Las elecciones gallegas llegan al ecuador de su campaña electoral con las encuestas relativamente sincronizadas acerca del resultado definitivo. Sólo en la órbita institucional y mediática de Ferraz se cuestiona la victoria mayoritaria del Partido Popular, lo que es un riesgo para el cuadro de Feijóo en su tierra, más tras lo sucedido en la última semana de la campaña de las generales de julio. El otro punto de acuerdo entre los sondeos está en el resultado del PSOE, que históricamente funciona como un vaso comunicante con el del Bloque Nacionalista Gallego.
Lo llamativo, por tanto, no es que el incremento de la intención de voto al BNG afecte al PSOE. Lo llamativo es que lo hunde apenas siete meses después de convertir a los socialistas en la segunda opción de los gallegos el pasado 23-J. El pésimo resultado que se presume para Pedro Sánchez y su sucursal en Galicia, representada por José Ramón Gómez Besteiro, no lo cuestiona ni el CIS, que sigue manejado por José Félix Tezanos y que ha reculado en menos de una semana para admitir la victoria popular y el descalabro socialista. Eso sí, a su manera.
Salvo derrape de última hora, el PSOE será barrido en urnas por la alternativa nacionalista que propugna el exvicepresidente Pablo Iglesias, y eso debería hacer reflexionar a los votantes socialistas, porque lo de la militancia y su adhesión al líder es algo testado a fuerza de concesiones que el propio socialismo consideraba indecentes hace apenas unos meses. Nadie como Pedro Sánchez ha derivado el voto útil hacia la saca de los nacionalistas. El clamoroso mensaje que han percibido los gallegos, al igual que el resto de españoles, es que el presidente está dispuesto a todo, así que los gallegos interpretan que si quieren ver satisfechas sus legítimas aspiraciones de progreso, nada como una opción con capacidad para rendir a Sánchez, que ha sublimado la llamada a votar a su enemigo por vecindad ideológica.
Hay otras dos lecturas que no deberían pasar desapercibidas en este paso por urnas, considerado por el PP como una suerte de plebiscito para independizarse de Vox, por un lado, y para laminar al Gobierno, por otro. Una es el único argumento de Gómez Besteiro, que ha basado su campaña en decir a los gallegos que el Gobierno únicamente invertirá lo que debe en Galicia si él es presidente autonómico. Es decir, ha hecho del más puro ejercicio de nepotismo, otra seña de identidad del PSOE de Sánchez, su única línea argumental. Y la otra es el desastre de Sumar, que se quedaría sin un triste escaño en el Parlamento gallego. A lo peor resulta que allí conocen a la vicepresidenta Yolanda Díaz mejor que en el resto de España.