Nada hay más barato en esta sociedad que la compra de un periódico. No es chauvinismo profesional si es que así pudiese llamarse, ni mucho menos, es una verdad grande y razonable que vamos a intentar argumentar con tino, partiendo para hacer bien ese camino de que no es lo mismo, ni de lejos, el valor de algo y el coste que tiene adquirir ese algo.
Un periódico, valga como ejemplo este centenario Diario de Ávila que usted tiene entre sus manos, cuesta sólo 1,80 euros. Y bien digo 'sólo', porque para hacer posible este ejemplar que a usted le informa de los hechos que son fundamentales para conocer qué pasa en la sociedad de la que forma parte activa –estando todas esas letras contrastadas y firmadas por profesionales que buscan informar y no manipular–, han trabajado muchas personas. No solamente los periodistas, sino un equipo humano muy amplio en el que hay que contar, además, a maquetadores, fotógrafos, diseñadores, informáticos, publicistas, gestores, impresores, transportistas, quiosqueros… Y el resultado de todo ese trabajo de tanta gente le llega al lector por solamente 1,80 euros. Comparen el alto valor con el menguado precio, sin perder de vista tampoco que estas páginas no sólo informan de hechos que nos sitúan en el presente sino que ayudan a crearse una visión crítica de la realidad (esa que nos quieren coartar con todo tipo de argumentos malintencionados), animan y ayudan a pensar, e incluso abren las puertas a muscular la memoria y la atención si uno se deja tentar con los retos de los pasatiempos.
Y si se hace comparativa con otros 'productos' que hay en el mercado, lo barato que resulta un periódico para el lector –bien podríamos decir que más que económico es un precio meramente simbólico– resulta aún más evidente. 1,80 euros no es dinero cuando compramos ropa o hacemos la compra de comida de la semana, cuando disfrutamos del ocio en pequeño o a lo grande, cuando visitamos el taller y maldecimos lo caro que cuesta tener un coche, cuando se estropea cualquier electrodoméstico o cuando nos damos un capricho.
No está bien que uno saque así pecho por lo suyo. O sí, porque uno piensa que es cierto lo que se dice, y porque valorar tanto lo que se crea en tu ámbito de trabajo no significa en absoluto desmerecer lo que hacen otros.
Sorolla denunciaba en una de sus pinturas que el pescado era muy barato para quien lo compraba si se tenía en cuenta el mucho trabajo de quienes lo pescaban y los riesgos que tenían que correr. No es lo mismo, ni mucho menos, pero sirva la comparación para decir aquí que «y hay quien piensa que un periódico es caro».