Aurora y José Antonio se han convertido en 'abuelos' de la noche a la mañana, solo que su 'nieta' llegó este lunes del desierto para disfrutar del verano con ellos. La sensación de que un niño del Sáhara pase a formar parte de su familia la conocen bien porque ya vivieron la experiencia en tres ocasiones hace algo más de veinte años. De hecho, la niña saharaui que esta mañana se ha despertado por primera vez en su hogar, de nombre Yasmín, es la hija de Marian, una de aquellas niñas que en los primeros años dos mil vino también a Ávila para pasar el verano en casa de los Elvira Pindado. La historia se repite y no es casualidad. En primer lugar por la generosidad de esta familia, que durante las dos décadas transcurridas desde que la madre estuvo en su casa, esta pareja ha seguido manteniendo contacto frecuente con ella y ayudándole a paliar algunas de las muchas necesidades que tienen los saharauis que viven en los campamentos de refugiados de Tinduf. En segundo lugar, porque han atendido la petición de Marian, que les pidió expresamente que este verano acogieran a su hija como en su momento hicieron con ella. Así es que después de abrazar a la niña recién llegada, lo primero que hace Aurora es contactar con la madre para informarle que ha llegado bien y que ya están juntos. Aunque nunca se habían visto, en su abrazo se percibe una ternura que cierra un círculo.
Igual que Yasmín, otros once niños saharauis llegaron este lunes a Ávila para pasar aquí el verano dentro del programa 'Vacaciones en paz', promovido por la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui con la colaboración de Fundación la Caixa y Cruz Roja. Una docena de familias les han abierto las puertas de su casa, tanto de la capital como de diferentes pueblos de la provincia, entre ellos El Barco de Ávila, Piedrahíta o El Tiemblo.
Además de evitar los 50 grados en los que discurre el verano en el desierto de Sáhara, los pequeños serán sometidos a revisiones médicas, principalmente «la vista y la dentadura», pero también disfrutarán de actividades de ocio entre las que les gustan especialmente las que discurren en el medio acuático. «La piscina y la playa les encanta porque ellos, que viven en el desierto, se maravillan ante tal cantidad de agua», explica Ismael Jiménez, presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Ávila. «También se aprovecha para que durante su estancia aquí coman de una forma más sana y equilibrada porque en los campamentos de refugiados se alimentan de la ayuda internacional y no es todo lo variada que necesitan», revela.
Carmen Ajates, que a punto está de dar a luz a su hija, recibió también con los brazos abiertos a Ali, el niño de nueve años que ya pasó el verano pasado con ellos y que se muestra encantado de reencontrarse con su familia abulense. Su cara irradia ilusión.