equilibrio, no pasarnos y apretarles demasiado». A partir de ahí, «cada uno es un mundo. Puedes encontrarte un jugador que ganando de veinte acaba enfadado porque no ha jugado lo suficiente. Otros días eres tú el que te vas enfadado por haber perdido y ellos los que se van contentos por haber jugado. Cada partido, cada semana es un mundo y tienes que afrontarlo con tacto, con delicadeza para que el vestuario no se vaya de las manos, que es lo más importante.Por encima de los resultados deportivos está el vestuario.Que haya buen ambiente en el vestuario es más importante que acabar sexto o quinto. Prefiero un año tranquilo en ese aspecto pero trabajando bien, a ser un equipo fuerte pero en el que el vestuario esté roto». Se enfoca mucho en eso. «Es clave en el rendimiento deportivo.Si pierdes el vestuario no hay nada que hacer. Los objetivos deportivos están muy bien pero el proceso, la forma de llegar a ellos es tanto o más importante». Por ello no dudó en pedir perdón a la afición en el primer partido de temporada. Se ganó pero no le gustó el cómo. «Quiero ganar» reivindica pero tiene claro el cómo. «La manera de llegar a esas victorias es más importante que la victoria en sí. Hay derrotas de las que te vas con un buen sabor de boca por cómo has trabajado». Parte siempre de la «ambición», creer y hacer creer a los suyos que es posible. «Hay que meterles en la cabeza a los jugadores que hay que ir a por más». En el deporte como en la vida. «Hay que tener en cuenta lo que tienes, pero hay que ser ambicioso y siempre aspirar a algo más.No tengo otra forma de entender la vida».

Una vida que fuera de las canchas  y los banquillos la protagonizan sus hijos, su familia... «Puedes conseguir un ascenso, pero cuando llegas a casa hay que bajar la basura, cambiar un pañal, ir a la compra...» La vida misma. No tiene mascotas. «Suficiente tengo con los niños» se ríe. «El poco tiempo que tengo lo paso con ellos».