«El teatro ha sido y es mi ancla en los momentos difíciles»

Ester Bueno
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José Antonio Jiménez es más que un director y actor de teatro; es el alma incansable que ha llevado la cultura escénica a todos los rincones de la provincia y ha puesto el nombre de Ávila fuera de nuestro territorio

«El teatro ha sido y es mi ancla en los momentos difíciles» - Foto: David González

José Antonio Jiménez esconde su timidez tras sus gafas redondas y una mirada franca y directa que le hace ser cercano desde el primer momento. Nacido en Valdecasa, sus primeros recuerdos le sitúan en este pequeño pueblo de su familia, en un ambiente cercano y acotado muy alejado de lo que sería y es luego su vida alrededor del teatro, de la creación y de los escenarios. A los diez años comenzó a vivir en Ávila con una de sus hermanas, pero seguía escolarizado en Valdecasa, por lo que diariamente iba y venía a sus clases en el coche de la maestra, una época que evoca con gran cariño, por lo que eso supuso de casi aventura y experiencia en una edad tan temprana. Hijo pequeño de una familia, con dos hermanos que distan de su edad más de diez años, José Antonio se ve en la distancia como un niño alegre, de infancia y juventud sencillas  y acordes con aquél Ávila de entonces. Sus escenarios primeros, el colegio Cervantes, el Isabel de Castilla, los amigos en la calle, luego las cañas en La Barraca, «compartíamos mucho, salíamos, hablábamos, conversábamos, se ha perdido esa parte de vivir hacia fuera en la actualidad, somos más introspectivos, nos estamos relacionando peor ahora». 

Aunque le hubiera gustado estudiar Derecho o Periodismo, siendo muy joven ganó una oposición y comenzó a trabajar en el entonces Gobierno Civil y hoy Subdelegación del Gobierno en Avila y ahí continua su carrera profesional que ha compatibilizado desde siempre con la gran pasión de su vida, el teatro. Y es que su trayectoria artística como actor y director de teatro ha marcado su existencia al completo y también la de todos aquellos que a través de su trabajo han visto el mundo desde otra perspectiva. 

¿Cómo empezaste a interesarte por el teatro?

 Curiosamente, mi entrada en el teatro fue completamente casual. Recuerdo perfectamente cómo empezó todo: estaba celebrando mi cumpleaños con unos amigos, tendría yo unos 16 años, y uno de ellos dijo: 'Oye, hay una función de teatro en San Antonio, ¿por qué no vamos?'  Y sin pensarlo mucho, decidimos ir.. El director de la obra era Alfayate, aunque en ese momento yo no lo conocía,  supe más tarde de su importancia en el panorama teatral. Al final de la función, anunció que estaban buscando extras para su próximo espectáculo y nos invitó a apuntarnos si habíamos disfrutado de la obra. Mis amigos y yo lo hicimos sin pensarlo mucho, pero con el tiempo fui el único que continuó. Algo en mí se conectó con el teatro desde el primer instante, y no pude dejarlo, pero lo que realmente me enganchó fue el proceso de los ensayos y la producción. Recuerdo que mi primer papel fue el de un mendigo en una de las escenas, y  ahí supe que no dejaría el teatro. Comencé a colaborar con el grupo, ayudando en lo que fuera necesario en el inicio de los años 80, probablemente 1981, y desde entonces no he dejado de estar involucrado en esta actividad artística. Colaboré con varios grupos de Ávila y de fuera, y siempre intentaba apuntarme a cursos y talleres, sobre todo cuando la Junta de Castilla y León organizaba actividades formativas para jóvenes interesados en las artes escénicas

Y surgió la oportunidad de iniciar el grupo de teatro Lagasca...

En 2006 había un grupo de personas en el Barco de Ávila con un interés genuino en el teatro, así que fui a impartir un taller. Inicialmente, el taller duró dos meses, pero el entusiasmo de la gente fue tal que decidimos constituirnos como un grupo formal, con el tiempo, el grupo se consolidó, y de ahí surgió también la idea de crear un certamen de teatro, el cual ha seguido funcionando muy bien hasta hoy.

