A pesar de las diferencias políticas de cada uno de los grupos que conforman el pleno municipal, si en algo debieran ponerse de acuerdo es en pensar soluciones a problemas detectados por todos.
Es más que probable que ninguno de los ediles que se sientan en la bancada municipal piense que nada más se puede hacer por reflotar el dinamismo aletargado que se vive en el día a día del casco histórico, centro neurálgico de la ciudad, en el entorno del Mercado Chico. Y si alguno pensara que todo está hecho, se equivoca de idea y debería replantearse su vocación al servicio del ciudadano.
El centro languidece desde hace muchos años, hasta el punto de que el bullicio propio de este barrio se ha ido trasladando a otros lugares de la ciudad, razonable hasta cierto punto en momentos expansivos y de esplendor económico que se han vivido en el pasado porque una ciudad no deja de ser un ente vivo que se ha de ir desarrollando, adaptándose a las necesidades de sus ciudadanos, pero no hay que permitir pasos atrás en lo que ya está consolidado.
Si coincidieran en este análisis, debería ser misión de todos ellos sentarse y encontrar puntos de entendimiento para sacar adelante propuestas que construyan una ciudad más atractiva, sin perder la esencia histórica, tanto en el sentido de protección del patrimonio, con la sensación intangible que se percibe en una ciudad auténtica como es Ávila, lo que aumentará inevitablemente las oportunidades.
Será la mejor manera de avanzar sin que las decisiones que se tomen acaben siendo percibidas como ocurrencias oportunistas que obedecen a la falta de criterio y de objetivos finales.
En este sentido, que el Ayuntamiento esté ahora planteando una privatización en la gestión del Mercado de Abastos, que no deja de ser uno de los órganos vitales de este centro histórico, y que puede convertirse en acicate para la dinamización económica de los comercios y locales de hostelería del mismo centro. Puede ser una idea tan genial como nefasta según como se gestione. ¿Cuántos años llevamos escuchando propuestas para la plaza? ¿Cuántos millones invertidos sin saber muy bien para qué han servido? ¿Cuántos planes de reactivación del centro han fracasado? ¿Cuánta parte de culpa tienen las instituciones y cuánta los propios negocios de la zona? Dar respuesta a esas preguntas sólo contribuirán a hacer un análisis de la situación, y si acaso un punto de partida para dar respuesta a la verdadera pregunta que hay que responder: ¿Dónde queremos llegar y qué puede aportar cada uno? Entre todos se pueden conseguir grandes hitos.