Olga Martínez es mujer, de mediana edad y hace dos décadas decidió dejar atrás la vida en la ciudad para vivir en el medio rural.Concretamente en Gavilanes, el pueblo del que eran naturales sus padres, que siendo jóvenes emigraron a Asturias en busca de una oportunidad laboral. Con 36 años, y después de toda la vida en Oviedo, Olga hizo el camino inverso: el de volver a sus orígenes y vivir en el pueblo. Lo hizo en un momento de cambio personal y buscando dejar atrás muchas cosas sin saber que tiempo después en Gavilanes encontraría el acomodo para convertir en profesión una de sus aficiones: la de reciclar muebles y objetos antiguos y darle una segunda vida a esas sillas de mimbre, alacenas, máquinas de coser o baúles que se conservan en los desvanes de las casas de los abuelos sin saber muy bien qué uso darles. «Mucha gente, aunque es cierto que cada vez menos, termina tirando a la basura estos muebles y enseres», lamenta Olga por cuyas manos pasan mesas, sillas o cómodas a las que les da una nueva vida y en las que imprime su sello personal en el que no falta el color y la creatividad.
«Desde niña, y aunque mi madre me regañaba, cuando veía algo en la basura me bajaba a por ello», afirma esta asturiana de nacimiento pero con sangre gavilaniega como ejemplo de esa inquietud que desde siempre ha tenido por reutilizar y dar una segunda vida a lo que para muchos es inservible e incluso algunos ven como basura.
Sin embargo, durante muchos años Olga solo empleó su creatividad y buena mano con objetos y muebles propios que a modo de hobby y en los ratos libres que le dejaba el trabajo reciclaba hasta convertir en enseres totalmente nuevos. Hasta que llegó la pandemia y pudo dedicar más tiempo a su afición durante esas semanas de confinamiento que vivimos los españoles. Del trabajo que realizó en su patio durante ese tiempo salieron muchos muebles reciclados que encantaron a sus vecinos y conocidos, tanto que una amiga le creó un perfil en redes sociales para que pudiera compartir en él antes y después de estos objetos tras pasar por sus manos. Su trabajo gustó, y mucho, porque cuando finalizó el confinamiento empezó a recibir los primeros encargos para reciclar y restaurar mobiliario. El primero, recuerda, fue el de transformar la parte inferior de una máquina de coser en un pequeño armario para guardar ropa de cama al que le dio su toque personal. «La gente dice que mi trabajo lleva mi sello personal», asegura esta emprendedora que a finales de ese mismo año ya se había dado de alta como autónoma, y creado la empresa Valle Arte, y que al siguiente fue seleccionada para participar en el programa de emprendimiento de la Fundación Tatiana, siendo además el suyo uno de los seis proyectos que obtuvieron beca.
Momento de rebuscar en los desvanes«Antes nunca encontré el momento para dedicarme a esto», explica esta emprendedora que tras la pandemia empezó a creer en ella y en su trabajo y que actualmente recibe encargos de toda la provincia de Ávila para que convierta una maleta antigua en una mesita de noche o construya bandejas con maderas recicladas.
sostenibilidad Reciclaje, artesanía, creatividad y sostenibilidad son las claves del proyecto empresarial de Olga que de hecho adquirió un local en Gavilanes como taller y exposición en el vende su artesanía y muebles restaurados y donde sus clientes también pueden ver cómo trabaja. Además, desde hace algún tiempo también imparte talleres de manualidades tanto en su local como en ayuntamientos de la zona en los que enseña a convertir en artículos de decoración botellas, platos de duralex o latas. «Si cierro el día de mañana porque no me va bien, pues lo convierto en garaje y meto el coche», dice esta mujer valiente y optimista firme defensora de que la vida solo se vive una vez y que por eso motivo hay que trata de lograr lo que deseamos, que en su caso es que ese seguir dando una segunda vida a muebles y objetos que ya no usamos o no nos gustan y que eso pueda ser un medio de ingresos.
«Los desvanes están llenos de cosas de los abuelos con las que no sabemos qué hacer pero que nos da pena tirar porque tienen un valor emocional», reconoce Olga que por ese motivo anima a todos los que guarden este tipo de enseres y deseen reciclar, restaurar y reutilizar este tipo de enseres que pasen por su taller o le echen un ojo a sus trabajos en el perfil de Instagram de su empresa (@valle_arte_decoracion).