Adiós a dos panaderías y a una saga de panaderos

Mayte Rodríguez
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Artepán ya no abrirá hoy tras más de 30 años de andadura porque no salen las cuentas: al elevado coste de las materias primas y la energía se suman la dificultad de encontrar personal de forma estable y la presión fiscal

Mari Mar Nieves y José María de la Iglesia en el último día de apertura de Artepán. - Foto: Isabel García

Los abulenses que tuvieran por costumbre comprar el pan de cada día en alguna de las dos panaderías que Artepán tiene en la ciudad de Ávila, desde hoy tendrán que cambiar el rumbo de sus pasos en busca de la barra, la chapata o el colín que poner sobre su mesa porque ambas tiendas han cerrado sus puertas para siempre. Este lunes fue su último día de apertura al público, una jornada «triste» para José María de la Iglesia y María del Mar Nieves, la pareja que hace más de tres décadas abrió primero el establecimiento de la calle Valladolid, al que hace 21 años se sumó la panadería situada en la calle Doctor Jesús Galán. 

«Triste», reitera él en conversación con este periódico porque se trata de un cierre obligado. «No estamos en edad de jubilarnos, tenemos 50 y 52 años, pero nos encontramos agotados» de soportar una situación que ha acabado resultando insostenible para este matrimonio, que después de toda una vida dedicado en cuerpo y alma a un negocio que a José María le «encanta» se ven en la tesitura de echar el cierre porque no salen los números a pesar de que es habitual ver colas de clientes a sus puertas a determinadas franjas horarias. 

Por si fuera poco, este cierre es doblemente doloroso porque con él se despide una saga de panaderos  oriunda de Mingorría que se remonta al bisabuelo de José María. «Las recetas que me enseñó mi familia se irán conmigo», confiesa, emocionado, mientras relata cómo de un tiempo a esta parte sólo encuentran dificultades que, llegado este punto, han acabado siendo insalvables. 

demasiados contras.  «En panadería abrimos todos los días del año, no hemos cerrado ni uno solo, pero no encontramos gente profesional que se quiera comprometer y nos permita descansar y poder estar tranquilos», explica José María, en alusión a las dificultades para completar la plantilla en condiciones de estabilidad. Pero, además, se queja amargamente de lo difícil que también se lo pone la Administración pública al pequeño comercio: «Los políticos van a saco a por nosotros, no hacemos más que pagar impuestos y apenas tenemos vida, así que hemos llegado a la conclusión de que estar trabajando para nada no nos compensa», lamenta. Y aquí llega el tercer y definitivo factor que les ha llevado a cerrar. «Las materias primas han subido muchísimo, pero nosotros no podemos aumentar los precios de nuestros productos en esa misma medida porque la gente no nos compraría, así que apenas nos queda margen», advierte José María, que no duda en poner el escandaloso ejemplo de hasta qué punto se ha disparado la tarifa eléctrica y lo que repercute en la economía de su negocio. «Fue catastrófico lo que subió la luz el año pasado, nosotros necesitamos la electricidad para que el obrador funcione y se nos triplicó la factura eléctrica en muy poco tiempo», revela. 

Esta suma de circunstancias negativas ha propiciado que, muy a su pesar, José María y María del Mar decidieran despedirse de sus clientes, a muchos de los cuales conocen «de toda la vida, son como familia» después de tantos años sirviéndoles el pan a diario, los dulces con los que celebrar cumpleaños y otras fechas señaladas, el hornazo del Domingo de Resurrección, las torrijas de Semana Santa, el roscón de Reyes, ... Precisamente la comprensión y el ánimo que en estos últimos días les han infundido los clientes es lo que está haciendo algo más llevadera esta despedida anunciada y multitudinaria porque ayer  un equipo de este periódico comprobó cómo los vecinos del barrio acudían expresamente a despedirse de María del Mar y José María en el último día de apertura, algunos con lágrimas en los ojos, las mismas que la pareja contiene cada vez que alguien entra a desearles lo mejor en esta nueva etapa. «A pesar de todo, la pandemia nos unió mucho con los vecinos, fue una experiencia preciosa porque venían a por el pan cada día, que es la salida que tenían permitida, y compartían sus cosas con nosotros, hicimos hasta de psicólogos entonces», recuerda ella. «Es un barrio estupendo», elogia Mari Mar.

También los alumnos del IES Vasco de la Zarza, situado frente a la primera tienda, echarán de menos sus dulces a la hora del recreo.   

«Los cinco empleados que tenemos tendrán derecho a lo que les corresponda por cese de actividad, pero a mi mujer y a mí nos toca ahora buscarnos la vida porque nosotros no tenemos derecho a paro, pero es la decisión que creemos que tenemos que tomar», reitera él, que se confiesa «enamorado de su trabajo» y en este día de despedida sólo tiene palabras de agradecimiento mayúsculo para quienes en estos 32 años de Artepán han confiado en ellos y en los deliciosos productos artesanos que cada día elaboraban y ponían a la venta siguiendo el buen hacer que José María aprendió de su madre, que supo transmitirle las recetas que a su vez ella aprendió de los suyos.