En 2007, y han pasado ya dieciséis años, el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, se mostraba orgulloso de que la comunidad que presidía dejara de ser región Objetivo 1, que no era otra cosa que salir del mapa de las zonas más desfavorecidas de la Unión Europea, entonces con quince países, por haber alcanzado unos niveles de convergencia con el continente en niveles de renta bruta. Un año antes de aquella anhelada confluencia de Castilla y León con el 100 por cien de las diferentes regiones europeas, había alguna provincia vecina, como Valladolid, Burgos o León que superaban ya esa media, y alguna otra, como Ávila, apenas se quedaba en el 83%.
Salir del Objetivo 1 fue una gran noticia, y no supuso que Castilla y León dejara de recibir fondos y ayudas europeas, pero estos se transformaron. Los años fueron pasando, y la realidad es que las diferencias de Ávila no se acortaban al ritmo del resto de provincias.
Prueba de ello es que la Comisión Europea ha aprobado recientemente una modificación del mapa de concesión de ayudas regionales para los territorios más favorecidos, situando a Ávila entre ellos, y dando una nueva oportunidad a esta provincia en un plazo que comenzará el próximo 1 de enero, y que tendrá vigor hasta el 31 de diciembre de 2027. Así lo informaba este periódico en su edición del pasado viernes, abriendo una nueva ventana a la esperanza.
Aquí hay una de cal y otra de arena. Porque Ávila se puede beneficiar de un nuevo empujón del motor europeo que tantos años nos lleva sacando las castañas del fuego, pero también confirma esa sensación instalada en Ávila de que las cosas no van bien.
Cabe preguntarse si se dan las circunstancias políticas e institucionales para afrontar esta oportunidad, y a pesar de que la sensación tampoco es que sea muy favorable en este sentido, hay que sobreponerse y marcar unas líneas de actuación con unos objetivos finales concretos.
Es muy fácil plantear hacia dónde ha de caminar Ávila, la ciudad y la provincia, y será más fácil si ese plan de ciudad y/o de provincia se plasma de alguna manera.
Si alguien se conforma con los ligeros aumentos de población que los censos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran en los últimos ejercicios se equivoca. La tendencia no es negativa como en Zamora, León y Palencia, pero Ávila es, de las provincias de la comunidad en las que crece la población, la que menos lo hace, la mitad que en Soria. El vuelco ha de ser lo suficientemente grande como para percibir un cambio de tendencia y de sensaciones de que las cosas se están haciendo bien. La única manera de aumentar censos, y luchar contra la dispersión del medio rural y la despoblación es generar oportunidades aprovechando las características del territorio y mejorando las infraestructuras. Pero para eso hay que identificarlo y situarlo el fin último de la clase política que, al fin y al cabo, son los que han de tomar decisiones para construir el Ávila 2030.