Nuestros homenajes a los centenarios de Ávila y su provincia nos llevan hoy a San Juan de la Nava, localidad que este domingo celebraba los cien años de Marcelino Zazo Villarino, vecino de la localidad que actualmente reside en la residencia de mayores 'Virgen de la Piedad', de El Barraco, pero que regresa siempre que tiene ocasión al pueblo donde fue feliz.
Y la ocasión de este fin de semana era, por supuesto, única. Porque «no todos días se cumplen cien años», como decía el propio Marcelino a Diario de Ávila.
Cien años colmados de vitalidad y buen humor y para los que, dice, casi no tiene secretos. «No he hecho excesos. No he bebido. He fumado poco. Y he comido siempre sin llegar a estar harto», nos da esas claves que, quizá, puedan servirnos a alguno para seguir su ejemplo.
En cualquier caso, lo cierto es que la vida de Marcelino ha sido muy intensa. Para empezar, nació en Francia, donde vivían sus padres. «Se conocieron allí», echa la vista atrás para contar el nacimiento de su familia. Nos cuenta que su padre era de San Juan de la Nava y su madre de un pueblo de Zamora, y que se conocieron, enamoraron y casaron en Francia, adonde habían emigrado buscando trabajo.
Cuenta Marcelino que su padre trabajaba «en fábricas y en la construcción». Y su madre, «atendiendo a los muchos españoles que habían emigrado también». Pero él apenas recuerda algo de su época parisina. En el año 32, con apenas ocho años, regresaron a España, para afincarse en la localidad natal de su padre.
Recuerda con tristeza los años de la guerra, en los que tuvieron que luchar por salir adelante. Asistiendo, incluso, al fusilamiento de algún ser querido, como el primo de su madre.
Pero no todo fueron penas en la vida de Marcelino. Ni mucho menos. Conoció a Valentina (Yuste) y se casaron después «de siete años de relación».
Siete años de novios y 71 de matrimonio, sigue compartiendo con nosotros, en los que, eso sí, no nacieron hijos.
«Pero nosotros estuvimos siempre bien», continúa hablándonos Marcelino, que comparte otro de sus secretos vitales, en este caso, el de los matrimonios felices: «hay que llevarse bien y aguantarse el uno al otro», sonríe el cumpleañero, que siente que Dios les unió y que recuerda con cariño a su esposa, fallecida en 2019.
Con ella compartió su día a día.También el trabajo. Porque después de trabajar durante una época en el campo, el matrimonio se estableció en Ávila («vivíamos en el 4 de la calle Duque de Alba», recuerda a la perfección, para trabajar en el mítico bar 'Pepillo'.
Ahora,Marcelino recuerda con cariño sus andanzas. Lo hace desde la residencia de El Barraco, a la que llegó hace un año y donde dice sentirse muy bien. «Él tiene una vitalidad bárbara y es encantador», dice de él Roberto García Sastre, director de un centro que este fin de semana también quiso celebrar los 100 de Marcelino disfrutando de una tarta compartida con todos los residentes.