Puede que la cara de nuestra protagonista de hoy le resulte familiar. Y no es extraño ya que Stoyanka lleva viviendo en la capital abulense ya hace casi dos décadas en las que fundamentalmente ha trabajado en hostelería. Hasta hace unas semanas, cuando esta búlgara decidió dar el salto al autoempleo y se puso al frente de una pequeña tienda en la calle San Juan de la Cruz, muy próxima al colegio de Las Nieves, en la que vende pan, golosinas y también productos agroalimentarios típicos de su país.
Natural de la pequeña ciudad de Panagyurshiste, muy próxima a Sofía, la capital del país, asegura Sonya, como la mayoría de la gente la llama por lo difícil que a los españoles nos resulta pronunciar su nombre, que Ávila es «muy parecida» a la localidad en la que ella creció y que abandonó hace 23 años junto a su marido para viajar a España. La decisión no fue fácil, recuerda ahora Sonya, porque el matrimonio dejó en Bulgaria a sus dos hijos que aún eran muy pequeños. Bogomil tenía apenas cuatro años y Venislav solo seis meses. Pasaron dos años y medio hasta que los pequeños pudieron venir a España y reunirse con sus padres, recuerda ella aún con evidente emoción.
Tras recalar en Madrid, la pareja se trasladó a la localidad segoviana de Muñopedro, donde estuvieron cerca de tres años, para posteriormente venir a Ávila, ciudad que han convertido en su hogar. «En Ávila tengo muchos amigos y conocidos y está mejor que mi país», afirma Sonya al hablar de la ciudad que siente su casa y donde crecieron sus hijos. De hecho, el pequeño aún vive aquí. El mayor regresó a Bulgaria hace algún tiempo y allí se casó en julio del año pasado, que fue la última vez que Sonya y su marido viajaron a su país, donde sigue viviendo su familia. Habla de su hermano, sus sobrinos, sus padres y su suegra y también de su hijo mayor, al que reconoce echa mucho de menos.
«Se pueden contar con la mano», dice cuando se le pregunta si conoce a muchos búlgaros en Ávila para acto seguido apuntar que las últimas veces que ha viajado a su país ha notado que la presencia de españoles es cada vez mayor, sobre todo de turistas. Es más, cuenta que incluso en los colegios, donde hasta no hace mucho los alumnos elegían como segundo idioma el inglés, francés o ruso, ahora también se empieza a ofertar el español. «Mi sobrino lo está estudiando», cuenta esta emprendedora que como guiño a su país en su tienda cuenta con una pequeña selección de productos agroalimentarios de Bulgaria tales como yogurt o queso.
«En Bulgaria hace más frío que aquí», dice Sonya sobre el clima de Ávila la ciudad donde no solo ha echado raíces sino donde también acaba de iniciarse en el autoempleo en una pequeña tienda que invita a los abulenses a visitar.