Una de las grandes labores que desarrollan las ONG es prestar una atención y servicio social donde la administración no llega. Además, éstas tienen una flexibilidad que les permite adaptarse con mayor rapidez a las necesidades sociales de un determinado entorno que si lo intentara la administración pública, donde la burocracia ralentiza todo demasiado.
Un ejemplo histórico lo tenemos en Cruz Roja, algo que todas las personas de mediana edad pueden visualizar recordando los puestos de atención sanitaria en pueblos y carreteras para llegar más rápidamente a los accidentes. Unos decenios más tarde, recondujo su acción hacia una clara vertiente social, sin dejar de poner en primer lugar a las personas, tratando de atajar las diferencias que aparecían en las cada vez más complejas sociedades.
También se puede tomar como referente la acción de Cáritas, que incorpora además una vertiente religiosa a la atención social, y que está celebrando estos días su sesenta cumpleaños en Ávila.
En esta línea, si ahora se habla de un problema social, éste tiene que ver con la despoblación del entorno rural, y no tanto como pieza clave para el desarrollo futuro, sino por la falta de atención que arrastran las personas que se siguen quedando en los pueblos. El tejido del medio rural adolece de un envejecimiento manifiesto, con una población con necesidades muy concretas a las que apenas la administración puede atender. Cada vez la sanidad y la educación, dos pilares del estado de bienestar, llega al entorno de las provincias con más dificultad, sí, pero tampoco hay que olvidar la atención de personas mayores que requieren de unos servicios básicos para mitigar esa nunca deseada soledad, además de cubrir las necesidades que cada persona ha ido construyendo a lo largo de su vida, y lo cierto es que la necesidad religiosa se convierte en prioritaria en el medio rural por ser personas que han crecido cultivando unos valores que aún hoy muestran y tratan de alimentar.
Las diferentes organizaciones, a pesar de contar con recursos limitados, y muchas veces tirando de la colaboración desinteresada de vecinos, están tratando de cubrir estas necesidades propias de este tiempo sin todo el apoyo institucional que merecerían.
Construir el futuro del medio rural no se puede hacer con un plan a largo plazo, sino actuando sobre las necesidades reales del presente, construyendo alternativas y pilares de bienestar en una población que siempre, y más ahora, se considera de segunda, a pesar de que sin su esfuerzo la vida en las ciudades no sería lo que es, partiendo de las necesidades básicas, que muchas se pueden cubrir gracias al esfuerzo de la propia gente del medio rural.