Sin la Muralla como telón de fondo. Bajo techo, el proporcionado por la Catedral de El Salvador. Y con una duración de apenas 45 minutos. Así se celebraba la madrugada del Viernes Santo el tradicional Via Crucis abulense, una estación de penitencia que suele prolongarse durante algo más de dos horas y que si habitualmente congrega a miles de personas, en esta ocasión atrajo al interior del primer templo de Ávila a algo más de 400 almas: fieles que no quisieron dejar sólo a Jesucristo en sus horas más difíciles y que completaron su calvario, como decíamos, en algo menos de una hora.
Era, pues, un Via Crucis que algunos definieron como «expres» y que se rezaba a partir de los hondos y preciosos textos preparados por Jorge Zazo, vicario de Pastoral de la Diócesis de Ávila. En esta ocasión, las meditaciones y oraciones preparadas por el también párroco de San Pedro Bautista fueron leídas desde el altar de la seo por Alonso Jiménez, vocal del Real e Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz, la hermandad encargada de organizar esta estación penitencial.
No escuchaban los penitentes presentes en la catedral, eso sí, la retransmisión radiofónica que habitualmente acompaña su caminar y que hace más de cuatro décadas comenzó a retransmitirse primero desde Radio Gredos (que después sería Radio Nacional) y que desde hace 18 años retransmite Cope a nivel nacional.
Un Via Crucis a cubierto y en apenas 45 minutos - Foto: David Castrocuatro capuchones. Eran cuatro capuchones del Real Patronato (inconfundibles con sus túnicas y capuchos de sarga morados y su capa de terciopelo granate) los que antes de comenzar el rezo custodiaban a su Cristo, el de los Ajusticiados, testigo directo de las primeras de las catorce estaciones del Via Crucis.
Estaciones que iban completándose en compañía de Luis Carlos Hernández, consiliario de la Junta de Semana Santa, y siguiendo las cruces dispuestas en el templo. Curiosamente, en algunos casos, estas estaciones se rezaban a los pies de los pasos que estos días descansan en la catedral, y que de alguna manera servían para la reflexión de los penitentes.
Así, en la primera, 'Jesús es condenado a Muerte', los fieles contemplaban el paso de la Santa Cena. Y en la cuarta, 'Jesús encuentra a su madre', los fieles rezaban ante Nuestra Señora de la Esperanza, que aún descansaba en el interior del primer templo de Ávila.
«Señor, que, guiados por su dulce compañía, podamos descubrir el amor de Dios también en los momentos de dolor», se escuchaba entonces en los altavoces de la catedral, donde la comitiva se adentraba ya en esos momentos en la girola.
A los pies de San Segundo llegaba el momento de la séptima estación, 'Jesús cae por segunda vez'. Y frente a la capilla de San Nicolás, la comitiva -siempre a partir del 'Via Crucis de la Sinodalidad' elaborado por el vicario y en consonancia con la propuesta del Papa Francisco de promover la sinodalidad (el camino conjunto) como el estilo propio de los bautizados- rezaba la octava.
Con la décima estación, el reloj de la Catedral marcaba las seis de la madrugada. Y en la undécima, era la imagen de la Virgen del Carmen la que escuchaba las oraciones de los penitentes.
La casualidad, o algo mucho más grande que ella, quiso que la decimotercera estación, Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de su madre', coincidiera con los pasos de la Virgen Dolorosa y el Santo Sepulcro.
Finalmente, el Via Crucis de Penitencia se completaba a las puertas de la catedral a las seis y cuarto de la mañana con la bendición del consiliario. La noche aún estaba cerrada, pero ya se oían algunos cantos en las ramas.
Lo que no pudieron hacer los penitentes, eso sí, fue seguir con la tradición de desayunar los clásicos churros de El Recreo. La churrería, a esas horas, aún no estaba abierta.