Laura García de Lucas (Ávila, 1983) está a punto de recluirse en su casita segoviana y aprovechar el tiempo libre que regala el verano para dedicarse a escribir. Si bien es cierto que ella siempre anda entre letras y versos porque imparte talleres de poesía y escritura creativa en instituciones públicas y privadas, a lo largo del año las obligaciones que tiene con sus alumnos no le dejan demasiado tiempo para su propia obra. «Yo a las musas las convoco para el verano», afirma entre risas. «Antes, cuando trabajaba en otro sector, sí iba rascando tiempo y escribía cuando iba en el autobús o en el rato de pausa mientras esperaba en el médico, era muy bonito porque era como tener una cita con alguien que te gusta mucho pero a quien no puedes dedicar mucho tiempo, sin embargo ahora tengo otra manera, me voy nutriendo a lo largo del año, leo a poetas que me parecen adecuados, leo libros sobre el tema, veo películas, ... todo lo que me pueda llegar», explica. Y el culmen de ese proceso llega precisamente ahora en su retiro veraniego, cuando esas «muchachitas» que traen la inspiración empiecen a hacer aflorar sus versos. Magia.
Aunque se recuerda escribiendo desde niña, «siempre poesía», su primer poemario, 'Vasija', lo publicó en 2019 y con él ganó el Premio Iberoamericano Rey David de Poesía Bíblica. No es el único galardón literario que avala la carrera poética de nuestra protagonista, que el otoño pasado se alzó con el Premio Internacional de Poesía Crítica Álvaro Tejero Barrio con 'Fuga Mundi', un poemario a cuya promoción sigue dedicada. Su vocación literaria tiene profundas raíces abulenses: el misticismo de Teresa de Ávila palpita en la obra de Laura García de Lucas, también el influjo de quien fuera su profesor de Literatura en el instituto Isabel de Castilla, Eduardo Garcinuño. «Él me hizo creer que era posible; le amo, le adoro y siempre que he hecho alguna presentación en Ávila ha venido a verme», agradece quien fuera su alumna y hoy es ella la encargada de acercar la poesía a personas de edades y perfiles diversos.
Laura García de Lucas imparte talleres de poesía y de escritura creativa en una suerte de segunda vida profesional, un camino al que llegó después de quince años dedicada al marketing, diez de ellos en París, tras estudiar Publicidad y Relaciones Públicas en el campus segoviano de la Universidad de Valladolid. Al término de esos estudios en el año 2005 se marchó a la capital francesa para cursar un Máster II en Comunicación y Estudios Interculturales en la Universidad de la Sorbona. «Ese año fue una gozada porque estudié lo que a mí me gustaba: Lingüística, Semiótica, Semiología, ...», recuerda. Eso sí, asegura que vivir en París no estan 'cool' como pueda parecer. «Yo también quería vivir en una buhardilla en Montmatre y tener un artista que me escribiera versos, pero en realidad es una ciudad hostil para el día a día; es tan bonita que parece un decorado y la vida cultural es increíble porque el Estado francés dedica muchos recursos, pero para la vida más allá de unos cursos o de unas exposiciones es una ciudad difícil», asegura. De hecho, cuando ella vivía en la capital francesa justo empezaban los conflictos sociales que acabarían estallando con intensidad después, «venían los muchachos de los barrios periféricos a quemar coches por el Arco del Triunfo», rememora Laura, que permaneció en París trabajando en comercio electrónico. «Lo de vender por Internet en España todavía era algo muy raro, pero en Francia estaba más avanzado, de hecho muchos de nuestros clientes españoles no tenían ni página web», advierte. «Fue una experiencia muy interesante, un gran aprendizaje, sobre todo los primeros años, en los que además coincidí allí con muchos españoles porque era la época de la gran crisis en España y salieron del país para trabajar», narra Laura, que después de una década en tierras galas regresó porque sintió que había cumplido su ciclo parisino.
