Las reliquias de Santa Teresa se protegen como si de un preciado tesoro se tratara. Por ese motivo no solo se guardan con celo sino que la apertura del sepulcro adquiere la dimensión de hecho extraordinario y hasta misterioso.
Debido al interés que despierta el sepulcro de Santa Teresa y los muchos fieles que acuden desde hace siglos a venerar los restos de la Santa abulense al monasterio de las Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes en el sigloXVII, recuerdan desde la Orden del Carmelo Descalzo, se ideó «un sistema de guarda y protección compartida» del sepulcro, que «gravita sobre todo en la división y distribución de las llaves» del mismo, de forma que hasta que todas estas llaves no se juntan éste no se puede abrir. Este hecho solo es posible una vez obtenidos los permisos requeridos de Roma para que los detentores de las distintas llaves procedan a la apertura. Ordinariamente se confían las llaves a personas o entidades, civiles y religiosas, que representen de alguna forma a las partes interesadas.
«Las llaves del sepulcro son diez, tres tiene la comunidad, otras tres el Excmo. Señor Duque de Alba, otras tres Nuestro Reverendo Padre General (en Roma), y una del arca interior de plata el Rey nuestro Señor», explica la situación acerca de las llaves del sepulcro teresiano la cronista de la comunidad carmelita en un documento del archivo conventual: (Archivo MM. Carmelitas, signatura C-9, antes del fol. 35).
Desde la Orden del Carmelo Descalzo explican que aunque ese reparto es así, «de algunas llaves, y por precaución, la comunidad carmelita albense, con muy buen criterio y ya desde antiguo, ha realizado copia para evitar problemas en caso de pérdida o desaparición y así no hubiera que forzar el sepulcro para poder abrirlo».
Cada una de las llaves abre un sector distinto del monumento sepulcral. Así, se requieren tres llaves para la reja exterior de hierro del camarín, que está en un lugar bien visible; otras tres para la tapa de bronce incrustada en el arca de mármol por la parte anterior que mira al camarín, también ahora visible; y cuatro para el arca interior de plata. Este conjunto de llaves, para conceder a todos los representantes la misma potestad de control, se hallan divididas a su vez en juegos de tres para cada delegado o compromisario, de modo que todos tienen las mismas: una de cada sector (reja + arca de mármol + arca de plata), excepto el caso de la llave real (del arca interior de plata) «que es de pura deferencia hacia la persona regia y no es decisiva en el proceso de apertura del sepulcro».
En la actualidad, los tres juegos de llaves del sepulcro, cada uno de ellos con tres llaves, están en manos de la priora de las carmelitas descalzas de Alba de Tormes, en el Monasterio de la Anunciación; del Padre General de los carmelitas descalzos en Roma, de la Orden del Carmen Descalzo, y del Duque de Alba, antaño depositadas en la capilla del Palacio de Liria, en Madrid, y actualmente en el Palacio de Monterrey de Salamanca. A estas llaves se suma además la correspondiente a la monarquía española que abre el arca interior de plata y que el Rey Alfonso XIII entregó al Prior de los Padres Carmelitas Descalzos antes de su exilio. Esta llave se expone en las salas de exposiciones del convento de San Juan de la Cruz. Posiblemente, apuntan desde la Orden del Carmelo Descalzo, exista «una llave de más, que está entre el juego de la Casa de Alba, terminando su puño con la corona real, al igual que la entregada por Alfonso XIII, sea una copia de la que el Duque de Alba desde el siglo XVIII guardaba como delegado regio».