TENÍAIS que haber venido en Semana Santa, que hacen unos mantecados y unas perrunillas que te mueres, todo casero, casero, parecen las recetas de la abuela». Son las palabras de una clienta de la Panadería Garrosa, en Solosancho, y no es que lo parecen, es que lo son. Sonia y Rafael Garrosa son la cuarta generación de panaderos de esta empresa de tradición familiar que lleva más de un siglo ofreciendo un pan exquisito y dulces caseros a todo el Valle Amblés. Pizzas, empanadas y hornazos en horno de leña, además de otros dulces, completan la oferta de un emblemático despacho que mantiene la maquinaria y las recetas de décadas atrás, lo que le da a sus productos la autenticidad y el sabor de siempre.
Fue el bisabuelo Mariano quien fundó la panadería en Solosancho, en una «pequeña casita» y con un horno muy pequeño, para treinta panes. Su hijo Manolo continuó y después lo hicieron Rafael y sus hermanos, ya en el local actual (calle la Cruz). El horno de leña, con capacidad para 80 panes y que sigue funcionando, «no tiene comparación, es lo mejor que hay», nos cuenta Rafael padre, que ya está jubilado pero como vive arriba a veces se da una vuelta por el local, aunque «lo menos posible», confiesa. También tienen un horno más moderno, de gasoil y luz, para completar un trabajo diario que arranca entre las 4 y las 4,30 horas de la mañana, en función de la producción prevista para el día. «Es la mejor hora», apuntan los hermanos entre risas.
Elaborar el pan les lleva casi cuatro horas, pero luego hay que hacer el reparto por 17 pueblos, algo de lo que se encargan la propia Sonia y su marido. «Llegamos hasta Salobral y San Martín de la Vega, si no no se puede comer en invierno», comentan. Y es que cambia mucho el panorama según la estación del año y el día de la semana. «Ahora los pueblos están un poco parados, vivimos más de las fiestas, del verano, de los fines de semana con las casas rurales...», apunta Sonia, quien pone como ejemplo los alrededor de 700 hornazos que (con ayuda) suelen preparar para Semana Santa.
Sus jornadas pueden acabar poco después del mediodía, pero a veces por la tarde hacen dulces, entre los que no faltan «los más típicos, los mantecados y perrunillas», que se van espaciando «para no cansar». «Y luego está el que se queda sin pan a las tres de la tarde y toca el timbre, así que a veces nos toca venir», señala con resignación aunque sin perder la sonrisa.
En tiempos del pan precocido y los dulces industriales, entrar en la Panadería Garrosa es una maravilla y probar sus productos, un lujo al alcance de cualquiera. La gente sigue valorando este pan artesanal, pero «las familias son más pequeñas y se come menos pan, y tampoco se va al campo como antiguamente». Aún así, «vamos tirando y nos mantenemos», señala Sonia antes de contarnos que, mientras su padre tiene todas las medidas de las recetas «en la cabeza», ella prefiere apuntarlas. ¿Y habrá quinta generación?, les preguntamos. Hijos hay, pero «no parece que tiren mucho para esto, quién sabe».