Culto al cuerpo... y a la amistad

Raúl Velasco (SPC)
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La revolución de los gimnasios ha permitido a sus usuarios entablar relaciones y formar un nuevo grupo de amigos con los que compartir experiencias, además de ser un espacio que promueve el ejercicio

Culto al cuerpo... y a la amistad

El concepto coliving está cada vez más de moda. Este anglicismo, que paulatinamente se ha ido introduciendo en nuestra sociedad, hace referencia al hecho de compartir espacios vitales, como aquellos compañeros de piso que viven juntos de alquiler. Sin embargo, este término se expande a otros ámbitos cotidianos, como el fenómeno que están experimentando actualmente los gimnasios españoles. Estos centros se han convertido en un lugar donde, además de promover la práctica de ejercicio y ser para muchos uno de los pilares que sostienen una vida sana y saludable, cada vez se crean más amistades y relaciones entre los usuarios que lo frecuentan. 

Siendo realistas, en el acelerado mundo en el que vivimos, encontrar tiempo para ir al gimnasio es una lucha contra nosotros mismos. Pero la forma física no es solo cuestión de músculos, sino de mantenerse también en forma a nivel mental. Por ello, acudir a estos centros deportivos con el pensamiento de que uno va a pasar un buen rato es esencial para ir cogiendo constancia ante los conatos de abandono y de no renovar el carné de socio. En este sentido, las amistades que emergen en estos locales han supuesto un auténtico aliciente para muchas personas, que ven cómo nuevos amigos pasan a formar parte de su día a día y con los que compartir experiencias fuera del press banca o de la jaula de sentadillas o peso muerto.

Todo puede comenzar con una breve conversación: «¿Cuántas repeticiones te quedan? ¿Puedes ayudarme un momento con este ejercicio». Estas palabras que, probablemente, caerían en saco roto, pueden suponer el inicio de una bonita amistad. A raíz del ejercicio y siempre que ambas personas pongan de su parte, las charlas sobre otros temas aparecen, como los gustos y aficiones de los implicados, sus filias y sus fobias o, simplemente, el desahogarse con el compañero tras una ardua jornada de trabajo.

Este tipo de escenas tienen muchas papeletas de que pasen a convertirse en algo rutinario, por lo que el usuario que acudía antes solo al gimnasio puede quedar todos los días a la misma hora con la gente con la que haya hecho migas. Hay otros que prefieren ponerse los auriculares y entrenar abstraídos de todo, pero lo más frecuente es ver grupos de tres o cuatro personas dando sus visiones sobre el partido de fútbol estrella del fin de semana o debatiendo sobre el estado actual de la política española. En caso de congeniar, pueden trasladar lo que comparten dentro de las cuatro paredes al exterior, organizando planes como comidas o escapadas de fin de semana.

Por otro lado, algunas relaciones amorosas también llegan a partir de la convivencia en el mismo gimnasio. El ayudar a otro en un movimiento puede ser un primer gesto con el que entablar conversación. Un paso adelante sería realizar la misma tabla de ejercicios, compartiendo así más tiempo donde conocer en profundidad a esa persona y estableciendo una química especial. Sin ir más lejos, en una encuesta a nivel europeo realizada por la web especializada en fitness MyProtein, el 41 por ciento de las mujeres reconoció haber ido al gimnasio a ligar, por un 51 de los hombres.

Remedio contra el estrés

Sin embargo, el éxito actual de los gimnasios también se debe al mecanismo de desahogo que supone para muchos que quieren olvidarse, por un momento, de sus problemas y agobios personales.

Está demostrado que entrenar aumenta la liberación de endorfinas, unos neurotransmisores del cerebro que nos hacen sentir bien. En un gimnasio, esa producción se multiplica, ya que la satisfacción puede ser compartida con otros.

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