La tradición apunta a que en 100 días se puede hacer el primer balance de un Gobierno. Sin embargo, la invasión rusa sobre Ucrania y la amenaza a que la ofensiva pueda extenderse por Europa ha eclipsado buena parte de la política del Viejo Continente. Como en el caso de Alemania, donde la gestión de la guerra en el este del Viejo Continente ha sido el termómetro para un Ejecutivo de coalición que echó a andar hace poco más de medio año y en el que las valoraciones son tremendamente desiguales entre sus socios.
Como resumen, se puede hablar de un balance negativo para los socialdemócratas encabezados por el canciller, Olaf Scholz, una creciente valoración de los Verdes de Robert Habeck y Annalena Baerbock y un residual papel de los liberales de Christian Lindner.
Con la pesada carga de suceder a una casi sempiterna Angela Merkel al frente del Ejecutivo de Berlín, Scholz comenzó su andadura como la cabeza visible del cambio en el país. Sin embargo, ha sido Habeck, su número dos en el Gabinete, quien parece estar llevando las riendas de esta nueva etapa.
También ministro de Economía, el ecologista se ha convertido en el político del momento. La prensa germana no duda en calificarle como «el hombre que nos explica el mundo» con un éxito «casi inquietante», frente a las constantes críticas sobre el líder socialdemócrata, al que censuran su «indecisión» o sus «tibias respuestas» ante la guerra de Ucrania.
No solo los medios. La ciudadanía está con él: según los últimos sondeos, un 64 por ciento de los alemanes valora su gestión, mientras que apenas un 49 por ciento lo hace con Scholz.
No deja de ser anecdótico cómo Habeck ha llegado hasta esta situación. Tras arduas negociaciones en su propio partido, del que es copresidente junto a Baerbock, decidió hacerse a un lado para dejar que fuera su compañera de filas la que se presentase como candidata a la Cancillería en los comicios de septiembre, en los que Los Verdes fue la tercera fuerza más votada, solo por detrás de los partidos tradicionales, el SPD y la conservadora CDU. También después de intensas negociaciones en las que se conformó la gubernamental coalición semáforo, acabó asumiendo el Ministerio de Economía, una especie de puesto de consolación después de que Lindner impusiese su exigencia de ocupar la cartera de Finanzas, desde la que pretendía llevar las riendas de la gran potencia europea.
Sin embargo, ha sido Economía el departamento que ha llevado la voz cantante en este tiempo, con un Habeck que busca medidas aceleradas para acabar con la dependencia energética rusa, defiende el calendario del apagón nuclear -que debe concluir este año- y reconoce, además, que las renovables son el futuro, pero no pueden cubrir aún las necesidades energéticas actuales.
Con Alemania en estado de alarma por la escasez de suministro gasístico, el ecologista ha sido el artífice de lograr importantes acuerdos para lograr alternativas de venta del combustible desde otros países, como Catar.
Por todo esto, al vicecanciller se le valora su capacidad de responder con inteligencia a los problemas, llegando a tomar medidas que no comulgan con su ideario político por el bien de su país. Frente a él, un Scholz al que le tachan de «aburrido» o «insulso» y sin apenas iniciativa para hacer frente a las necesidades de una nación en la que el timón no lo lleva el líder de la tripulación, sino su segundo de a bordo. Algo muy diferente a lo acostumbrado hasta ahora, con una Merkel casi todopoderosa que apenas dejó que sus compañeros de Ejecutivo -entre ellos el hoy ahora canciller al frente de Finanzas- tuvieran el más mínimo protagonismo. Pero los tiempos han cambiado.