A su vuelta a Madrid trabajó durante un tiempo en el mismo sector, pero a raíz de «la pandemia» empezó a replantearse su vida y fue entonces cuando llegó el gran cambio. «La poesía siempre me ha acompañado de una manera muy natural, muy intuitiva también porque nunca me había formado más allá de las lecturas, así que cuando volví de París yo seguía escribiendo pero me daba cuenta de que me faltaban herramientas, es como querer componer sin haber estudiado solfeo, llega un momento en el que no puedes avanzar más y fue entonces cuando empecé a formarme», nos cuenta. «A partir de entonces comencé a escribir en serio y cuando empezaron a venir los premios, tengo dos libros publicados en solitario que son dos premios, así que estoy muy contenta», confiesa.
Tras ampliar su formación como poeta decidió enseñar a escribir poesía, se matriculó en un posgrado de especialización para la enseñaza de la escritura creativa en la Universidad de Alcalá de Henares y empezó a impartir talleres en bibliotecas y otros foros. «Yo a mis alumnos les enseño cómo dar los primeros pasos, que sería cómo hacer una coreografía y, siguiendo con la comparación, si tienen el gracejo para el baile pueden continuar solos», apunta Laura. «A nivel técnico creo que es más fácil enseñar a escribir poesía que a escribir narrativa porque su lenguaje está mucho más codificado, ten en cuenta que la poesía está más cerca de la música y el ritmo es una herramienta básica, es verdad que cuando se va avanzando todo se complica un poco, pero yo sobre todo enseño a dar los primeros pasos de baile», dice.
Y en un ámbito como el literario, tan romantizado, ella prefiere poner los pies en el suelo a sus alumnos. «Yo hablo mucho con ellos y prefiero quitarles ese mito del poeta inspirado por las musas», advierte. Entre sus alumnos los hay de distintas edades y condiciones, pero todos ellos comparten una cosa: voluntariamente quieren aprender a escribir poesía o las claves para mejorar los versos que ya escriben. «Hay un perfil que me toca especialmente el corazón: los alumnos que siempre han tenido esa ilusión y que ahora disponen de tiempo» porque están jubilados «y deciden dedicárselo a ellos, eso me parece maravilloso», subraya Laura. «Muchos de ellos vuelven a escribir después de haber tenido abandonado ese impulso poético durante treinta o cuarenta años porque la vida les llevó por otros caminos, a mí eso me parece muy bello», destaca nuestra protagonista, quien confiesa que le hace «muy feliz acompañarles» en ese proceso de reencuentro consigo mismos a través de la poesía.
No todos los talleres de escritura creativa que imparte Laura García de Lucas son presenciales. De hecho, tiene un buen número de alumnos del otro lado del Atlántico. «La pandemia nos trajo algo bueno y es que desde entonces hemos normalizado el formato online, gracias al cual llego a gente de Latinoamérica, donde además hay más cultura de este tipo de talleres, pero sin duda a ese público no habría podido llegar sin las clases online», revela. «Cada tipo de formato tiene sus pros y sus contras, en el presencial se crea una energía muy bonita y es más fácil trabajar algo que a mí me gusta mucho, que es el recitado», comenta.
Con sus alumnos se reencontrará ya después de verano. Ahora toca escribir, volcar esa pulsión poética que ha ido alimentando a lo largo de los meses. Le preguntamos por los temas que le interesan como poeta y la respuesta es clara: «Mis temáticas van cambiando a medida que yo voy cambiando, muchas veces ni somos conscientes de a dónde nos va a llevar la mirada poética hasta que leemos tres, cuatro, cinco, seis, siete poemas nuestros y de pronto comprobamos que en ellos aparece el mismo tema», revela. «Hay autores que tienen temáticas recurrentes, pero en mí eso ha ido cambiando, está muy vinculado con mi momento vital», plantea.
Ojalá el verano de Laura García de Lucas sea productivo en términos poéticos y de su retiro segoviano afloren versos para un nuevo poemario. Será entonces cuando comprobemos qué anda flotando por el inconsciente de esta abulense que justo este fin de semana está de visita en la ciudad de la que tan buenos recuerdos guarda.