El terrible problema del suicidio, abordado a través de la literatura y del diálogo entre personas que están luchando muy activamente contra él, llega hoy a la librería Letras de la mano de una presentación literaria, el libro Contra el silencio, de Alberto Gómez, a quien acompañarán en un coloquio posterior miembros de la plataforma abulense Hablemos.
En ese libro, subtitulado Un viaje por las etapas del duelo después del suicidio, Alberto Gómez se enfrenta a esa realidad desde la experiencia personal de haber sufrido el suicidio de un hermano, situación difícil que describe con delicadeza y que comparte a modo de «un grito contra el silencio que, con mucha frecuencia, sella esta pérdida».
¿Aunque menos que hace unos años, sigue siendo el suicidio un tema tabú?
Es un asunto tan complicado que puedo decirte que mis padres, por ejemplo, no sé si se han leído el libro, y que algunos amigos también muy cercanos que saben lo que ocurrió y lo más que lo pasamos en la familia no saben aún cómo preguntarme cómo ha asimilado el suicidio de mi hermano.
¿Faltan también herramientas para saber manejarlo bien?
Creo que sí, que aparte de que todavía sigue habiendo mucho tabú y mucho estigma también hay mucha falta de herramientas para poder preguntarnos unos a otros esa pregunta tan obvia, pero que tanto cuesta, de ¿cómo estás?
Durante muchos años se impuso el silencio sobre el tema del suicidio, pero esa presunta forma de prevención se ha demostrado completamente equivocada, ¿no?
Yo no soy experto en prevención en suicidio, pero llevo casi tres años acudiendo a grupos de duelo e intentando visibilizar algo que yo mismo oculté y disimulé durante 23 años y cuando escuchas a los expertos te dicen que ya se han cansado de esa teoría de la ocultación que tuvo su vigencia, porque en el drama del suicidio lo que de verdad mata es el silencio, el problema es no hablar de él.
Y más allá de la frase de que no hacemos ningún favor a la sociedad guardándonos absolutamente todo, yo creo que sí hay periodistas y hay medios capacitados para explicar bien las cosas, y creo que hacemos un buen favor a la sociedad como medios de comunicación tratando de explicar una forma de muerte no natural que, sin embargo, se lleva por delante muchísimas vidas.
Hablar de este asunto desde la experiencia personal es seguro que más duro que desde un cierto distanciamiento, ¿cree que es también más eficaz a la hora de abordarlo?
Yo asistí por primera vez a un grupo de duelo un viernes por la tarde, durante dos horas, y cuando volví a casa tenía la cabeza como un bombo, lleno de ideas, de emociones, de frases que había escuchado a gente que decía prácticamente lo mismo que yo había sentido durante veintitantos años y que yo no me había atrevido a contarle de esa manera a nadie o prácticamente a nadie.
Yo creo que el hecho de acudir a un grupo de duelo es maravilloso en el sentido de la ayuda que te aporta, y si además te gusta escribir, como es mi caso, lo que he hecho es una como doble terapia: una, ir a un grupo duelo que me ayuda, y dos, escribir lo que yo siento en esas reuniones y trasladarlo a un libro.
¿Recomienda participar en esos grupos de duelo de los que habla?
Sí, porque son grupos de ayuda que yo no conocía y que el azar puso delante de mí como una herramienta maravillosa. Y quizás pasa como hasta hace muy poco tiempo con psicólogos y psiquiatras, que a la gente le daba vergüenza decir que estaba acudiendo a cualquier de ellos, era como un estigma, y ahora es algo muy normal y está normalizado, porque ayuda a quien lo necesita y eso no hay que ocultarlo.
¿Cree que a quien lea su libro le ayudará esa terapia que usted le traslada?
Una persona me ha dicho que tuvo un suicidio en su familia y que él intentó suicidarse, pero que al leer mi libro comprendió lo que esa terrible decisión podría haber generado en su familia, mucha pena, mucho dolor, esa mentira que también en ocasiones se utiliza para contar una versión edulcorada de lo que ha pasado, ese silencio, esa culpa, ese enfado con esa persona que se ha ido.
Con mi libro aspiro a que cualquier persona que haya sufrido un suicidio en su familia se ponga en la piel de un superviviente como he sido yo, que conozca lo que yo he pasado, y que entienda lo que trato en el capítulo dedicado a la mentira, que creo que es muy importante aunque yo no lo sufrí en mi familia porque a mí nadie me contó una versión diferente de lo que le había pasado.
Además, la persona que lo lea podrá entender mejor las diferentes emociones que ese drama provoca, unas más duraderas que otras, siempre con el convencimiento de que podemos ir dejando algunas atrás, por ejemplo la de enfadarte con esa persona que se suicidó, porque desgasta muchísimo y no sirve de nada.
En cualquier caso, insistimos, el silencio en este asunto no ayuda absolutamente nada.
Insistimos en que el silencio no ayuda nada, todo lo contrario. Yo creo que los 18 años que compartí con mi hermano se merecen que cuente anécdotas y episodios que compartí con él, recuerdos como el estar yo en mi cama partiéndome de risa leyendo cómics mientras él también se partía de risa con Mortadelo y Filemón; recuperar esas historias o abrir un álbum de fotos en el que aparezca él es justo; lo que no es justo es que porque haya muerto de esa manera los álbumes se queden completamente cerrados.
Igual que tenemos que trabajar mucho para prevenir los suicidios, porque son un drama terrible, también hay que abrir los álbumes de fotos en los que están esas personas, honrarles, contar lo que hicieron, lo bien que lo hicieron y lo mal que lo hicieron en general. Yo claro que me enfadé con mi hermano, siete años mayor, por hacer lo que hizo, pero creo que no tenemos que empezar la vida de muchas personas por el final sino el principio.
Parece que en el tema de la prevención ahora hay que trabajar especialmente con los jóvenes, ¿muy triste, no?
Bueno, hay suicidios, hay tentativas y hay ideación, o sea, que se les pasa por la cabeza aunque afortunadamente luego no lo hagan. También es cierto que ahora lo cuentan y a lo mejor muchos de nosotros, los que tenemos de 40 a 50 años, también tuvimos esas ideas y no las contamos en su momento. Pero también es cierto que ahora hay mucha soledad y están los muchos problemas que pueden provocar las redes sociales, por ejemplo el bullying, y ante eso más de un chaval piensa que se quiere quitar de en medio. Y tenemos un grave problema ahí, por supuesto, los jóvenes no pueden estar tantas horas encerrados en un cuarto con un móvil que les está machacando haciéndoles sentir mal, por ejemplo, por su aspecto físico y nosotros en el salón viendo una película. Tenemos que actuar, tenemos que movernos y evitar el problema cuando aún se está a tiempo.