Tener razón, ya sea objetiva, moral o judicial, o incluso contar con la fuerza conjunta de todas ellas, no sirve en algunas ocasiones de nada, al menos durante un tiempo de espera que no debería tener lugar, por mucho que parezca mentira que la suma de tantos argumentos debería ser suficientemente contundente y derivar en una resolución inmediata de cualquier conflicto. Lo estamos viendo en el largo proceso en el que se ha visto envuelta la ermita de La Lugareja de Arévalo, un monumento especialmente destacado del arte mudéjar que vive una situación difícil de entender.
Una sentencia del Tribunal Supremo de noviembre de 2022 reconocía que la propiedad del templo era de la Diócesis de Ávila y obligaba a los propietarios de la finca en la que se encuentra esa joya a entregar las llaves a su legítimo dueño, pero no solamente eso no ha ocurrido, por incomparecencia para la cita en la que debería llevarse a cabo esa entrega, sino que los mencionados titulares del terreno en cuestión actuaron ya anteriormente cercándolo con una valla de alambre y dejando al poco tiempo de hacerse pública la sentencia de abrir al público La Lugareja dos horas los miércoles para visitas de fieles o del turismo, sumándose así a otro incumplimiento, en este caso con lo acordado con la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León.
La incomparecencia del jueves para la entrega de llaves a la que obligaba la sentencia viene a sumar un nuevo problema a una situación que viene arrastrándose desde hace varios años y en la que todos los intentos de acercamiento han sido infructuosos, y en alguna ocasión ha derivado en mayor enconamiento de esa realidad. También ha tenido lugar un movimiento cívico en defensa de la propiedad con el nombre de 'La Lugareja es de Arévalo', quizás muy tímido.
Con cada vez más puertas cerradas, metafórica y también literalmente hablando –y desde hace casi dos años también sin la posibilidad cicatera y complicada pero al menos existente de poder visitar ese monumento emblemático de Arévalo y de Castilla y León los miércoles de 13,00 a 15,00 horas–, sin saber exactamente qué hay dentro de La Lugareja y en qué estado se encuentra, parece que el entendimiento entre las partes implicadas, a pesar de contar con esa resolución judicial que por no caber recurso contra ella debería servir para la resolución inmediata del conflicto, sigue siendo nulo.
El Obispado pide al Ayuntamiento de Arévalo que se implique más en el caso, porque al final se trata del patrimonio de ese municipio, pero de momento todo sigue en el aire. Una pena, porque como la herencia cultural de siglos es de todos, todos perdemos tal y como están las cosas.