Afirma Carmela Ricupero que de haber tenido otra vida anterior seguramente la vivió en Ávila. Y es que, asegura esta venezolana descendiente de italianos y españoles, el terminar viviendo en esta ciudad era casi providencial. No en vano, desde niña Carmela se sintió muy cercana a Ávila y a Santa Teresa. «Estudié en el colegio de las Teresianas», recuerda cómo nació la admiración por la santa abulense y cómo desde pequeña Ávila tuvo un lugar destacado en su corazón.
Cuenta que su padre italiano, de Sicilia, y su madre, descendiente de asturianos, se conocieron en Venezuela, país al que en aquella época llegaron muchos europeos huyendo de la inestabilidad política de sus países e incluso de las guerras, como en el caso de los españoles. Australianos, portugueses, alemanes, italianos... compartieron aula con Carmela en aquel colegio de las Teresianas de la macro urbanización de Ciudad Alianza, en el municipio de Guacara donde sus padres tenían un negocio de distribución de productos y alimentación para animales. Así fue como nació en ella el amor por perros, gatos o caballos y como se decantó por estudiar auxiliar de veterinaria, estudios que posteriormente completó con groomer o peluquería y estética canina.
Tras terminar su formación Carmela abrió un negocio propio de accesorios de animales, veterinaria y peluquería canina que compatibilizó con trabajos como criadora. Así estuvo durante más de tres décadas hasta que la situación política y económica en su país le hizo plantearse el emigrar. «Tengo tres hijos y sentí miedo e inseguridad», cuenta al hablar de los saqueos y asaltos que empezaron a sufrir otros empresarios y que le hicieron temer por su futuro y el de sus hijos. Eso le animó a emigró a Estados Unidos, donde permaneció tres años, para después venir a España y, tras pasar un breve tiempo por Asturias, Barcelona y Canarias, terminar en Ávila.
Una amiga, también venezolana y con ascendentes italianos como ella, la animó a venir a la capital abulense, lugar que por otra parte Carmela siempre quiso visitar por ser la cuna de Santa Teresa, de la que esta venezolana es «gran devota».
Al poco de llegar a Ávila Carmela comenzó a trabajar en una clínica veterinaria como peluquera canina. Allí estuvo durante dos años hasta que tras vender una propiedad en Venezuela decidió ponerse por su cuenta y abrir la Peluquería Canina Ávila, en la calle Virgen de la Vega, por la zona de San Antonio, donde ofrece baños de ozonoterapia, cortes de pelo, pedicura y todos los tratamientos estéticos que perros, gatos, hurones y conejos necesitan. «Amo a los animales y por eso amo tanto mi trabajo», afirma esta ya abulense que a Ávila vino con su hijo pequeño y con Dulce María, su chihuahua blanca que, dice, es «la más bonita del mundo» y una vecina más también de esta ciudad.