Javi Sancho, humorista fogueado en muchos y muy variados escenarios, que fue el cómico más joven de la historia en aparecer en la cartelera de la sala Pepe Rubianes de Barcelona, llega este domingo al Teatro Santo Tomás dentro de la gira de presentación de su espectáculo Del deporte también se sale.
Va a ser, sin segundas lecturas, su primera vez en Ávila.
Sí, así es. Va a ser mi primera vez actuando en Ávila, y vengo con muchas ganas porque llevo años de giras por diferentes ciudades de España, ya me quedan muy poquitas y entre ellas estaba Ávila.
Quedándonos en el título de su espectáculo, Del deporte también se sale, parece que hablase usted de drogas o de sectas.
Ocurre que la gente está muy atrapada con el tema del deporte, pero en plan positivo, y yo lo que creo es que a la gente que hay que sacarla no de todo el deporte, que en esencia es bueno, sino de ese de las mañanas de los domingos con ese amigo que tenemos que no ha hecho deporte en su vida y de golpe está a las seis de la mañana corriendo por el monte.
Y tú te preguntas que a ver qué necesidad tienes tú, a tus 54 años y que no has nunca deporte en tu vida, de irte tan pronto con el amigo que no ha hecho tampoco nada en su vida, que tu sabes que ha estado siempre tumbado en el sofá y que un buen día te dice no que me ha apuntado a crossfit, que se va a mover ruedas de tractor a un polígono y que eso le ha cambiado la vida.
Parece que la inconsciencia de las modas también ha llegado al deporte.
Eso parece, y así las cosas lo que cuesta es encontrar un punto medio.
Y lo que usted cuenta es el postureo, los colorines, la desvirtuación del deporte de verdad.
Pues algo así es lo que hago en mi espectáculo, porque es verdad que en las modas, y cuando llegan al deporte también, se nota el peso de las redes sociales, de que hay mucha gente haciendo cosas más para contarlo que porque les apetezca, por subir a instagram lo que ha conseguido… y quisiera añadir que si ese postureo lleva a la gente a practicar una vida más saludable, pues también es una buena opción.
¿Quizás algunos más que practicar deporte buscan una nueva forma de relación social?
Pues sí que es verdad que en la práctica del deporte hay una parte social muy importante. En muchos deportes, correr o montar en bicicleta, hay gente que queda para hacer unos kilómetros y luego se quedan tomando algo hasta las tantas. Y el pádel es también un deporte muy social, hay más gente en las terrazas de las pistas de pádel que en las propias pistas de pádel.
Aunque el título del espectáculo habla sólo de deporte, en él habla también de más aspectos de la vida.
Sí, a mí me gusta aclarar que el espectáculo se llama Del deporte también se sale, porque creo que es un asunto que hay que tratar porque se nos está yendo de las manos y es muy gracioso, pero a mitad de espectáculo dejo de hablar de deporte y empiezo a hacerlo de mi día a día, de mis cosas, hago un poco de terapia con la gente.
¿Encuentra también ahí identificación entre su vida y la del público?
Sí, también en esos nuevos asuntos la gente se ve muy cercana a lo que cuento, porque igual están pasando un momento complicado, o simplemente tienen un día raro, y al escucharme sienten que no están tan mal porque tienen sobre el escenario a alguien que les cuenta que está peor que ellos.
Pero siempre con el humor como protección, como camino para entender mejor la vida y de forma más soportable.
Claro, porque el humor siempre nos abre puertas a entender mejor las cosas y, además, es clave para superar muchos de los problemas que nos puedan ocurrir la vida. Si un día perdemos el humor, y ojalá eso nunca ocurra, tendremos un problema muy importante.
Compartiendo esos problemas suyos sobre el escenario, aunque sean un poco impostados, ¿siente que conecta con el público?
Eso siento, y me alegro de que ocurra porque es muy importante para que el espectáculo funcione esa conexión, porque demuestra que hablo de cosas que nos han pasado a todos. Además, cuando termina la función hay espectadores que vienen a verte y te dicen que eso mismo que yo he contado les ha ocurrido a ellos o a gente cercana.
¿Y las penas compartidas, aunque sean leves, duelen menos?
Sí, cuando tenemos algún problema suele ocurrir que te calma un poco saber que no eres la única persona que lo sufre, compartirlo siempre es bueno, y si se hace a través del humor es mucho mejor.
¿Además de escucharle, también el público le cuenta cosas que pueden servir para tus espectáculos?
Eso ocurre a menudo, y es muy de agradecer, y sucede sobre todo a través de las redes sociales, desde donde me llegan muchos mensajes de gente que me cuenta cosas que le han ocurrido y que han querido contarme. Y cuando yo luego llevo esas ideas a mis monólogos, es como que haces un poco de terapia con ellos en cosas en las que puedes empatizar.
¿Reírse de uno mismo es un mandamiento fundamental para poder hacer este tipo de espectáculos?
Reírse de uno mismo es fundamental, es la clave, y creo que consigo practicarlo en mi espectáculo. Yo me río de mí del que más, y creo que eso es algo que deberíamos aplicar todos, porque en el momento en el que aceptas tus historias, tus defectos, las cosas que te pasan y te ríes de ti mismo consigues quitarte muchos pesos de medio y la gente eso lo valora mucho. El público ve que has venido a meterte sobre todo contigo mismo, y si luego te metes con alguien pues nadie se lo toma a mal.
Reírse de uno mismo es síntoma de inteligencia, es saludable y, además, si sabes hacerlo y conectar con el público luego ya tienes mano abierta para arriesgar todo lo demás; ese humor que nace burlándote de tus pequeñas miserias es la clave para una salud de ambiente en cualquier escenario.