«¡Aquí no hay pie de vida! ¡Que se nos oiga!»

SPC
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Los vecinos de Otero de Bodas (Zamora) protestan por la gestión del incendio en la Sierra de la Culebra, reclaman atención para la comarca y ayudas para salvar a «la España vaciada, calcinada y olvidada»

Un hombre camina cabizbajo sobre las cenizas de una terreno calcinado en la Sierra de la Culebra (Zamora). - Foto: Europa Press

A las nueve de la mañana, hace fresco en el centro de Otero de Bodas (Zamora). El segundo día del verano se augura muy agradable, con el sol queriendo asomar entre grandes cúmulos y con la perspectiva habitual de que el pueblo se llene de gente durante las próximas semanas. Lo que ocurre es que no se va ese intenso olor a quemado, que entra directo hasta el cerebro. Y tampoco se va la imagen de la devastación. Según se entra al pueblo, desde Zamora, por la carretera N-631, basta con observar las casas de la margen izquierda de la vía, con el terreno calcinado, a un metro de las paredes blancas. Resulta espeluznante llegar a la gasolinera y comprobar lo cerca que estuvieron las llamas de provocar una tragedia todavía mayor.

Este fue uno de los 19 pueblos –además de Calzada de Tera, que quedó confinada– que tuvieron que ser evacuados por el avance del incendio forestal. La gente empieza a acercarse a la Plaza Mayor de Otero de Bodas, con curiosidad, esperando la llegada del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para conocer sobre el terreno las consecuencias del terrible incendio.

Se oyen salvas de aplausos y voces airadas. Un grupo de vecinos ovaciona a cuatro miembros de brigadas forestales, ataviados con esa indumentaria que, sin fuego cerca es muy incómoda pero que, con las llamas enfrente, puede hacer elevar la temperatura hasta tener la sensación de cocerse con el propio sudor. Son héroes, con todas las letras. «¡Que se oiga bien alto y que lo vea todo el mundo! ¡La UME y vosotros sois los que habéis salvado los pueblos!», vocifera una señora. Los aplausos, ante la mirada seria y agradecida de los ovacionados. «Ellos no quieren aplausos, sino medios. Lo mismo que los sanitarios», murmura un vecino.

El paisaje que rodea a Otero de Bodas se ha ennegrecido y tardará mucho tiempo en recuperar ese verde brillante que cobra matices dorados y grises, según incidan los rayos del sol. «Por aquí solía haber muchas bandadas de pájaros, un montón de vencejos o de golondrinas y hoy he visto dos. Solamente dos, que también se irán», explica, con los ojos acuosos, Tino García, al redactor de Ical.

El matrimonio formado por Tino García y Elena Blanco acaba de protagonizar ante numerosos medios de comunicación una intervención natural, totalmente improvisada y fruto de la angustia y la desazón. «Aquí, lo poco que teníamos nos lo han quitado. No queda nada. Cuatro cosas solo teníamos, ¿sabes? Los castaños, la gente, cuatro ganaderos por ahí y ahora ¿dónde come el ganado, que no tienen hierba ni tienen nada? Si es que esto es…», dice Elena en voz alta.

«Y, si no es una desgracia como esta, aquí no había venido nadie ni se ocupa nadie de nosotros. El color y la bandera me da igual. Son todos iguales. Nos han ido eliminando poco a poco a todos. La gente mayor se muere, se va a las residencias y se muere. La juventud no se puede quedar porque no hay pie de vida. ¡No hay pie de vida! ¡Que se nos oiga!», sentencia.

Televisiones nacionales, regionales y locales, medios escritos y radios no mueven los micrófonos ni las grabadoras. Los testimonios naturales, sin trasfondo político, penetran hasta el tuétano de las audiencias. «Esto es vergonzoso. Estamos en la España olvidada, vacilada, quemada, olvidada y de todo. Hemos tenido que estar en esta situación para que se nos vea y se nos oiga». Los sentimientos están a flor de piel, con el incendio a punto de bajar a nivel 0 y la sensación de que el terreno todavía está caliente.