Dice el diccionario que maestro es la persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo. Pero hay maestros y maestros y todos tenemos algún maestro que guardamos en un lugar destacado de nuestro corazón. Para Elsa Calero esa maestra es Sagrario Sáez, su profesora de preescolar en el colegio público Las Cigüeñas-Rosalía de Castro de la localidad madrileña de Fuenlabrada. Y aunque es cierto que Sagrario solo le dio clase durante dos cursos, y que de ello han pasado ya casi 30 años, también lo es que Elsa siempre ha recordado a aquella maestra como alguien muy especial. «Siempre ha estado en mis temas de conversación», reconoce esta musicóloga que trabaja como investigadora en la Universidad Autónoma de Barcelona que asegura que cuando piensa en la palabra maestro «siempre» le viene a la cabeza aquella profesora que tuvo a los cuatro años y con la que aprendió a leer. «La recuerdo como una profesora excepcional», asegura esta joven que tras mucho tiempo fuera hace un año regresó a Fuenlabrada al hablar de Sagrario, la profesora que le dio clase en el curso 1996/1997 y a la que siempre ha recordado como alguien muy especial a pesar de que nunca la volvió a ver.
«Era muy alegre y muy atenta con cada uno de nosotros», recuerda Elsa a aquella profesora de la que en la parte personal, y más allá de su faceta docente, solo sabía que era de Ávila.
«Yo tenía mucha inquietud por aprender a leer y ella animó a mi madre a que leyera conmigo en casa pero sin embargo tenía problemas de psicomotricidad fina y era muy comprensiva en los tiempos de aprendizaje de cada uno», pone como ejemplo Elsa de esa atención individualizada que su profesora demostraba con las necesidades de cada alumno.
Y aunque Elsa ni su familia, especialmente su madre, que es la que tuvo más relación con la tutora de su hija, nunca olvidaron a Sagrario tampoco volvieron a saber más de ella. Hasta hace unos días, cuando Elsa buscó el nombre de aquella profesora en internet incluyendo también en esa búsqueda la palabra Ávila y el resultado le llevó a una noticia publicada en la versión digital de Diario de Ávila el pasado 1 de octubre titulada 'El mejor homenaje a las raíces vivas de Ávila', sobre el homenaje que el Ayuntamiento de Ávila rindió a los voluntarios que trabajan con personas mayores con motivo del Día de las Personas de Edad. Uno de esos voluntarios homenajeados, cuyos nombres recogía esta noticia, era el de Sagrario Sáez Domínguez, la que Elsa pensó que podría ser aquella maestra de la que tantos y tan bonitos recuerdos guardaba desde niña.
A buscar a su tutora de preescolar tras tantos años, cuenta Elsa, le llevó el publicar hace unos meses su primer libro, 'Una grieta en la tierra', un texto teatral firmado bajo el seudónimo de Carmela Novara y en el que un maestro encarcelado en 1936 se comunica a través de un muro y con un lápiz con un niño que vive en el año 2023. Ese lápiz, que ambos utilizan para comunicarse más allá del tiempo y de la cárcel, inevitablemente llevó a Elsa a recordar a Sagrario, la profesora abulense que el enseñó a leer y que el día que aprendió a unir sílabas cogió una margarita del patio del colegio y le hizo un marcapáginas que esta joven aún conserva. De hecho, el libro está dedicado «a mis maestros» y en esa dedicatoria, reconoce esta joven dramaturga, un lugar especial tiene Sagrario. Por eso decidió buscarla, no solo para saber qué había sido de aquella profesora tan especial sino para que aquella maestra que le enseñó a leer «supiera que también aprendí a escribir, en el sentido amplio de la palabra».
en contacto. Para confirmar que esa Sagrario de la que se hablaba en esa noticia era la misma persona a la que ella buscaba esta joven madrileña de 32 años se puso en contacto con este periódico, que tras algunas averiguaciones no solo confirmó que Elsa estaba en lo cierto sino que le puso en contacto con aquella maestra a la que casi 30 años después seguía recordando como alguien especial.
De hecho, pese al tiempo que había pasado y tras 43 años como docente en los que tuvo miles de alumnos, Sagrario recordaba perfectamente a la pequeña Elsa y también a su familia que, recuerda, «eran muy agradecidos y valoraban mucho mi trabajo». «Me tenían muchísimo aprecio», asegura esta maestra jubilada que siempre trabajó en centros educativos de la Comunidad de Madrid, los últimos años de hecho y por voluntad propia «en un destino de difícil desempeño», y que regresó a Ávila tras jubilarse.
«A mi me han pagado siempre por hacer lo que quería», dice Sagrario para hablar de lo mucho que ha disfrutado de su trabajo y sin ocultar la emoción de saber que alumnas como Elsa siguen guardando ese recuerdo tan especial de ella.
«Hay alumnos que se te quedan para siempre», asegura esta maestra jubilada al hablar de Elsa, aquella niña que en las navidades del curso 96/97 hizo de Virgen María en su clase y con la que casi 30 años después ha vuelto a tener contacto. «Hemos hablado por teléfono y nos hemos puesto al día», dice la joven sobre la emocionante conversación que maestra y alumna, que ya ha enviado a Sagrario el libro que le dedica y que ha prometido venir a visitarla a Ávila, tuvieron esta semana y que demuestra que maestros hay muchos pero que solo algunos se quedan para siempre en nuestros recuerdos y en nuestro corazón.