Los datos, como en muchas otras cuestiones, no mienten. El pasado mes de octubre había en Ávila 2.774 afiliados en el sector agrario, lo que supone un descenso de un 11% respecto a una década atrás. Son más de 300 trabajadores los que se han quedado por el camino, y ahí habrá jubilados sin relevo o quienes se cansaron de lo que supone el desempeño de una labor sin horarios y exigente desde todos los puntos de vista.
Con este panorama, el futuro que se presenta, y no sólo para este sector, sino para toda la economía, se antoja complicado. El campo es el sostén de muchos otros departamentos económicos, y de su salud dependen las de otros como el comercio, por ejemplo.
Pero todos debemos tener claro que el relevo generacional tan necesario en estos momentos no es algo que vaya a ocurrir de manera espontánea, sino que para ello es necesario crear unas condiciones que hagan atractivo este sector para las nuevas generaciones, y no sólo a las que lo han vivido gracias a sus padres o abuelos, sino quienes viniendo de otros lugares pueden apostar por ello como forma de vida. Entre algunas de esas condiciones habría que destacar las garantías de acceso a la tierra, aumentar el apoyo financiero para emprendimientos rurales, propiciar una formación técnica adecuada y, sobre todo, dignificar y mejorar las condiciones generales del trabajo agrario y ganadero, para que se pueda ver como una opción de vida viable y respetada.
A día de hoy, para explicar ese descenso de trabajadores en el mundo agrario y ganadero, y el hecho de que la media de edad de los actuales sea preocupantemente elevada, hay que tener claro que son muchos los jóvenes que, aun estando interesados, perciben la agricultura como un sector de muy baja rentabilidad económica y mucha exigencia laboral, que cuenta además con altos riesgos debido a la volatilidad de los mercados, la dependencia de la climatología y la competencia desleal en un mundo globalizado. A esto se suma el abandono de las zonas rurales, que muchas veces carecen de infraestructuras básicas, servicios educativos y sanitarios adecuados, y oportunidades culturales o de ocio, situaciones todas a corregir si se quiere atraer a quienes estén valorando su incorporación a este mundo laboral como una posibilidad de vida.
Es que no hay otra opción. El trabajo en el campo debe continuar y llegará un momento en el que los jóvenes tengan que entrar en un mundo que, hasta ahora, no les atrae, una cuestión que debe de revisarse tomando las medidas necesarias para revertir la situación y el relevo, que es imprescindible y ahora se ve muy complicado, sea viable.