«He sido yo, pero si hubiera sido otro compañero habría actuado igual». Así de claro lo tiene Pablo Mesa Gaviño, el alumno de Escala Básica de la Escuela de Policía que el 15 de noviembre protagonizó un valiente rescate en el Metro de Madrid al evitar que una joven que caminaba desorientada por las vías pusiera en peligro su vida. Todo ocurrió dos días después de que este joven sevillano de 23 años regresara de Valencia, donde junto a un contingente de un millar de compañeros de la Escuela de Policía de Ávila, había participado en labores de ayuda a las víctimas de la DANA durante ocho días.
«Mi vocación desde pequeño es ser policía», afirma este joven que tras dos años opositando el pasado septiembre cumplió su sueño de entrar en la Escuela de Policía de Ávila. Desde entonces el azar, la vida o la casualidad le han enfrentado a varias situaciones en las que no ha dudado en demostrar el compromiso de servicio público que entraña su profesión. Lo hizo cuando con sus compañeros de Ávila acudió a Valencia para prestar su ayuda en Alfafar, Masanasa y Benetuser, todas ellas afectadas por las inundaciones y donde, como el resto de sus compañeros, no dudó en retirar montañas de fango o en sacar enseres de las viviendas afectadas. «Todos estábamos deseando ir a ayudar», recuerda este joven sevillano a quien esa experiencia en Valencia le sirvió para «afianzar mucho la idea de ser policía y de que he elegido lo que quiero ser».
Tras ocho días allí, Pablo y sus compañeros regresaron a Ávila el miércoles 13 de noviembre y el viernes viajó hasta Madrid para pasar el fin de semana con unos amigos. Sobre las 18,30 horas él viajaba en un vagón de Metro y en la parada de Noviciado un mensaje de megafonía comunicó a los viajeros que debían abandonar el tren. Al salir del convoy Pablo se dirigió a la cabina y preguntó al maquinista qué ocurría cuando vio a «una joven de unos 18 años que se dirigía desde la profundidad del túnel al andén». Tras identificarse como policía la joven emprendió una huida al interior del túnel poniendo «en claro riesgo su vida y su integridad», no dudando entonces Pablo en saltar a las vías sin saber si el tráfico estaba detenido o no y correr tras la chica hasta darle alcance. «En ese momento me vino a la mente una técnica de defensa que nos habían enseñado en la Escuela de Policía que consiste en abrazar», cuenta Pablo cómo pese a la reticencia inicial de la chica logró llevarla al andén y ponerla a salvo tanto de ser arrollada como de sufrir algún otro accidente. «Me preocupaba bastante que la joven tocara algún cable», reconoce Pablo a quien en ese momento se le vino a la cabeza la historia del joven sevillano Álvaro Prieto que murió electrocutado por la catenaria en la estación de Santa Justa.
Ya en el andén, llegaron a la estación ocho efectivos de Policía que se hicieron cargo de la situación si bien Pablo decidió quedarse hasta que llegó el personal del Samur teniendo en cuenta que la joven, que tenía alterada la conciencia y se mostraba violenta, era a él al único que hacía caso y con quien se mostraba más colaboradora.
«Sois policías y tenéis que actuar como policías». Esta frase que el director de la Escuela de Policía de Ávila les dijo a los alumnos el primer día de curso es la que llevó a Pablo a actuar no solo ese día sino también a la mañana siguiente cuando, casualmente, este alumno de policía tuvo que enfrentarse de nuevo a una situación complicada. Él había ido a recoger el uniforme para grabar un vídeo para las redes sociales de Policía sobre lo ocurrido el día anterior en el Metro cuando cerca de la calle San Bernardo fue testigo de un accidente de moto por alcance. Tampoco en esa ocasión dudo en acercarse, parar y ordenar el tráfico, ayudar a los heridos y llamar al 112. Como anécdota, cuenta, la joven que le ayudó en estas tareas era reportera de Televisión Española y le propuso hacer un reportaje sobre su actuación justo antes de darse cuenta de que Pablo era el mismo alumno de policía al que había visto en redes sociales contar lo sucedido en el Metro de Noviciado.
«Si yo veo algo, por poco que sea, intento estar allí: ayudar. No puedo seguir tranquilo mi camino sabiendo que hay alguien que ha sufrido el más mínimo percance, aunque ya haya gente ayudando, sin yo haber hecho nada»», reconoce quien está convencido de que uno es policía «24 horas al día y aunque no lleve uniforme». Un compromiso y vocación que, asegura, comparte con el resto de sus compañeros.
«A mi si me pasa, me gustaría que hubiera alguien que lo hiciera por mi y que supiera lo que tiene que hacer», reconoce Pablo a quien sus jefes no han dudado en llamar personalmente para felicitarle. «El trabajo bien hecho en la Policía se reconoce, y eso es muy motivador», asegura este joven que no duda en insistir en que en cualquiera de estas situaciones él no ha actuado de forma heroica ni mucho menos. «Yo estoy haciendo mi trabajo, es mi vocación», asegura convencido de que «he sido yo, pero si hubiera sido otro compañero, habría actuado igual».
«hay verdadera vocación». «Aquí he visto historias de superación muy importantes entre mis compañeros», reconoce Pablo que pone el ejemplo del compañero que duerme encima suyo, también de Sevilla, que con un hijo de cuatro meses está en Ávila y que estos días no ha dudado en ir a ayudar a Valencia dentro del segundo contingentes de alumnos de la Escuela de Policía, aunque eso implique no ver a su «durante quince días». «Hay muchas historias que no salen a la luz, lo mío ha salido porque ha sido muy vistoso pero la inmensa mayoría de mis compañeros de la sección 36 se implican al cien por cien», afirma este héroe sin capa antes de recordar que «los alumnos de la Escuela tienen verdadera vocación y están muy preparados» y que «desde el primer día se nos da respaldo para que actuemos y se nos enseña muy bien».