Todos los ascensos, todas las cimas conquistadas, todas las expediciones emprendidas por Carlos Soria tienen un importante valor. Ejemplo de superación, el veterano montañero abulense se ha convertido en la plasmación más evidente de que 'querer es poder'. Sin embargo la última de sus cumbres ha adquirido una dimensión especial. No ha sido la cima más alta que ha pisado, ni siquiera la más complicada a la que se ha enfrentado, pero el Aconcagua sí ha sido su mayor conquista. Con 86 años recién cumplidos, una reciente operación de hernia, un grave accidente en el ascenso al Dhaulagiri, la prótesis de la rodilla... «Más cosas no se pueden tener» ironiza el abulense, que conseguía un ascenso con un «enorme significado. Cada momento de la vida es distinto y ahora mismo era un momento complicado para mi. Quería ver cómo estaba y ha sido muy interesante para mi. Sentí una alegría enorme al verme allí arriba». Porque el Aconcagua se había convertido en una prueba de fuego. «Hacerlo era necesario para verme a mi mismo, ver cómo estaba y era el momento en el que había que hacerlo.Una prueba en lo físico pero también en lo emocional. «Me ha venido estupendamente, quizá más para la cabeza que para el cuerpo» que también ha respondido ante las exigencias de la expedición.
Reconoce que toda la expedición «ha sido una paliza. Íbamos pocos días».Recuerda que el día 19 de febrero «dormíamos en el Campo 3, subíamos a la cumbre y regresábamos al Campo 3. Mil metros de subida, mil de bajada. Al día siguiente había que bajar corriendo al Campo Base porque perdíamos el vuelo, recoger las cosas y llegar a Mendoza con un helicóptero. De Mendoza a Santiago y coger el avión para el 22 estar en Madrid. Una barbaridad». Fue todo a la carrera. «Ha sido muy duro pero muy reconfortante porque me he sentido bien, no sólo subiendo sino bajando corriendo» explica Carlos Soria sobre lo vivido. «Ha sido una ascensión fantástica, increíble».
Quería probarse «y ha salido bien». Ha cargado las pilas de la ilusión de cara a su siguiente y principal proyecto en este 2025, intentar subir el Manaslu en la conmemoración de los 50 años de la primera ascensión de españoles a un ochomil. Inicialmente se fijó la expedición para esta primavera, «pero no puede ser». No han podido conseguir los patrocinios y presupuesto suficiente. Será a finales de agosto. «De alguna forma o de otra saldrá». Será un viaje muy especial. «Es una montaña distinta» por todo lo que la rodea. Un ochomil que supuso un antes y un después en el montañismo español. «Sería un remate fantástico».