Manuel Rodríguez Campo lleva más de 50 años con su empresa, en la que empezó con su padre cuando dejó de estudiar. Tiró la cartera y su padre lo tuvo claro: «A trabajar». Y ahí sigue, trabajando, aunque ya va pensando en la jubilación, animado por su familia, pero de momento sigue en la 'lucha', principalmente con obra pública, trabajando para Diputación, Junta y ayuntamientos, con los que hacen «calles, saneamientos, abastecimientos», también hormigonados y tuberías.
Tienen la suerte de que pueden «trabajar por la zona» porque allí encuentran «el trabajo que quiera, lo que pasa es que ya llega el momento que también te cansas, porque yo ya tengo mis años» y ahí es donde tiene el problema de encontrar a «gente» para la empresa. Eso deja un poso de tristeza porque no sabe si la empresa acabará porque ahora está él con un trabajador y ve difícil «conseguir relevo porque mis hijos están cada uno está en su sitio, no han querido empresa».
De su trabajo destaca que siempre han logrado «quedar bastante bien con la gente» porque han hecho «las cosas lo mejor posible» y por eso no duda en invitar a preguntar por él y la empresa a cualquiera. Y así siguen haciéndolo con una vida que comienza cada día cuando se levanta sobre las 8,30 horas («no me levanto muy pronto», dice) y desde la nave salen para ir a trabajar, parar para comer y «luego echas otro rato». Después, de vuelta a la nave y a preparar «las cosas para el día siguiente. Y esa es la vida». «Luego, a lidiar con los alcaldes, con los ingenieros, e intentar hacer las cosas lo mejor posible», asegura.
Le «encanta» vivir en el pueblo, confirma, donde llegó de la mano de su padre cuando vino a trabajar hace «por lo menos 56 años». En Langa se quedaron, allí se ha casado y ya es su pueblo. Un pueblo que le aporta «mucha tranquilidad», «seguridad» y, probablemente, «menos gastos». Y por eso, asegura que a él le gustan las ciudades, pero «para el fin de semana».