Pese a que la noche en la plaza del Arrabal fue intensa y multitudinaria, como corresponde al primer sábado de ferias en Arévalo, a media mañana del domingo ese epicentro de la fiesta estaba limpio y convenientemente adecentado para acoger el inicio y el final de la procesión en honor al patrón de la villa, San Victorino mártir, en su día grande, que este año además cayó en domingo para mayor esplendor. Y aunque al paso de la banda de música y de las autoridades en dirección a la parroquia de Santo Domingo de Silos todavía quedaban algunos rezagados a los que la noche se les hizo de día, seguramente porque enlazaron la fiesta con el tradicional encierro, lo cierto es que cuando las reliquias del santo salieron del templo para iniciar la procesión ya ninguno de ellos quedaba en la plaza.
Durante la misa, presidida por el párroco de Arévalo, Sebastián Gil, numerosos fieles llenaban el templo, en el que la imagen del patrón de Arévalo lucía el pañuelo festivo en uno de los altares laterales de la iglesia, bajo el cual asistió a la eucaristía la junta directiva de la Cofradía de San Victorino Mártir, vestidos de blanco con pañuelo rojo y luciendo la medalla nominal que les acredita como miembros de la misma. Precisamente, se impuso ese símbolo a dos nuevos cofrades, con lo que suma 42 miembros desde su creación en 2012, justo cuando se cumplían 400 años desde que San Victorino fue nombrado patrón de la villa, dos años después de que la Compañía de Jesús llevara hasta allí sus reliquias en 1608, según se recordó durante la misa. Precisamente por ello, uno de los momentos más simbólicos de la procesión fue el paso de los restos del patrón por la iglesia de San Nicolás de Bari, enclavada en el que fue el primer colegio jesuita fundado por San Ignacio de Loyola, inmueble que será salvado de la ruina a la que estaba condenado gracias al proyecto de arte contemporáneo Collegium que está materializando allí la Fundación Adrastus-Lumbreras.
Entre las autoridades presentes en la misa y la procesión posterior, además de la Corporación municipal de Arévalo con su alcalde, Vidal Galicia a la cabeza, estaba el presidente de la Diputación Provincial, Carlos García, el senador del PP Juan Pablo Martín, el secretario general de la Delegación de la Junta, José Luis Valverde, así como diputados provinciales y alcaldes de la zona.
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En la homilía, el párroco invitó a los fieles a «mirar a nuestras raíces», representadas por «el pueblo, las personas, la familia», pero también por «la historia de San Victorino, la de la Virgen de la Caminanta y también la de La Lugareja», advocación mariana situada en el templo del mismo nombre en torno al que persiste un pleito judicial con los propietarios de la finca que impide que pueda rendírsele culto allí, por lo que el sacerdote expresó el deseo colectivo de que al fin «podamos celebrar a La Lugareja en su sitio». También invitó a los presentes a seguir el ejemplo del patrón de Arévalo, del que destacó su «entrega y compromiso» como valores contrapuestos a la «indiferencia ante lo religioso», un fenómeno que, dijo, «no es algo nuevo del siglo XXI ni de la sociedad secularizada y materialista en la que estamos, ya que antes de Cristo ya se daba este fenómeno, como hemos escuchado en las lecturas», argumentó. Tras el día grande aún queda una semana de fiestas en Arévalo por delante.