V uelve a Ávila a actuar –y aprovechando la ocasión para pasar el día en una ciudad «que me gusta mucho y en la que tengo grandes amigos»– el singular humorista Santi Rodríguez, donde este viernes pondrá en escena en el Teatro Santo Tomás el espectáculo Espíritu, la obra con la que lleva cosechando éxitos desde hace tres años gracias a su excelente hacer sobre las tablas, donde domina un humor sencillo pero no simple, no hiriente pero en absoluto soso, cercano al mismo tiempo que intenso, regalando al espectador una forma de divertirse que llena y que casi sana un poquito.
Ha vuelto a poner a Ávila en su agenda dos años y medio después de representar Infarto. No vayas a la luz, ¿se fue satisfecho y por eso regresa?
Así es, me fui muy contento después de aquella actuación y vuelvo encantadísimo, y no sólo para actuar sino para pasar un día enterito en Ávila, porque iré tempranito para disfrutar de la ciudad, para ver algunas cositas que hace mucho tiempo que no veo y para darme un paseíto por allí.
Además, voy a una sala en la que actué hace muchísimo tiempo, en el año noventa y tantos con una obra de teatro clásico, y eso también me hace mucha ilusión.
Sigue haciéndonos reír ¿porque le gusta, porque cree que lo necesitamos, o por ambas cosas?
A mí me gusta mucho hacer reír, y además creo que es una de las cosas que más necesitamos; la risa siempre es necesaria, quizás especialmente ahora, y viene muy bien para todo. Está demostrado que además de que reírse es bueno físicamente, muy beneficioso para descongestionarte, también te borra durante un ratito los problemas, es una medicina temporal que durante un ratito te hace olvidar las cosas que tienes alrededor y que no te gustan.
O sea, que la risa te cuida física y espiritualmente.
Sí, más o menos podría decirse que es así.
Hace dos años hablaba en su espectáculo de las consecuencias de un grave infarto que sufrió, y ahora lo hace de espíritus, ¿se ha empeñado en hacer humor con temas que habitualmente están hechos para dar miedo?
Puede verse así, pero lo que ocurre es que yo practico el ejercicio de ver el lado bueno de las cosas, o el más amable, y así se consigue hacer reír. En Espíritu hablo de un tema tan serio como es la muerte, porque el protagonista es un hombre que se ha muerto y no lo sabe, y a partir de ahí me las voy apañando para hacer reír al público.
¿Cualquier tema cogido desde una buena perspectiva es susceptible de hacer reír?
Cualquier cosa, en función de cómo la enfoques, puede ser ofensiva e incómoda o puede ser amable y agradable, y lo que yo busco es esto último, para hacerlo pasar bien. La prueba de que lo consigo es que llevo tres años con Espíritu y no sólo no se ha incomodado creo que nadie, sino que cuando termina el espectáculo la gente me espera y me da la gracias, porque también aprovecho para hacer un homenaje a la gente que se nos ha ido en estos años con el dichoso covid.
O sea, que además de regalar humor también aprovecha para hablar de otras cosas, por ejemplo de sentimientos
Sí, porque también aprovecho para hacer una reflexión sobre cómo desperdiciamos algo tan valioso como es nuestro tiempo, que es algo que muchas veces no tenemos en cuenta. Y desde esa perspectiva pongo al público un poco en guardia de algo que sabemos pero que nadie hace nada por remediarlo, que es que la vida se nos pasa volando y nosotros vivimos demasiado deprisa.
¿Y, sin perder nunca de vista el buen humor, qué podemos hacer para no desaprovechar el tiempo?
Tenemos que ser conscientes de que cada día es único e irrepetible, y desde ese convencimiento debemos intentar, en la medida de lo posible, aprovechar los momentos maravillosos que podamos disfrutar con nuestra familia, con nuestros amigos, para estar con ellos y decirles algo tan bonito como que les queremos y reírnos un poquito de muchas de las cosas que nos pasan.
¿También es bueno reírnos de nosotros mismos?
Eso es fundamental, estoy convencido de que hay que empezar por saber reírse de uno mismo para saber reírte de lo demás; es el primer ejercicio que hay que hacer aunque nos cuesta a veces mucho trabajo, porque tenemos mucha facilidad para reírnos de lo que le pasa al de enfrente, pero cuando nos toca a nosotros mismos, ¡ay amigo!, ya la cosa cambia. Pero se puede uno reír de eso también, y si nos acostumbramos a ello seremos mucho más felices.
¿Un día sin risa es un día perdido?
Absolutamente, y la lástima es que ese día perdido ya no es recuperable. Por eso hay que estar en guardia y no dar lugar a que pueda pasarnos eso, que es una pena.
Pero hay días en los que parece que sólo ocurren desgracias a nuestro alrededor…
Decía antes que uno puede hacer humor con todo, si encuentra la perspectiva acertada, pero también es cierto que hay realidades de las que es imposible reírse, por ejemplo de las desgracias que viven en algunos sitios, como ahora en el conflicto de Palestina e Israel o la guerra de Ucrania con Rusia. Pero bueno, sin olvidar que existen esos problemas tan graves también hay que intentar ser conscientes de que somos unos privilegiados, por ejemplo porque comemos todos los días, y eso no lo valoramos.
¿Será porque estamos tan acostumbrados a lo bueno que no pensamos que pueda haber otra cosa?
No somos conscientes de que somos unos privilegiados comparados con quienes viven en algunos otros países, y quizás a veces nos vendría bien vivir la experiencia de estar en esas situaciones difíciles para entender lo bien que vivimos nosotros.
En resumen, que vuelve usted a Ávila con el mejor Espíritu.
Así es. Vengo a hacer reír durante una hora y media poniendo en escena las peripecias que le pasan a este hombre que vive en su casa sin saber que se ha muerto. Y también cabe en el espectáculo una pequeña reflexión poética, con la que la gente sale un poquito con el corazón encogido reviviendo recuerdos de gente a la que quiere mucho pero que ya no tiene al lado.
El otro día me dijo una chica que mi obra es una ducha emocional de agua fría y caliente, porque tiene mucha risa pero en ella también hay momentos de reflexión y de memoria.