Nada mejor que el obsoleto grito podemita por el advenimiento de la Tercera República para ahuyentar a quienes creen de buena fe que sus problemas se arreglan con un eventual cambio en la forma del Estado. "Felipe acelera, que viene la tercera", corearon los asistentes a la marcha antimonárquica del domingo pasado en Madrid.
Como escarpias se nos pone el pelo a quienes en nuestros peores sueños oteamos una "república plurinacional" presidida por Díaz Ayuso o por Monedero, por Zapatero o por Aznar. O por el propio Sánchez. Ambición no le faltaría como alternativa racional a la "excepción genética" de las personas llamadas a mantener el orden sucesorio de la Corona.
Qué pesadilla, oiga.
Justo ahora, cuando la Monarquía aparece aceptada por un 48 % de los españoles, frente al 37 % que preferiría una República. Y ahora que los españoles reconocen en la Corona representada por Felipe VI a una de las pocas instituciones del Estado, si no la única, no contaminada por las salpicaduras del fango en el que chapotea una clase política alejada de las preocupaciones de los ciudadanos de a pie.
Pero, a lo que iba. Hay acuerdo general sobre el servicio prestado a la causa de la Monarquía Parlamentaria por la "marcha republicana" del domingo pasado en el centro de Madrid. El "manteo" de un muñeco de supuesto parecido al rey de España no ha podido ser más oportuno como abrillantador de los actos previstos para conmemorar el décimo aniversario del acceso al trono de Felipe VI.
Justamente este miércoles, 19 de junio, se cumplen diez años desde que, en el acto de proclamación como rey de España, don Felipe habló ante las Cortes Generales de "una Monarquía renovada para un tiempo nuevo". Tampoco es que estuviera descubriendo el Mediterráneo en materia de compromisos. Bastaba con que la institución cumpliese los de ejemplaridad y transparencia -lo que se había echado de menos en la fase final del reinado de su padre, don Juan Carlos-, amén de aportar estabilidad al funcionamiento del Estado en tiempos recios de polarización y reyerta política permanente.
Felipe VI ha superado con notable alto esas asignaturas, a pesar de tantos desafíos a la estabilidad desde su acceso al trono: descrédito de la Corona, el desvarío separatista en Cataluña, cinco elecciones generales en nueve años, los conflictos institucionales y un descarado "arrinconamiento institucional" que la figura del jefe del Estado viene sufriendo por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Razones suficientes para ver en el X aniversario de la proclamación de Felipe VI un motivo de aplauso a quien se ha convertido en la figura pública más creíble en la defensa de la Constitución y sus valores.