El pueblo repoblado con madres

E.Carretero
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A través de la Fundación Madrina, que ofrece ayuda a la infancia y la mujer, Santa María del Berrocal se ha convertido en el hogar de cuatro familias que suman en total catorce menores en edad escolar lo que ha permitido abrir el colegio

El pueblo repoblado con madres

Jéssica es una madre española de 32 años con  ELA que estuvo a punto de perder la custodia de sus  hijos por no poder acceder a una vivienda en condiciones. Hace años, en el momento más vulnerable de su vida, tras el nacimiento de su segundo hijo, encontró refugio en los pisos tutelados de la Fundación Madrina, cuyo objetivo es asistir y ayudar a la infancia y la mujer, especialmente gestante o madre con hijos menores, en situación de riesgo. Sin embargo, al no contar con vivienda estable la posibilidad de que los servicios sociales le quitaran la tutela de sus hijos seguía ahí. «Con la pandemia, a la compañera de piso que yo tenía le hicieron un ERTE y a mi me quitaron la ayuda que tenía, y no lo pudimos pagar», recuerda esta madre que tras ser desahuciada se quedó en la calle con sus hijos. 

Ante esta situación desesperada y tras pasar por varias habitaciones de alquiler, ya que encontrar vivienda enferma y sin recursos es prácticamente una misión imposible en grandes ciudades, Jéssica y su familia entraron en el programa Pueblos Madrina de la Fundación Madrina gracias al cual hace unos días ella, su pareja y sus hijos se instaron en Santa María del Berrocal. En este pueblo abulense, y gracias al Ayuntamiento, han encontrado una vivienda digna y a un alquiler asequible que en otro sitio les hubiera sido imposible pagar. «Es la casa de mis sueños», reconoce Jéssica que por primera vez después de muchos años tiene una «tranquilidad» que había perdido. «Esto es dejar mi vida pasada atrás y empezar una vida nueva en la que puedo ser feliz por fin junto con mis hijos y mi pareja, que ya era hora», reconoce esta nueva vecina de Santa María del Berrocal. 

El nuevo hogar de Jéssica y de su pareja es un chalet de dos plantas, dos baños, cinco habitaciones y un terreno, donde su hijo Manuel ya sueña con tener gallinas, conejos y perros. Un hogar que ofrece a esta familia una oportunidad única para rehacer su vida. Jéssica, además, no es la única madre en situación de vulnerabilidad que se ha instalado en Santa María del Berrocal en los últimos tiempos gracias a este proyecto de la Fundación Madrina que, en colaboración con el Ayuntamiento, ya ha conseguido que otras tres familias con hijos menores de edad y dificultades de acceso a la vivienda  hayan encontrado en este pequeño municipio abulense una solución habitacional.  Así, aparte de la llegada de Jéssica, en este pueblo también se ha establecido una familia madrileña con siete niños en edad escolar que se encontraban en situación de calle, y dos familias más con tres y dos hijos, respectivamente.

El pueblo repoblado con madresEl pueblo repoblado con madresGracias a la llegada de estas familias el colegio de Santa María del Berrocal continúa abierto y, además, con dos aulas, al aportar estos nuevos vecinos catorce alumnos a este centro educativo. «Iban a cerrar la escuela y ahora ya no», destaca Conrado Jiménez, presidente de la Fundación Madrina al hablar de lo positivo de este proyecto no solo para estas madres y sus hijos sino para los pueblos donde se asientan estas familias que aportan menores en edad escolar.  

Esta historia, destaca Jiménez, es «un ejemplo de la solidaridad y el compromiso de la Fundación Madrina y el Ayuntamiento de Santa María del Berrocal con las familias más vulnerables». Un compromiso gracias al cual «Jéssica y sus hijos podrán tener un futuro más estable y feliz en un entorno que les ofrece nuevas oportunidades».

El proyecto Pueblos Madrina de la Fundación Madrina tiene como objetivo brindar una oportunidad de vida a familias numerosas que se encuentran asfixiadas por los altos costes de la vivienda y la vida en las grandes ciudades. Las familias con niños, recuerdan desde esta fundación, «son especialmente vulnerables a esta situación, ya que muchos propietarios se niegan a alquilarles viviendas por considerarlos una carga o molestia». Esta discriminación, sumada a la escasez de plazas en guarderías y colegios públicos, aboca a estas familias «a una espiral de exclusión social que se ve agravada por el absentismo y el fracaso escolar de los menores», lamentan desde la fundación.