En la sesión de control del miércoles Feijóo preguntó a Sánchez si, después de las capitulaciones de Bruselas (CGPJ desbloqueado), el presidente se había pasado a la ultraderecha por haber pactado con un partido tachado por Moncloa de "ultraderechista".
Era como preguntar a Sánchez si seguía viendo así al PP. Aquel esquivó la pedrada y, como de costumbre, se fue por los cerros de Úbeda. Prefirió celebrar el pacto y dar por buena la decisión del líder del PP, que por fin se prestaba a renovar el órgano de gobierno de los jueces.
Así Sánchez pudo venderse como conciliador y quedarse con lo positivo del acuerdo apadrinado por la UE y con la firma del ministro Bolaños y el dirigente del PP, González Pons (Relaciones Institucionales).
Un brote de bipartidismo bien grato a quienes tenemos sed de centralidad en la polarizada España del fango. En este sentido, fue de agradecer que Sánchez, por las mismas, no cayera en la tentación de haberle preguntado a Feijóo si seguía creyendo que el presidente del Gobierno seguía siendo la réplica española del chavismo.
Volvamos al sentido común. Ni Feijóo es un subalterno de Abascal (ataque de cuernos de VOX tras el pacto sobre el CGPJ) ni Sánchez ha renunciado a los valores europeos (urnas, ley y derechos humanos) para abrazarse al populismo latinoamericano de ribetes autocráticos.
Y no digo que Pedro Sánchez esté libre de semejante pecado. De hecho, está muy vivo el señalamiento de un cierto sesgo totalizante en sus decisiones. Pero tampoco podemos olvidar de la noche a la mañana la irresponsable cerrazón del PP que mareó la perdiz durante más de cinco años de CGPJ bloqueado.
Por tanto, el PP se ha hecho merecedor de ese malicioso "Bienvenido a la Constitución" que Sánchez dedicó a Feijóo el miércoles. Y, aunque fuese a modo de réplica, no menos irresponsable fue la reforma legal sobrevenida que inspiró el Gobierno para maniatar al CGPJ a la hora de cubrir las vacantes judiciales en los tribunales del Estado.
Pero ¿Por qué la renovación del CGPJ ha sido posible ahora y no a lo largo de cinco años perdidos en la administración de Justicia por culpa de la reyerta política permanente entre el Gobierno y el PP?
Aquí podemos hacer quinielas en torno a tres hipótesis. Una, la presión europea, que afectó más al que gobierna. Dos, el ultimátum de la Moncloa (tirar por la calle del medio si no había renovación antes del 30 de junio), que afectó más al que aspira a gobernar. Y tres, la mala conciencia de ambos por una anomalía institucional que estaba perjudicando gravemente al ciudadano (tribunales semi paralizados).
Me quedo con la tercera.