Madrugada del Jueves Santo en Ávila. Madrugada del Santísimo Cristo de las Batallas. Una noche de recogimiento, de austeridad, del sonido inconfundible que se despliega por el casco histórico de Ávila con la Procesión de la Madrugada, organizada por la Hermandad del Santísimo Cristo de las Batallas.
Apenas pasan un par de minutos de las dos de la madrugada, y una hilera de penitentes ataviados con su túnica y capucho negros, con cíngulo de esparto, comienzan a salir de la iglesia de Mosén Rubí con sus antorchas encendidas, con llamas que iluminan la noche abulense. Encabeza la comitiva un penitente que porta en sus manos una cruz roja, símbolo del escudo de la Hermandad. Repican las campanillas en una madrugada en la que ya todo es silencio. Cientos de personas aguardan en la plaza de Mosén Rubí la salida de la comitiva, uniéndose a ese silencio que ya todo lo llena y que únicamente quedará roto por los sonidos que se desprenden de esta procesión, muestra excelsa de esa Semana Santa castellana, austera, sin alardes, que invita a la reflexión introspectiva, a la oración.
Avanza la primera cruz que arrastra pesadamente un penitente con los pies desnudos, rasgando el granito abulense. Repique de tambores que también rompe en la noche. Una corneta resuena con fuerza, uniéndose a esa sinfonía. Pronto le seguirá una segunda cruz adentrándose ya en la plaza de Mosén Rubí, tras haber dejado atrás el patio del convento.
La imagen del Santísimo Cristo de las Batallas, obra realiza en el taller italiano Lucca de la Robbia, ya entra en escena. Un Cristo doliente de medio cuerpo, con la faz serena, portando una cruz, enmarcado en ese trono de columnas que lo rodean. Una talla con una larga vida a sus espaldas, que acompañaba a los Reyes Católicos en sus batallas contra los musulmanes, y que ahora se cobija en Ávila, en este convento de Mosén Rubí, custodiado por las Misioneras de Santo Domingo. Su avance es rítmico. 18 anderos le portan, doce de ellos con varas que repican al unísono con fuerza contra el suelo, marcando su avance al tiempo que lo hacen sus pasos, rápidos, cortos…
Ya está en la calle para iniciar ese recorrido intramuros que le llevará por la calle Bracamonte en dirección a la plaza del Mercado Chico, tras atravesar la plaza de Zurraquín. Se adentra en un Mercado Chico que a estas horas de la madrugada luce silencioso. La comitiva integrada por cerca de 200 cofradas de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Batallas no frena en el avance de su estación penitencial, con ese halo de recogimiento que se crea en esa madrugada de sonidos que tanto la caracterizan: sus campanillas, sus tambores, su corneta, el repiqueteo continuo de las varas que portan los anderos del Cristo de las Batallas, el rasgar de las dos cruces que arrastran dos penitentes por el frío suelo abulense, en una noche serena, fresca, no heladora.
El camino continúa por la calle Caballeros hasta llegar a la plaza de Pedro Dávila, donde el paso gira armónicamente para enfilarse en su trayecto hacia la calle Cardenal Pla y Deniel, la plaza del Teniente Arévalo, la plaza de José Tomé… Un recorrido que ahora se volverá más sinuoso para adentrarse por la calle de la Cruz Vieja, otro rincón emblemático de esta Semana Santa abulense, declarada de Interés Turístico Internacional por sus procesiones, pero también por ese marco patrimonial espectacular en el que se escenifica.
El camino de regreso al punto de partida, el convento de Mosén Rubí, ya está más próximo. Se ha superado el ecuador del recorrido. Plaza de la Catedral, calle El Tostado, calle Lope Núñez y, de nuevo, la plaza de Mosén Rubí. Las antorchas prácticamente se han agotado tras haber iluminado todo el trayecto. Han sido casi dos horas de una vivencia intensa de la Procesión de la Madrugada que abre un Jueves Santo que los abulenses vivirán plenamente, acompañados de muchos visitantes que desean compartir una Semana Santa plena de momentos especiales, como los que deja esta estación penitencial que guía el Santísimo Cristo de las Batallas, y que un año más dejó su impronta.