La Panadería Garcinuño tiene mucha tradición en Tiñosillos. Por algo la fundó el padre del dueño actual y lleva en pie más de medio siglo ofreciendo dulces como perrunillas, mantecados o tortas de chicharrones, hechas allí mismo con todo el sabor. Ahora va por la segunda generación y la tercera ya está implicada. Aunque en realidad se podría hablar de la cuarta ya que el abuelo del dueño actual era molinero. «Se conoce que la harina les tira», dice Ángel Luis respecto a sus hijos, y es que cree que es algo que llevan «en la sangre».
Reconoce que para trabajar en un pueblo te tiene que gustar, te tienes que adaptar. «No es lo mismo la capital que el pueblo. El pueblo tiene más tranquilidad», asegura, y añade que «la convivencia con la gente es más llevadera. Somos vecinos, nos conocemos, tenemos cada uno nuestras manías. En la capital vas a tu aire pero en el pueblo es más tranquilo. Yo me encuentro bien».
Quizá la parte más negativa es la población que se pierde en los pueblos y lo que supone para su trabajo. Él mismo recuerda que su padre tenía, cuando empezó con la panadería, «cuatro pueblos y nosotros recorremos alrededor de unos 25. Y cada vez que te alejas de tu negocio, los ingresos son mínimos, tienes más gastos. Pero es lo que hay, hay que aguantar».
Lo hacen además siguiendo «la tradición» en sus creaciones, haciendo el «el pan y los dulces como siempre, las magdalenas, mantecados, perrunillas, lo típico de panadería. Lo hacemos todo aquí. Lo que vendemos nosotros lo hacemos aquí todo».