"Me quito un uniforme y me pongo otro para ayudar a mi gente"

B.M
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David Meneses presume de ser abulense y disfruta de la vida en un pueblo (Navaluenga) sin ningún tipo de complejo. También es un ejemplo, aunque de ello no presume públicamente, de lo que es una vida dedicada a los demás desde todas las facetas

"Me quito un uniforme y me pongo otro para ayudar a mi gente"

Si se hiciera una descripción sencilla de David Meneses Robledo (22 de marzo de 1979) se podría decir que es guardia civil y jefe de Protección Civil de Navaluenga. Pero si se ahonda en lo que es este abulense había que explicar que tiene dos uniformes con un mismo objetivo, ayudar a los demás. Es lo que ha querido hacer toda su vida y lo que hace cada día en sus dos 'trabajos', el oficial como guardia civil y el voluntario en Protección Civil. Por eso, de una persona entregada a los demás  no extraña que el mayor recuerdo en sus actuaciones fue su ayuda para salvar la vida a una niña que podía haberse ahogado en una piscina y de la que conserva una «carta muy emotiva de la familia» que tiene en el salón.

Todavía se le pone la piel de gallina cuando recuerda ese momento pero seguramente haya muchos más de los que se podría acordar. Pero si hay algo que se puede decir de David Meneses es que presumir no va con él. Hace lo que hace por vocación y eso es suficiente para él.

Nació en la capital abulense y él se define como «hijo de la Guardia Civil», con una infancia pasada en un cuartel. Su padre (también hijo de guardia civil, hay tradición) es de Navarredondilla y su madre de Cebreros y ellos le dieron una infancia por esos cuarteles, incluyendo Burgohondo, donde aprendió a montar en bicicleta y donde actualmente está destinado como cabo de la Guardia Civil. Para Meneses, tanto su padre, guardia civil, como su madre, enfermera y militar reservista, han sido sus «pilares tanto en Protección Civil como en mi vida de guardia civil, siempre han sido quienes más han creído en mí y en lo que he hecho en mi vida». 

Gran parte de su infancia la pasó en Ávila (vivía en la Comandancia), hasta los 14 años. Estudió en el colegio Reina Fabiola y el Isabel de Castilla antes de irse a Navaluenga, donde destinaron a su padre y donde hoy en día sigue viviendo.

Antes de los 18 años ya comenzó con el voluntariado como persona «inquiera y activa». Le atraía mucho «ayudar a la gente» y por eso comenzó en Cruz Roja «con 15 ó 16 años» en El Tiemblo, donde estaba estudiando.

El siguiente paso para él, en torno a la mayoría de edad, fue el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro para hacer la prueba de selección para ser guardia civil. Casualmente, en la misma época, en el verano del 98 (en septiembre entraría al colegio), se crea la agrupación de Protección Civil de Navaluenga, con unas 20 ó 25 personas, por lo que en realidad los 25 años de esta agrupación coinciden con sus años ya ligado a la Guardia Civil. 

El alcalde de entonces de Navaluenga ya quiso que él fuera el jefe de la agrupación, cargo que sigue ocupando hoy en día. En eso tuvo mucho que ver la colaboración voluntaria que había hecho los años anteriores, especialmente en las campañas de verano en temas como incendios. «Lo tenía en las venas», asegura, no en vano la primera profesión que se le pasó por la cabeza era la de bombero, pero su otra pasión terminó ganando su debate mental porque también con ella sabía que, más allá de la tradición familiar, iba a poder ayudar a la gente. Iba a ser guardia civil.

Ha podido mantener, sin embargo, su puesto en Protección Civil de Navaluenga a pesar de que estuvo destinado en Oliva, en Gandía, dos meses en verano, y luego fue destinado a El Barraco, por lo que pudo compaginar ambas facetas. Pasó después a Navaluenga y Burgohondo, pero manteniendo siempre la parte de Protección Civil porque, como él mismo dice: «me quito un uniforme y me pongo el otro porque necesito seguir siendo servicial y ayudar a mi gente, a mi entorno». Señala David que él se considera de Ávila, pero también de Navaluenga porque aunque su familia no es de allí lleva 30 años viviendo a la localidad y el entorno también hace a la persona. «Amo Ávila y amo mi pueblo», insiste.

«Mi objetivo siempre ha sido ayudar a la gente. El estar ahí y ser útil en la sociedad en la que vivimos, en la comunidad más cercana. Al final ayudamos a mucha gente de la provincia y de muchos sitios. Por eso mantengo el voluntariado, porque como guarda ayudo hago mi parte, pero con el voluntariado puedo llegar todavía más lejos. Y por eso me gusta», señala.

