Hace unos días, en esos momentos de felicitaciones navideñas, esa eclosión que la técnica ha cambiado tanto en comunicaciones múltiples, muchas y rápidas.
Bueno, todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes porque también con tanta información al mismo tiempo, se cuela mucha metralla o mensajes repetidos múltiples a veces de forma que distraen y quitan el tiempo a otros verdaderamente bellos, con contenido, de la índole que sea, que da gloria ver y escuchar. Estamos en la era de las redes que nos envuelven de tal forma, que hoy puedes ver un grupo de chavales y no tanto, que cada uno está a lo suyo… ¡incluso algunos se comunican por el aparato!!!
Estamos perdiendo la conversación, una comunicación la más natural, mirándonos a la cara e incluso a los ojos, que esos no mienten, por eso decía mi madre, ¡mírame a los ojos…!.
Y sin embargo, tiene cosas positivas de hacer llegar muy lejos y en el instante escritos y trabajos a gentes, una relación por la red con tantos amigos que no nos vemos, y de responder tu opinión sobre algunas cosas. Fíjense amigos lectores, estos pasados días de Navidad, envié a muchos contactos un video basado en imágenes mías y que ha montado mi amigo José Luis Willen, unas preciosas imágenes de nuestra siempre bella Plaza de la Villa con su Belén luminoso, y he recibido muchísimas respuestas, ha gustado mucho y así me lo han dicho. Algún día después mandé también mi columna del Nacimiento franciscano en el VIII centenario de su creación por el Santo de Asís, y he tenido una verdadera eclosión de respuestas, algunas opiniones que me han conmovido por la emoción mostrada.
Y por eso lo traigo ahora hablando de las redes, porque esta modernidad ha jugado a mi favor, eso sí, le he dedicado tiempo, porque no todos los días hay que atender cerca de ciento sesenta mensajes de forma personal, sin frases hechas o prefabricadas. A mí me gusta la respuesta cercana y personal.
Pues sí, cambiando de tema, el calendario empuja, ¡y de qué manera!
Irremediablemente otro año que cayó casi sin darnos cuenta, no podremos decir que sin pena ni gloria, y sin embargo algunos acontecimientos que nos ha hecho vivir nos hacen decir que ¡tanta gloria lleve, como descanso deja!, por tantos motivos que sería muy largo enumerar, pero que crean tensión en la convivencia del día a día. Cómo ha cambiado el panorama...
Sin embargo, uno de estos días ya finalizando el año, se me alegró el ojo, asistí a esas VII Jornadas de Heráldica y Genealogía, ciencias auxiliares de la historia, celebradas en Ávila, en el precioso Palacio de Polentinos, el que fue Academia de Intendencia y hoy es la sede del Archivo General Militar, a las que me gusta asistir. Este año especialmente por escuchar a un nuevo amigo, Félix Martínez, aquel sabio del Derecho, de la Universidad de Valladolid, y experto, que escribió bien y me rectificó en el origen de los apellidos de aquella casona que no hace tanto derribaron con beneplácitos innombrables, un nuevo atentado contra el patrimonio... Su conferencia fue sobre la genealogía de los constructores de la casona. Sumamente interesante, mereció la pena salvar la niebla y el viaje, fue todo un honor saludarle de nuevo.
Y al segundo, un viejo conocido que hace años que no coincidíamos, otro experto en heráldica, Alfonso de Ceballos-Escalera, doctor en la Complutense de Madrid, entre otras muchas dedicaciones, en esta ocasión trató sobre Pedro de Zúñiga, Señor de Flores de Ávila, descendiente de nuestro efímero Duque de Arévalo, que desgranó ese linaje desde su origen navarro, pasando por Arévalo para finalizar en Flores. Unos temas densos, que la genealogía y sus escudos nobiliarios tienden a ello, pero que la maestría de ellos y los otros ponentes, nos hicieron pasar una tarde muy densa de contenidos, pero muy agradable, y entre amigos.
Creo que este año que va a comenzar será de nuevo trabajo para el Cronista-investigador, me ha puesto los dientes largos otro amigo que es asiduo de los archivos por su dedicación a una tesis doctoral, Daniel, que me da pistas arevalenses siempre que ve algo de interés, y me despierta el regusto de aquellos días en que uno no levantaba los ojos de documentos antiguos, muchos de esos datos serían luego integrados en mis escritos y libros… tendré de nuevo que «soltarme» en eso de la paleografía.
Todo se andará…