Un bar que ve pasar la historia

B.M
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En pleno centro de la ciudad, Casa Felipe se erige como un establecimiento familiar (extendido a los empleados) y tradicional que fue, es y será un punto de referencia para los abulenses

Un bar que ve pasar la historia - Foto: David González

¿Quién no conoce el bar Casa Felipe? Ese mítico establecimiento en el centro de la ciudad, en la plaza del Mercado Chico, que durante años ha visto pasar la vida e historia de Ávila y hoy todavía se mantiene en pie con gran parte de la esencia que no ha perdido con el paso del tiempo.

El próximo 3 de agosto hará 45 años desde que el padre de los actuales propietarios se quedó con el establecimiento. Mariano, que así se llamaba, fue la cabeza visible de este local que, desde entonces, ha sido un negocio de la familia, con su mujer también en la cocina del bar, y con los niños, entonces pequeños, correteando.

Ahora, como un homenaje a este trabajo de años y cuando el fallecimiento de Mariano está reciente, su hija María Jesús cuenta parte de esta historia y recuerda que su padre estuvo trabajando en Pepillo, donde entró con 16 años y «de ahí salieron los que se han dedicado a la hostelería». Luego estuvo en la Casa Social, más o menos un año, hasta que llegó la oportunidad del Felipe, ya con el nombre que todavía conserva.

Empezaron sus padres con el bar y también se quedaron con una dependencia conjunta. Esta historia también tiene otros protagonistas como Ernesto, que comenzó con ellos con 16 años (tiene 61) y aún sigue a pie del cañón, o la de María Jesús, su madre, que les crió pero estaba muy involucrada en el negocio. Porque cuando se lo quedaron era «mitad vivienda, donde vivían mis padres» y la otra parte de bar. Ellos han trabajado «codo a codo» toda la vida y además creciendo con la parte de hostal, lo que han podido hacer «poco a poco» y comprándolo con posterioridad. Es una vida con mucho trabajo. «Han trabajado lo más duro posible», recuerda con cariño, «porque se han dedicado a eso y a los hijos». 

José Ignacio (Nacho), María Jesús y Julio César López Jiménez son los nombres de los tres hijos. La hija se estuvo encargando de la cocina (que aprendió con su madre y recuerda que «la salsa de aquí que tenemos era de mi abuela, de la madre de mi madre, viene de generación en generación») y el hostal pero tuvo un parón y ahora es su hermano José Ignacio el que lleva el negocio. Al principio se quedaron con la Ferretería (ahora se llama la Nueva Ferretería) donde estuvieron unos cuantos años pero después los dos hermanos se vinieron aquí mientas que Julio César tomó otro camino. Y ahí sigue Nacho, al pie del cañón.

La historia de su padre se remonta a un hombre que estuvo trabajando en el establecimiento hasta su jubilación, ya hace unos años, y a partir de ahí pasó a los hijos.

Ahora las cosas han cambiado y han tenido que ser testigos «de una crisis bastante grande» a pesar de la cual se han mantenido. «Pero»… deja en el aire María Jesús, dando a entender las dificultades del sector. 

Sigue siendo un bar tradicional en el que hay una clientela muy fija, de muchos años, y eso siempre es un ánimo para continuar. El problema es que muchos son mayores y van faltando, «sobre todo a partir de la pandemia». Y además hay algo que se mantiene a lo largo de los años y es que «es un trabajo muy sacrificado».

Ahora tienen tres trabajadores en la cocina y tres en la barra por lo que sigue siendo un negocio que genera empleo. Y eso es muy importante en una ciudad sobre Ávila.

Y ahí queda el presente pero María Jesús aún tiene un momento para sus recuerdos de pequeña, que la hacen rememorar que «casi aquí aprendí a andar», dice entre risas, cuando tenía diez meses, así que «aquí se van marcando los años». Años de pasado que formaron parte de esta familia. De presente, que aún está muy vivo. Y también de todo el futuro que tienen por delante. Ellos y el establecimiento.