Myriam González recibió recientemente el premio 'Jóvenes Talentos' del Ayuntamiento de Ávila. El premio fue en el área de investigación y se la reconoció por ser doctora cum laude en Farmacia con mención internacional y haber recibido uno de los premios extraordinarios de Doctorado otorgados por la Universidad de Salamanca, en el Área de Química. También se hablaba de sus varias estancias de investigación, publicaciones científicas y contribuciones a congresos nacionales e internacionales, entre otros méritos.
Un listado de méritos que no terminan de ayudar a conocer a Myriam, esta joven nacida el 30 de julio de 1991 y que actualmente está esperando su primer hijo, motivo por el que está de vuelta a Ávila, ciudad a la que quiere que esté ligado su futuro. La pequeña de cuatro hermanos, es la 'mimada' de la casa puesto que se lleva 15 años con su hermana más cercana en edad. Pasó su infancia en Ávila y fue al colegio Pablo VI donde su madre era «maestra de toda la vida», aunque ahora esté jubilada. Y su madre fue también nexo a su siguiente centro escolar, La Milagrosa, donde había estado interna de pequeña.
De este ambiente tan hogareño llegaría el tiempo de decidir su futuro profesional, que en un principio pensó que estaría ligado precisamente al magisterio, de nuevo siguiendo los pasos de su madre, pero donde la vida terminaría sorprendiéndola. «Yo siempre había querido estudiar Magisterio. Desde muy pequeña he tenido muy claro que quería ser profesora», explica, pero llegó segundo de Bachillerato y las «típicas charlas que te vienen a dar en el instituto, que te cuentan qué carreras hay, qué opciones hay y demás» y, aprovechando que ella estudiaba en la rama de Ciencias, y le gustaba especialmente la química y la biología, vio que se le abrían los ojos y se dio cuenta que «le apetecía conocer más» y decidió que «ya habría tiempo para ser profesora en el futuro», pero en ese momento «quería conocer un poco más del mundo de la química y la biología. Y descubrí la carrera de Farmacia, que ni sabía que existía tal carrera en ese momento. A mis padres cuando llegué a casa en pleno segundo de Bachillerato, cuando se pensaban que me iba a quedar en Ávila y estudiar Magisterio y les dije no, que me voy a estudiar farmacia... Se pensaron que les estaba gastando una broma». Pero no era una broma y su destino fue Salamanca donde reconoce que estudió mucho, pero también se lo pasó muy bien. «La época universitaria es muy divertida y yo creo que es la mejor época de toda la vida. Pero tuve que estudiar mucho», explica.
Pasar de Ávila a Salamanca supuso un cambio de vida porque «la ciudad no tiene nada que ver. Ávila al final es más pequeñita, es más tranquila, y Salamanca es una ciudad universitaria. Y también pasé de vivir en casa con mis padres a vivir con amigos en un piso». Allí estuvo los cinco años de carrera y se quedó a hacer la tesis y el doctorado en la Facultad de Farmacia, lo que supuso estar el primer año en Salamanca y el segundo se fue con su pareja a Tordesillas a vivir, por lo que iba a Salamanca todos los días.
Se decidió a hacer el doctorado porque la «investigación me gusta mucho, lo descubrí a lo largo de la carrera, descubrí que la investigación era un mundo que me gustaba y que no lo conocía hasta entonces y hacer el doctorado en una universidad, no en un centro de investigación, también te daba la opción de dar clase. Entonces combinaba un poco los dos aspectos que a mí me habían gustado siempre mucho desde pequeña, ser profesora e investigar», explica.
Así conoció el grupo de investigación en el que hizo la tesis a través de unas jornadas de iniciación a la investigación, por lo que se quedó en un grupo de química médica que se dedica a desarrollar nuevas terapias principalmente antitumorales, aunque también están centrados en antiparasitarios. «Partimos de cero, tenemos una diana terapéutica que es una proteína que es vital para el funcionamiento de la célula. Partimos desde el diseño de los nuevos fármacos, de esas moléculas, a nivel de ordenador, a nivel computacional. Luego las sintetizamos en el laboratorio, llevamos a cabo la parte química de crearlas, como si fuera una cocinita mezclando reactivos y cosas así. Y luego ya, una vez que las tenemos, las probamos sobre las propias células para ver si verdaderamente hemos acertado en el diseño o no hemos acertado. Y la aplicación es antitumoral principalmente, y los que no sirven como antitumorales tratamos de que nos sirvan como antiparasitarios», explica sobre el trabajo de investigación.
Tras la tesis, el mismo mes que la defendió se presentó a las oposiciones de profesora de formación profesional como un plan B, «porque cuando terminas la tesis luego tienes que aplicar a un postdoctorado y esos suelen ser periodos bastante largos, desde que salen las convocatorias hasta que las resuelven y demás se va entre 6 y 12 meses». Por eso su idea fue no estar ese tiempo en paro y acudir a esa opción de oposiciones. Pero la «sorpresa» llegó cuando sacó la plaza y se la tuvo que quedar, con su plaza en La Bañeza (León) en un instituto pero como profesora de Formación Profesional en el ciclo de Farmacia. Esto supone que ahora está consolidando la plaza (cinco años) porque después podrá coger excedencia, lo que supone que podrá decidir si volver a la universidad o si quiere seguir de profesora. La verdad, reconoce es que no se atreve a soltar «algo tan fijo, por algo tan inestable como es la investigación».
Eso deja vías abiertas para el futuro, sin descartar nada, porque ser profesora le gusta mucho y está muy contenta porque es profesora con «adultos, gente que está ahí porque quiere y quiere estudiar y conocer. Pero la investigación me sigue gustando mucho, no he acabado muy quemada». Es más, en su grupo de investigación la reclaman, pero sí que quiere esperar esos cinco años. Lo que sí tiene más claro es que en una oficina de farmacia no se ve.
Lo que sí se ve es viviendo en Ávila en el futuro porque siempre «ha estado muy arraigada» pero reconoce que «está difícil».
Mientras llega ese futuro, lo que sí hay tiempo es para reflexionar sobre lo que puede aportar la farmacia al mundo, en su caso a nivel de investigación. «Toda la investigación y todos los grupos de investigación son muy multidisciplinares. Te puedes encontrar tanto a un farmacéutico como a un biólogo, un biotecnólogo, un médico. Entonces, al final yo creo que todos aportamos puntos de vista muy diferentes. Un farmacéutico aporta un punto de vista más químico, a nivel la molécula como tal, el fármaco como tal», explica, aunque añada que para potenciar la investigación habría que «invertir más, sin duda».
De hecho, señala que ha notado el cambio desde que comenzó al momento actual, con mejoras pero sigue siendo necesario invertir «porque hay mucha gente que se quiere dedicar a la investigación y que no puede porque no tiene el medio». Para ella misma, hubiese sido más fácil continuar si al terminar la tesis tuviera un contrato. Y también hay que tener en cuenta que «los salarios también son muy bajitos» y la falta de estabilidad.
Esta situación es lo que a ella le llevó a decantarse, al menos de momento, por el profesorado, donde ha podido constatar que se siente cómoda. «Y los alumnos están muy contentos, entonces creo que tan mal no lo haré», asegura.