Eso no quiere decir que no sea plenamente consciente de lo que supone ser guardia civil y de ello valora «todo» porque asegura que es un «cuerpo esencial, sobre todo a nivel rural». Y también le ha servido para evolucionar y por eso se hizo cabo, por lo de «tener un poquito más de mando», bromea. En realidad, lo que viene a decir es que considera que siempre ha tenido «dotes de mando», pero también le gustaba la docencia por lo que se hizo instructor, a lo que se dedica desde 2013 en Ávila aportando su granito de arena para que «los guardias civiles sean más profesionales, mejores personas» y, aunque tiene su puesto en Burgohondo (ahora es comandante de puesto, aunque a veces es titular y a veces segundo), su labor principal también incluye la formación de los guardias civiles de Ávila como instructor en intervención operativa, por lo que da clases de tiro, defensa personal, entradas en inmuebles… También se ha hecho instructor en soporte vital básico y primeros auxilios y lo compagina con clases en colegios y a los propios voluntarios.

Y, como es tan inquieto, todavía le queda tiempo para más y también pertenece a la unidad de drones de la Guardia Civil y, por ejemplo, esto ha supuesto estar presente en las dos últimas desapariciones en la provincia de Ávila, en Navaluenga y Navahondilla.

Si cambiamos de uniforme y nos vamos al de Protección Civil, sigue con la inquietud de «ayudar» y tener «una agrupación cada vez más potente. Como todas las agrupaciones nacen desde la nada, por una necesidad», en el caso de Navaluenga por la separación con la capital y la necesidad de servicios en los que ayudan los voluntarios. Empezaron para ayudar en pruebas deportivas o eventos pero poco a poco fueron evolucionando y entraron también en temas sanitarios o de incendios, donde se especializaron. «Lo que nos preocupa es que no se nos queme este entorno tan bonito que tenemos», asegura, de ahí la importancia que se da a la parte de incendios. Y también han trabajado con su río, el Alberche, lo que ha supuesto meter unidades de rescate acuático, que fue pionera en Ávila, como también lo fue en la de drones para la búsqueda de personas y control de actividades.

Por eso, aunque son voluntarios, intentan dar un servicio lo más profesional posible a los vecinos, lo que también han logrado con el paso del tiempo, desde esos inicios en los que les llamaban 'los butaneros' y la gente no sabía prácticamente quienes eran hasta el paso actual cuando tienen «un gran prestigio, sobre todo en nuestro pueblo». Y en eso considera que han ayudado mucho las redes sociales con las que han podido dar a conocer el trabajo que hay detrás. Un trabajo que les llevó el pasado año a hacer más de 300 servicios, casi uno al día. 

El prestigio que tienen en Navaluenga considera que también lo tienen en la provincia y eso se lo han ganado a pulso con 25 años de trabajo y pasar de ser 25 a 60 en la actualidad (para un pueblo de 2.100 habitantes) y pasando por la agrupación 185 voluntarios a lo largo del tiempo. El número actual es «bastante elevado» y además tiene algo muy «bonito», poder contar con cinco voluntarios de 16 años, una cantera de gente joven, que dará el relevo generacional.

Ellos son el futuro para una Protección Civil que, considera Meneses, «debe seguir más menos como hasta ahora, siendo un servicio público esencial en muchas localidades con menos recursos, una expresión de una sociedad avanzada en la que hay personas que deciden de una manera totalmente voluntaria y altruista ceder parte de su tiempo libre en ayudar a sus vecinos. Debe de ser un servicio cada día más profesional, formado y cada vez con mejores medios materiales y que su única misión es mitigar lo más posible las urgencias sobrevenidas, colaborando en todo momento con los profesionales. Pero que para nada son su competencia, sino sus aliados, como se ha demostrado en muchas ocasiones, sobre todo cuando el sistema de emergencias se ve colapsado tanto por la envergadura de la propia emergencia, grandes incendios, catástrofes naturales, la pandemia, etc como por la simultaneidad de emergencias que demandan muchos medios. Para poder ser una pieza clave en la resolución de estos problemas es necesario que estén bien formados y que trabajen, codo con codo, también en las pequeñas emergencias, para conocerse y coger la tan necesaria experiencia». «Es como cuando alguien hace las prácticas en una empresa para consolidar una formación que la hace con casos reales y junto a profesionales, solo que nosotros, voluntarios, en nuestro afán de ser cada día mejores personas vivimos en una práctica constante. Es simplemente un modo de vida, para mí, tan bonito», añade.

Si dejamos de lado los dos uniformes, el de guardia civil y el de voluntario, al final lo que queda es David, una persona a la que apasiona vivir en un pueblo y esto es así porque  allí tiene «la libertad. La libertad de poder salir a la calle y dejar la puerta con las llaves puestas, de salir al campo y respirar aire puro». Pero, además, para él «Navaluenga es especial. Es salir y ver la montaña, el río», lo que facilita hacer deportes de montaña, bicicleta o rutas de senderismo.

«Es una maravilla, vivimos en un paraíso», dice, y añade que «no cambiaría la vida de pueblo por la de la ciudad», sobre todo en un pueblo como Navaluenga que tiene «polideportivo, gimnasio, piscina climatizada. Que tiene bastante servicios. Es que no te hace falta nada». A él, desde luego, no.