El grupo de teatro comenzó financiado por el Ayuntamiento, que cubría los costos del taller y han sido las corporaciones sucesivas que han ido pasando por por Barco las que siempre nos han apoyado y con ello han apostado porque el  Grupo Lagasca siga siendo una realidad. Poco a poco empezamos a realizar montajes y a actuar en otros lugares, cobrando solo para cubrir gastos. Con ese dinero fuimos adquiriendo equipos de iluminación, sonido, y poco a poco, fuimos comprando todo lo necesario, así, hoy en día tenemos todo el equipamiento: iluminación, sonido, e incluso un pequeño camión para trasladarnos. Una de las grandes ventajas que tenemos es contar con un teatro donde ensayar siempre que lo necesitamos. Llevamos 18 años ensayando allí, y es un verdadero lujo disponer de un espacio así. El teatro me ha regalado muchas experiencias, hemos recorrido prácticamente todos los pueblos de la provincia con nuestras actuaciones, me siento profundamente conectado con la provincia. En cuanto a El Barco de Ávila, aunque al principio no tenía una relación especial con el pueblo, ahora ya es parte de mi universo vital. 

¿Qué tipo de personas se acerca a aprender y a hacer teatro? ¿Cómo fue esa primera vez que unos actores amateurs se suben a las tablas?

Cuando decidí montar el taller de teatro en El Barco, era consciente de que no sería tarea fácil. El teatro no es para todo el mundo. Primero, tienes que atraer a las personas adecuadas, y luego gestionar las diferencias, porque, como en cualquier actividad colectiva, cada persona es un mundo. En mi caso, contaba con una formación teatral bastante amplia, en áreas como la voz, el cuerpo, la interpretación y la escritura, así que me sentí preparado para ofrecer un taller de iniciación. El grupo estaba formado por hombres y mujeres de entre 30 y 50 años aproximadamente que tras el curso me pidieron que continuáramos. Ahí fue cuando empezamos a trabajar de manera más seria: montamos una obra y la representamos en el teatro de El Barco. Recuerdo esa primera función con mucha emoción, los actores estaban tan nerviosos que apenas lo podías imaginar, pero la obra realmente sorprendió al público. Ver a actores de El Barco y de la comarca, con sus familiares y amigos en el patio de butacas, fue algo muy especial, la sala estaba completamente llena, incluso había gente que se quedó sin entrada. Nuestra primera representación fue Los Pelópidas de Jorge Llopis, una comedia histriónica en verso, y la respuesta del público fue impresionante. Al día siguiente, los actores recibieron felicitaciones por la calle, ¡incluso les pidieron autógrafos!, esto fue algo que los enganchó por completo, y nos dio la motivación necesaria para seguir adelante como grupo, y desde entonces, no hemos parado.

¿Cómo gestionas la elección de obras y el trabajo con el elenco?

Es cierto que en los pueblos pequeños, la tendencia suele ser montar obras sencillas, pero nosotros queríamos ir más allá, así, hemos explorado todo tipo de géneros y logramos encontrar una buena combinación entre lo que queremos hacer y lo que podemos llevar a cabo. En cuanto a la elección de las obras, esa responsabilidad recae sobre mí como director, sin embargo, siempre tengo en cuenta las características del elenco, porque a diferencia de una compañía profesional, donde puedes hacer un casting para elegir a los actores, aquí tienes que trabajar con la gente que tienes y eso implica ajustarse a sus características físicas, edades y, por supuesto, sus limitaciones.   Por otro lado en los grupos de aficionados, normalmente hay más mujeres que hombres, lo que a veces complica encontrar textos que se ajusten al reparto, y además, si quieres llevar las obras a los pueblos durante las fiestas para autofinanciar el grupo, necesitas montar comedias, ya que son las que mejor funcionan en ese tipo de entornos. Entonces, hay varios factores que debo considerar a la hora de seleccionar las obras, pero eso no significa que solo hagamos comedias, también hemos realizado montajes más serios, que hemos presentado en certámenes, donde hemos ganado varios premios. Siempre intentamos mantener un equilibrio: montajes sencillos que podemos mover por la zona para financiar el grupo, y producciones más profesionales para competir y medirnos con otros grupos en festivales.

