Se está convirtiendo en una obsesión lo de la seguridad, y no es para menos, ya que los ciudadanos se sienten más inseguros que nunca, a pesar de contar con las mejores fuerzas policiales de la historia.
La seguridad es un valor intangible en auge, porque cuando más seguro te sientes, sabes que de repente todo se puede desmoronar. Por eso, la ciudadanía pide más y más, aunque en muchas ocasiones tampoco pone todo lo que puede poner de su parte para afrontar los riesgos.
Pasear estos días de atrás por los siempre concurridos pasillos de la Escuela de Policía –la Escuela de Ávila, como siempre nos ha gustado llamarla–, ha tenido que ser un espectáculo. Más de 8.000 personas han participado en una nueva edición de CiberWall, un congreso ya asentado en la capital, que reúne a gente de todo el mundo, porque lo de la ciberdelincuencia (esa que hace que los ciudadanos se sientan tan inseguros) es un problema tan global, que pueden estar robándote el dinero de tu cuenta bancaria sin darte a cuenta a miles de kilómetros. ¿Es para estar preocupados? Del congreso se pueden sacar muchas conclusiones, pero además de que existen unos medios poderosos para luchar contra la criminalidad cibernética, como esos robots que se vieron por los pasillos en un alarde casi de ciencia ficción, es necesaria la colaboración entre lo público y lo privado para ser más eficientes. Un solo individuo (aunque muchos trabajan en redes organizadas) puede generar un gran destrozo.
Pero la seguridad, y esto lo saben bien los policías, es más útil cuanto más preventiva sea. Por eso, se convierte en una obligación urgente que en los centros educativos se forme a las nuevas generaciones para que sepan afrontar el día a día en su futuro, concienciándolos en ciberseguridad, igual que hace unos años nuestros padres nos repetían hasta la saciedad que no aceptáramos caramelos de desconocidos a la puerta de los colegios. Hay varias diferencias de aquel entonces a este. La más importante que hacen falta unos conocimientos mínimos para hacer frente a los riesgos. Por eso, hay que educar a los jóvenes en la tecnología, donde ahora se exponen a diario sin un mínimo control.
A todo ello, hay que añadir la delincuencia tradicional, que sigue operando por nuestras calles, como bien saben los propietarios de todos esos negocios de Ávila que han sufrido robos y ataques las últimas semanas, aunque la policía, como buena que es, enseguida da con los autores.
Prevención y vigilancia se convierten en útiles de primera necesidad, pero prestemos todos un poquito de atención. Por si acaso.