No es fácil seguir la cínica coreografía con la que se acompaña la ayuda de Occidente a la invadida Ucrania. Provoca escalofríos observar los gestos de apoyo a Brendan Fraser de las mismas personas que idolatran a Roman Polansky. Desde el principio de la guerra, realmente invasión, hemos graduado la ayuda en función de la capacidad de resistencia del agredido, la paciencia del agresor y la reserva de material bélico real de Occidente. Es evidente que nadie pensó que un stock generoso de material fuese necesario. No pensemos que las reticencias europeas son fruto de un cinismo vital (que lo son), es que además vienen acompañadas de una ausencia real de material prometido o capacidad para reponerlo.
Tampoco ayuda que la industria armamentística haya vivido un proceso de concentración tan severo que casi no quedan actores operativos. El tejido industrial en Occidente ha disminuido a tal nivel que empezamos a carecer de profesionales cualificados para producir ciertos productos. Se puede poner Olaf Scholz todo lo exquisito que quiera, que su margen de maniobra para vetar la entrega de material bélico a Ucrania era nulo; ya que se quedaría sin industria nacional exportadora.
Lo más preocupante son las limitaciones reales del ejército americano para ayudar masivamente a Ucrania en el conflicto; porque las europeas eran conocidas al ser Europa un pigmeo militar y por lo que se ve industrial.
En ciertos ámbitos de la vida, no se puede quedar uno a medio camino de algo. Un ejército es operativo o no, porque la teoría no resiste la prueba del algodón. El ejército ruso parecía imponente, pero ha fracasado estrepitosamente. Algún país asiático ha optado por cancelar su pedido de aviones rusos y apostar por la tecnología americana. Se comprende el giro.
Esta puntualización no significa que la guerra sea buena para un bando o para la industria armamentística, hasta la fecha solo hemos confirmado su fragilidad, concentración y exceso de marketing.
Cuando la cosa se pone seria, el capital humano supone el diferencial real en un conflicto. Los soldados ucranianos saben por qué están dispuestos a morir, mientras que los rusos tienen serias dudas. En este conflicto hemos podido comprobar que la externalización de la producción armamentística es un error conceptual, estratégico y político. Los únicos que no han cometido ese error han sido China y Estados Unidos. Alemania ha dado un golpe mortal a la Unión Europea al recordar qué significa el concepto soberanía.