Cuando era niño aún había pregoneros de tambor y cornetín.
Recuerdo aquel tonillo repetitivo y cadencioso, un texto medio recitado con musiquilla característica… de esa época, quién no recuerda a "Tiririque," el último pregonero, o un alguacil, que daban los pregones por plazas y esquina…y los chiquillos los rodeábamos para oír sin escuchar, que lo que pregonaban no nos interesaba nada, era la figura del pregonero y el tonillo lo que nos atraía.
Pero ya nada es igual.
Empezamos por el propio sentido de un pregón, que hoy tiene otras connotaciones festivas, que en tantos años, desde la venida de la democracia, inician nuestras Ferias y Fiestas con mucho tumulto y pregoneros o pregoneras de postín, hubo una época de artistas, que nos traía Emilio Romero, desde la dicharachera Marujita Díaz, desaparecida recientemente, con su canto a lo afrodisíaco de la resina de nuestros pinares, o la señorial Nati Mistral, cantante, artista y rapsoda que se arrancó "a capela" con una de las suyas y provocó una gran ovación del público. Luego hubo otra época en que el pregón nos le dieron gentes notables de la ciudad, en muy diversas facetas, y también, entre ellos, este humilde cronista. Escritores, periodistas muy conocidos, gentes de la cultura, y deportistas… en fin, una gran variedad durante tantos años.
Y más modernamente, el pregón de la Semana Santa, que comenzó con la presentación del cartel y pronto se transformó en pregón, con religiosos y seglares, desde un punto de vista más religioso o desde el turístico y cultural, o un poco de ambas cosas. Grandes pregones hemos tenido para abrir la Semana de Pasión, que nos han descrito nuestras manifestaciones como quizás nosotros mismos no habíamos observado.
Este año, la protagonista del pregón de la Semana Santa arevalense ha sido una mujer culta, muy afable y preparada que siempre nos sorprende en todo lo que hace, Sonsoles Sánchez-Reyes. Fíjense amigos lectores, nos conocimos personalmente en un acto cultural, con su esposo, pero ya nos conocíamos antes desde la lejanía, porque leía sus crónicas en estas mismas páginas de nuestro Diario, y la seguí muy de cerca en sus labores como Teniente de Alcalde de Cultura de nuestra capital, en una gran labor con signo propio cercano y certero.
Hoy quiero hacer un guiño especial a mi amiga y admirada Sonsoles, nuestra pregonera, que este año nos ha puesto el listón muy alto con su extraordinaria manera de contarnos su visión y sus vivencias de nuestras tradiciones pasionales, con su especial dicción.
Cuando estoy escribiendo estas líneas interrumpo para irme a Ávila con Nieves, mi amiga y compañera cofrade para escuchar de nuevo a Sonsoles, en esta ocasión pregonando al Cristo de las Batallas.
De nuevo afloraron tantas sensaciones y emociones en aquel extraordinario marco de la iglesia de Mosén Rubí, colorada de pasión, con su bóveda estrellada magnífica y su columnata y portada renacentista, y tantos cofrades y amigos abulenses arropando a Sonsoles, que estaba ahí, en la escalinata del presbiterio junto a la preciosa talla del Santísimo Cristo de las Batallas, el protagonista de este pregón. Su historia sorprendente y después de un peregrinar se quedó aquí, en este monasterio de Dominicas.
Gracias Sonsoles