Entre la impotencia y la desesperación. Así vivieron los vecinos del entorno de la calle Obispo Acuña, frente a la plaza de toros, la crecida del río Adaja durante la madrugada del viernes, que anegó no solo los viales sino también los garajes y sótanos de muchas viviendas, tanto unifamiliares como bloques, y algunos de los negocios situados en la zona, con el consiguiente perjuicio económico. De hecho, todos los locales tuvieron que permanecer cerrados durante toda la jornada.
Eran las tres de la mañana cuando comenzaban a saltar todas las alarmas por la crecida del río que, como ya ocurriera hace dos semanas, hacía que el agua saltara la AV-900 y comenzase a cubrir las calles frente a la plaza de toros.
La policía comenzaba a avisar a los vecinos para que sacaran los vehículos de los garajes, al tiempo que la gente comenzaba a traer sacos de arena y maderas para improvisar diques en las calles. También, con ayuda de los bomberos, se procedió a desaguar los garajes durante toda la jornada.
Entre la impotencia y la desesperación - Foto: David CastroPor la mañana, la crecida también del río Chico puso la mirada en los colegios Juan de Yepes y Pablo VI, que finalmente pudieron desarrollar sus clases con normalidad.
La guardería infantil Mafalda fue uno de los negocios más afectados por la inundación. De hecho, el agua llegó al nivel de las ventanas y la planta baja quedó completamente inundada y su patio parecía una piscina. con los juegos infantiles flotando. Su propietaria, Montserrat Alonso, explicaba que «a las cinco y media de la mañana me llamó Óscar, el mecánico de al lado, y me dijo que viniera porque creía que el agua podía entrar en la guardería, y en lo que tardé en bajar de casa corriendo, ya había comenzado a entrar en el patio, aunque dentro todavía no».
«Comenzamos a poner un dique con bolsas de arena y metacrilatos para que el agua no pasara dentro e intentamos subir al piso de arriba todas las cosas de los bebés y de los niños para que no se mojaran, pero de repente comenzó a entrar corriendo el agua y un bombero que nos estaba ayudando a meter las cosas nos dijo que nos fuésemos de allí porque cada vez el agua entraba más», comentaba Montserrat, quien añadía que «cuando salimos, el agua ya nos llegaba por encima de las rodillas y estaba congelada». «Nos sacaron por la puerta de arriba y las escaleras laterales y ya vimos que en la zona de entrada ya se estaba metiendo el agua dentro y por más que pusimos cosas, debió entrar por encima porque rebosó las ventanas», explicó.
Entre la impotencia y la desesperación - Foto: David CastroEl Bar-Restaurante 'El Diario' fue otro de los locales situados en la calle Obispo Acuña en los que el agua hizo verdaderos estragos. Y es que a los daños materiales hay que sumar el tiempo que tenga que permanecer cerrado el establecimiento. Su propietario, David Gallego, calculaba que en su interior había «más de un brazo de agua».
«Llevamos desde las dos y media de la mañana hasta las diez y no se podía hacer nada, porque el agua ha inundado totalmente el bar y no se puede abrir», comentaba Gallego, quien explicaba que «toda la parte de la terraza está totalmente inundada y luego tenemos también toda la parte trasera a tope de agua y sin luz, con los congeladores llenos de cosa porque este fin de semana teníamos varias reservas, aunque no se puede abrir, evidentemente».
Pérdidas de comida, la cámara mojada, al igual que los motores... «todo lo que lleva un restaurante-bar», señalaba su propietario, quien también recordaba lo vivido hace dos fines de semana, para asegurar que «no tuvo nada que ver, porque entonces se metió muy poco el agua, pero esta vez ha sido insoportable, imposible, no se puede hacer nada».
Almudena Navarro vio como este viernes el agua inundaba el garaje del edificio en el que vive. «Nos llamaron al portero a las seis de la mañana y la policía nos dijo que bajásemos a sacar los coches. Abrimos las persianas y enseguida vimos que el agua que entraba en la guardería era como un río, a una velocidad tremenda», comentaba.
Rápidamente comenzaron a sacar los coches y poner «lo que podíamos» en los trasteros para «que el agua no se metiese, porque el nivel subía muy rápido», explicaba Almudena, quien señalaba que «una vez que el agua llego a la guardería se empezó a filtrar por la calle y como veíamos que no había salida, mi marido y otros vecinos fueron a por sacos de arena, tablas y bombas para evitar que el agua llegara hasta aquí». Reconoció que «no había nada preparado porque no piensas nunca que el agua pueda llegar hasta aquí y todo fue un poco improvisado, cada uno haciendo lo que ha podido y sacándolo de donde se ha podido». «Sabemos que es una zona complicada, pero nunca pensamos que esto podía suceder», comentó Almudena.
Ángel y Víctor vieron como el agua inundaba la madrugada del viernes toda la parte baja de su casa y con ayuda de una bomba durante la jornada de ayer estuvieron intentando sacar toda el agua que pudieron.
«Poco después de las cinco me llamaron por teléfono, pero no lo cogí y luego, con el aviso de la policía, comprobamos que estaba todo inundándose, en nuestro caso el garaje, la bodega y el cuarto donde tenemos la lavadora y la secadora», comentaba Ángel, quien asegura que era «la primera vez» que el agua llegaba hasta su vivienda. «En otras ocasiones llegó hasta los chalets de al lado, pero al nuestro nunca», afirmaba, quien reconocía que «llevamos veinte años aquí y nunca habíamos visto algo igual, aunque cuando cae una tormenta muy fuerte, no es raro que haya agua en la calle».
Explicaba Ángel que cuando compraron la casa «no nos comentaron nada de que era una zona inundable» y apostillaba su hijo Víctor que «si se ha construido en esta zona, se supone que es que se puede, aunque no te quita al 100% de que no vaya a haber problemas, pero no piensas que pueda pasar algo así».