En cuanto a la elección de las obras, leo mucho, muchas veces no tengo tiempo de leer por placer, porque estoy inmerso en la búsqueda de textos para el próximo espectáculo. Nuestro compromiso es estrenar una obra cada año, sobre todo por los certámenes. Paso el verano leyendo posibles textos y para septiembre u octubre ya tengo una idea clara de cuál será la próxima obra, y si el reparto no encaja del todo intento adaptar la obra lo máximo posible sin comprometer su esencia. Después de tantos años con el grupo, conozco muy bien a los actores, así que cuando leo una obra, rápidamente puedo imaginar quién encajaría en cada papel. Por supuesto, hay obras que quedan descartadas por cuestiones logísticas o porque no son adecuadas para los lugares donde las queremos representar. Es fundamental que el montaje sea versátil, para que pueda adaptarse a cualquier teatro, plaza o espacio cultural donde lo llevemos. Otra de las vertientes interesantes es que estamos muy conectados con la Federación de Teatro Amateur, ya que formo parte de su Junta directiva, con ellos organizamos unos 4 o 5 cursos al año en disciplinas como iluminación, vestuario o clown, lo que nos sirve para reciclarnos y aprender. 

También organizas un certamen que ya tiene mucho recorrido

Sí, el certamen de teatro que organizo en El Barco de Ávila tiene ya mucho recorrido. En 2007 lanzamos la primera convocatoria y recibimos 64 propuestas, desde entonces, el certamen se ha mantenido, y este año celebramos nuestra 18ª edición. En ese primer momento abrimos la convocatoria en enero y tuvimos propuestas de toda España, a día de hoy, es uno de los eventos más esperados en la comarca. Tengo que decir que su  origen es fruto, en parte, de una casualidad porque inicialmente, presenté el proyecto en Ávila, donde fue aprobado en Pleno, sin embargo, no pudo llevarse a cabo por la falta de un local disponible, y justo en ese momento habían rehabilitado el teatro de El Barco de Ávila, así que decidí presentar allí la posibilidad de llevarlo a cabo. Al principio no obtuve respuesta, pero finalmente, me llamaron, cuajó, y desde luego me siento orgulloso de su crecimiento y de lo que hemos conseguido. Tengo que decir que desde el primer año fue un éxito rotundo, tanto para el público como para los grupos participantes. A partir de ahí, empezaron a colaborar entidades privadas, y actualmente contamos con entre 16 y 17 patrocinadores, aunque el Ayuntamiento y la Diputación asumen gran parte del presupuesto y, desde ese lejano primer año, han mantenido una ayuda anual que ha sido fundamental para la continuidad del certamen.

¿Qué reivindicarías respecto a las necesidades del teatro en una provincia como la nuestra?

Si tuviera que reivindicar algo, sin duda pediría que se recuperaran los Circuitos Escénicos y que se nos ofreciera más apoyo a nivel de instalaciones. Actualmente, los teatros municipales están gestionados por empresas privadas que, obviamente, deben hacer su negocio, esto es comprensible, pero para los grupos aficionados, supone una barrera: no tenemos acceso a espacios donde presentar nuestras obras, ni a locales adecuados para ensayar o almacenar nuestro material. Grupos como el nuestro son el germen de muchas iniciativas culturales y tener un grupo de teatro aficionado en un lugar no solo forma actores, sino que también crea público y promueve la cultura y es indudable que con más apoyo podríamos llegar mucho más lejos. Además, me gustaría ver una mayor unión y colaboración entre los distintos grupos de teatro amateur porque a veces hay demasiada competencia entre nosotros, cuando lo que realmente necesitamos es trabajar juntos, compartir recursos y apoyarnos mutuamente. Si hubiera más unión, el teatro aficionado podría ser una fuerza cultural aún más poderosa en nuestra provincia.

¿Qué te ha aportado a nivel personal ser actor y director de teatro?

A nivel personal, el teatro me ha dado muchas alegrías, pero también algunos disgustos. Ha sido realmente una fuente de sosiego en mi vida, algo que me ha brindado tranquilidad en momentos duros.  A veces, cuando me siento saturado por el trabajo o abrumado por las circunstancias, me refugio en el teatro: leo un texto, veo alguna obra o me sumerjo en cualquier aspecto relacionado con este mundo, y eso me calma profundamente. El teatro ha sido y es  mi ancla en tiempos difíciles, especialmente cuando la vida personal o familiar se volvía complicada. Hubo varias ocasiones en las que estuve a punto de dejarlo, pero siempre había algo que me devolvía la ilusión, que me recordaba por qué empecé en este camino. Lo maravilloso del teatro es que no tiene fecha de caducidad y no es como otras profesiones, donde hay un límite de tiempo para desempeñarse. Esa idea de longevidad, de poder seguir haciendo lo que amo sin restricciones de tiempo, me llena de esperanza y me mantiene motivado. El teatro forma parte de mí.