NUESTRO protagonista de hoy viene a estas líneas no por su profesión, funcionario, sino por una afición a la que lleva dedicado más de treinta años y no con una entrega menor: el grupo folclórico Urdimbre. José Luis González (San Juan del Olmo, 1963) es uno de los fundadores de un grupo que recorre buena parte de la provincia de Ávila y del país con una misión clara, mantener vivo el ?folclore abulense en sus distintas facetas, desde el cante y el baile a los instrumentos y la indumentaria.
En media hora de charla informal con José Luis González nos queda claro que tiene sentido del humor y amor por la cultura y por su tierra. No quiere darse importancia e incluso se resistió algo a la propuesta de entrevista, pero al final nos acabó hablando largo y tendido de una agrupación, Urdimbre, que nació entre amigos en 1993 y que sigue en forma, aunque con las dificultades propias de un grupo aficionado en el que sus miembros tienen otras obligaciones. Con todo, han conseguido recuperar danzas que estaban en peligro de extinción en distintas partes de la provincia y no renuncian al proyecto de rejuvenecer al colectivo, lo que incluye la puesta en marcha de una escuela para niños que les permita hacer 'cantera'. Pero para eso necesitan algo más de apoyo.
Pero vayamos por partes. José Luis nació en San Juan del Olmo porque su padre estaba destinado allí, pero a los tres años se vino a Ávila capital. Su familia es de Solana de Rioalmar, el que considera su pueblo, y él se crió en el barrio de SanEsteban, donde estudió. Para su profesión optó por sacarse una oposición de la Administración General del Estado (AGE) y, tras una etapa de siete años en Madrid como funcionario del Ministerio del Interior, pudo volver a Ávila.
El tema del folclore siempre le gustó. «Empecé como a los 18 años, en el grupo Espadaña, pero el baile tradicional y la jota los aprendí en Solana. Cuando era pequeño iba a las fiestas, lo veía y me gustaba, y yo sabía bailar la jota pero no sé bien desde cuándo. Era un pueblo bastante participativo y cuando había procesión se bailaba», nos cuenta sobre sus inicios. Cuando le tocó irse a Madrid por su profesión fue «cuando decidimos trabajar un poco más en la cultura tradicional de Ávila» y junto a unos amigos del mundillo montamos Urdimbre. «En el acta fundacional figuramos siete personas pero en realidad empezamos doce. De ahí fuimos ampliando, en principio con gente conocida, y se fue convirtiendo en un grupo de veintitantos amigos a los que nos gustaba el folclore».
Su labor inicial fue la de investigar y preguntar por los pueblos a las personas mayores, pero pronto «nos dimos cuenta de que para eso hacía falta dinero», así que «decidimos ir mostrando lo que íbamos recogiendo» y empezaron con las actuaciones. «Siempre hemos sido una asociación independiente y nos salían contratos por medio de ayuntamientos, principalmente, aunque el de Ávila, la Junta y la Diputación en su tiempo colaboraron con nosotros».
Así empezó la trayectoria de un grupo en el «todo el que puede cantar, tocar y bailar hace las tres cosas», mientras que «quien no tiene muy buena voz como es mi caso baila e intenta tocar algún instrumento». Y es que, nos confiesa, «yo no canto, si no no haríamos ninguna actuación porque se pondría a llover (risas). Dirijo el grupo, bailo y toco la bandurria, las castañuelas y la botella y el almirez, mientras que otros también tocan la pandereta, el laúd y la guitarra y siempre nos acompañan Los Rondones, el grupo de dulzaina».
Sobre el repertorio nos explica que, aunque lo han ido variando, ahora suelen hacer la misma actuación, de alrededor de una hora y cuarto de duración. A las piezas cantadas y bailadas se unen las explicaciones sobre las danzas y también sobre las indumentarias tradicionales de distintas comarcas.
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