La fuerte helada caída la madrugada del lunes al martes en la capital abulense, que viene a ser un suma y sigue a las varias noches continuadas en las que el termómetro ha bajado de los cero grados, dejó en la ciudad y en sus alrededores, especialmente y por su alta humedad en las zonas cercanas o limítrofes a los ríos Adaja y Chico, estampas que redescubren la belleza que produce la naturaleza en estos días de sol y hielo, tan característicos de nuestra tierra.
Esas mismas heladas que hacen peligroso andar una vez ido el sol por algunas aceras o escaleras de la ciudad, y que convierten las líneas blancas de los pasos de peatones en indeseables e inesperadas pistas de patinaje, regalan también pequeños espectáculos visuales que florecen con la llegada del día y desaparecen, efímeros, cuando reciben los primeros rayos del sol con su calor.
La situación de días soleados y noches gélidas, según las previsiones que maneja la Agencia Estatal de Meteorología, se dilatará en la capital abulense hasta que toque a su fin el año 2023, ya que hasta el domingo se esperan heladas continuadas, que aunque en principio no bajarán de los -3 grados si tendrán el peso de esa continuidad que ya notamos y que, con cinco días más, será un poco más sensible.
Y si bien está advertir del riesgo que puede significar pasear por algunas zonas peatonales a las que o nunca visita el sol en estas jornadas tan pobres de luz o las atempera muy poco, no está de más hacerlo también, por si a algún irresponsable se le ocurriese la peregrina y peligrosa idea, de que las zonas que puedan helarse en el pantano de Fuentes Claras no deben nunca servir como pista de patinaje, ya que son tan frágiles que no aguantarían el peso ni de niños ni, mucho menos, de adultos.
O sea, que aparte de abrigarse bien para evitar malestares o resfriados, y quizás también de hablar del recurrente tema de que ya no hace el frío que hacía antes (no hace muchos años llegamos en el mes de enero a los veinte bajo cero en Ávila), no hay que perder de vista la sensatez de cara al hielo, que su falta puede provocar sustos o incluso desgracias.
Y todo ello sin olvidar la posibilidad del disfrute estético que regala ese hielo nocturno que se posa sobre las plantas, bien contemplándolo en vivo, bien inmortalizándolo en imágenes. No es necesario más esfuerzo ni inversión que la decisión de levantarse relativamente temprano para salir a ese campo amplio en medio del cual está la capital abulense y querer mirar; el asombro en forma de belleza efímera, posiblemente por eso más hermosa, estará al alcance de los ojos de quien quiera hacerlo.