El hielo encoge su figura

Antonio Broto (EFE)
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Los glaciares languidecen a causa de los irremediables efectos del cambio climático y de otros fenómenos extremos como El Niño, hasta el punto de desencadenar en 2023 su mayor pérdida de masa en medio siglo

El hielo encoge su figura

Los glaciares están menguando. Paulatinamente, esta es una de las consecuencias directas e irreversibles del cambio climático. Un fenómeno que, aunque quizás no esté aún entre las principales preocupaciones de la población mundial, es uno de los factores que más va a marcar el futuro. En este sentido, la actividad humana ha repercutido en estos enormes bloques de hielo, hasta el punto de sufrir en 2023 su mayor pérdida de masa en medio siglo.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), a las constantes variaciones del clima se le han unido las alteraciones hidrológicas ligadas a la transición de eventos como El Niño o La Niña, que provocan que el agua caliente retenida en las profundidades del océano suba a la superficie. Este hecho, unido al cambio climático, desencadenó que entre septiembre de 2022 y agosto de 2023 los glaciares perdieran 600 millones de toneladas de agua, especialmente los localizados en el oeste de Norteamérica y en los Alpes europeos. Por ejemplo, los situados en Suiza han reducido su volumen de hielo un 10 por ciento en tan solo dos años.

«El deshielo y el retroceso de los glaciares amenazan la seguridad a largo plazo de millones de personas», advirtió la secretaria general de la OMM, la argentina Celeste Saulo. Un nuevo informe de la agencia meteorológica de la ONU indicó que el pasado año, ya con anterioridad confirmado como el más cálido del que se tiene registro, fue además el más seco para los ríos del planeta en 33 años.

La mitad de las cuencas fluviales mostraron en 2023 condiciones anómalas, en su mayoría menor caudal del habitual, como ocurrió en grandes ríos como el Misisipi y el Amazonas en América o el Ganges, el Bramaputra y el Mekong en Asia.

Por contra, los cursos hídricos fueron superiores a la media de años anteriores en países isleños como Nueva Zelanda, Finlandia, Irlanda o el Reino Unido, así como en zonas de la Europa nórdica como Finlandia o el sur de Suecia.

Sequías e inundaciones

Por otra parte, los fenómenos extremos también se han incrementado. Mientras Libia (África) sufrió en 2023 graves inundaciones que causaron más de 11.000 muertos, el sur asiático, Centroamérica, Argentina, Uruguay, Perú o Brasil experimentaron sequías que en algunos casos redujeron en un tres por ciento su PIB.

Saulo subrayó que el aumento de temperaturas de la atmósfera hace que esta acumule mayor humedad, lo que conduce generalmente a más lluvias torrenciales, aunque al mismo tiempo la evaporación del agua es más rápida, agravando los períodos secos.

«Debido a la subida de los mercurios, el ciclo hidrológico se ha acelerado, volviéndose más errático e impredecible, lo que aumenta los problemas derivados de excesos o déficits de agua», afirmó la secretaria.

Según el documento de la OMM, los últimos cinco años han registrado en general caudales inferiores a la media en los ríos globales, reduciendo el agua disponible para el consumo, la agricultura y los ecosistemas.

Las anomalías avisan

Para la máxima responsable de la OMM, las cada vez mayores anomalías en el sistema hidrológico global son uno de los principales avisos de las graves consecuencias del calentamiento global.

«El agua es el canario en la mina del cambio climático. Envía señales de alerta en forma de cada vez mayores tormentas, inundaciones y sequías, provocando enormes pérdidas de vidas, ecosistemas y economías», señaló.

La científica argentina pidió mejorar las mediciones de las precipitaciones globales y la situación de los recursos hídricos en las masas de agua dulce ya que, pese a informes como los que elabora la OMM, la información al respecto es aún limitada y «no se puede gestionar lo que no se cuantifica».

Según la ONU, 3.600 millones de personas en el planeta -un 45 por ciento-, tienen problemas de acceso al agua al menos un mes al año, una cifra que podría aumentar a 5.000 a mediados de siglo.